En pantalla

Everybody wants some

Linklater nos ofrece un vigoroso “sprint” a través del espacio que separa la juventud de la adultez

     

“Más Rebeldes y Más Confundidos”
(Everybody Wants Some!!)
Dirección: Richard Linklater
Duración: 1 hora, 51 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)
Disponible en iTunes Nicaragua

Richard Linklater marcha al ritmo de su propio tambor. Después de conseguir las mejores críticas de carrera – y sendas nominaciones al Óscar – con “Boyhood” (2014), insiste en afinar su particular estilo de comedia observacional. “Everybody Wants Some!!” es una especie de secuela espiritual de “Dazed and Confused” (1993). Comparte su preocupación por labrar un retrato generacional de la juventud, en un momento y lugar específico.

Un texto en pantalla nos informa que estamos en un pueblo universitario de Texas, a tres días del inicio de clases. Llegamos, literalmente, en el auto de Jake (Blake Jenner), estudiante de nuevo ingreso reclutado para el equipo de béisbol. En la particular cultura universitaria de EE.UU., eso significa que se alojará en residencias designadas para sus compañeros de equipo. Jake tiene todo lo que un muchacho de 19 años necesita: una beca universitaria, un carro, un estéreo de primera clase con una buena selección de discos, un alojamiento adecuado para hacer fiestas, y un grupo al que puede pertenecer.

Si hay algo que Jake no necesita, es drama. Linklater no fabrica conflictos ni impone obstáculos estrambóticos en el camino de sus personajes. No habrá un climático juego contra alguna universidad adversaria, ni accidentes que saboteen a la estrella del equipo. Cuando los beisbolistas juegan, es en un entrenamiento informal, tan relajado que el entrenador no llega. Para Linklater, la observación de la vida cotidiana basta y sobra como materia prima de la ficción. Es un tratamiento radicalmente opuesto al cine convencional, desesperando por conjurar estados de crisis que justifiquen la atención que la película prodiga al personaje. Esto no quiere decir que no existan conflictos. Hay un orden social dentro del grupo, definido por la veteranía de los estudiantes. Los “novatos” tienen que descifrar sobre la marcha los códigos sociales, definir su identidad y territorio, y soportar los inevitables rituales de iniciación.

La estructura episódica del filme nos permite conocer mejor a los miembros del grupo, en pequeños estudios de masculinidad en formación. Finnegan (Glenn Powell), veterano con facilidad de palabra, toma bajo sus alas a los recién llegados. McReynolds (Taylor Hoechlin), es un atleta competitivo con poca tolerancia al fracaso. Dale (J. Quinton Johnson) es el único negro del grupo, pero la dinámica social es ciega a diferencias raciales. Jay (Juston Street), el más caricaturesco del grupo, lanza un epíteto racial a un cantinero hispano, pero el evento es codificado como algo negativo, prueba de la profunda estupidez de Jay. El espectador siente que ha conocido a gente como esta.

Cool shades, hot wheels and loads of confidence…

Una foto publicada por Everybody Wants Some (@ewsmovie) el

La película es un triunfo de ambientación. La ausencia de estrellas reconocibles, sumada a la banda sonora y el cuidadoso diseño de producción y vestuario, conspiran para crear un filme que no sólo retrata los tempranos ochenta. También parece que fue producido en esa época. Su política de género la delata como artefacto cultural del siglo XXI. Aunque la mirada masculina domina la película, y su principal preocupación es la amistad entre hombres, Linklater retrata sutílmente el progreso de la relación entre los sexos opuestos. Los muchachos inician como cazadores de relaciones casuales – incluso en estos momentos, las mujeres no se ven despojadas de agencia personal – pero el genuino giro climático tiene que ver con la incipiente relación romántica de Jake y Beverly (Zoey Deutch), una estudiante de arte.  El director retrata con conmovedora fidelidad este ritual de maduración, cuando el individuo abandona al grupo para encontrar pareja.

Pocos cineastas se preocupan por dramatizar el paso del tiempo de esta manera. Después del maratón de “Boyhood”, filmada a retazos a lo largo de 12 años, para registrar el crecimiento de un niño, Linklater nos ofrece un vigoroso “sprint” a través del espacio que separa la juventud de la adultez. Tome nota de como periódicamente registra la hora y los días que faltan para el inicio de las clases, un modesto plazo fatal. Las últimas horas ociosas del verano se viven como una gentíl elegía cómica. La cámara flota de un grupo a otro, sea en una discoteca o en una caótica fiesta casera. Algunos pequeños episodios se cortan in media res : una apuesta para “batear” bolas de béisbol con una hacha; una pesada broma de vestidor; una íntima escena de amor. Cada momento se escapa de nuestras manos, dejando un recuerdo cálido y difuso.

The party’s just getting started!

Un vídeo publicado por Everybody Wants Some (@ewsmovie) el

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