En pantalla
“The Mitchells vs. The Machines” presenta una visión utópica, donde las diferencias raciales o de género parecen ser cosa del pasado.
De los creadores de “The Lego Movie” (2014) y “Spiderman: Into the Spiderverse” (2018), llega otra pequeña joya de animación.
Los Mitchell son una típica familia de clase media. Katie (Abbi Jacobson), la hija adolescente, está a punto de irse a la universidad para perseguir su sueño de convertirse en cineasta. Los temores de su padre, Rick (Danny McBride) ensanchan la brecha generacional, que ha enfriado una relación otrora cercana. Desde los márgenes, la madre, Linda (Maya Rudolph), y el hermano menor, Aaron (Michael Rianda), tratan infructuosamente de aliviar la tensión. En un malogrado intento de conciliación, el padre dispone hacer un viaje por carretera para depositar a Katie en California. La misión se ve interrumpida por una emergencia mayor: un ejército de robots se toma el mundo por asalto. Y los Mitchells se convierten, inadvertidamente, en la última esperanza de sobrevivencia de la humanidad.
La película ejecuta un artero ataque en contra de los ductos lacrimales de la audiencia con su narrativa de reconciliación familiar, pero bajo los buenos sentimientos, esconde una sátira sobre el modo de vida contemporáneo. Katie, nacida en la “Generación Z”, posee el punto de vista preponderante. Esto permite infundir en el tratamiento visual destellos de frenética sobreestimulación, normal para los nacidos en un mundo donde las redes sociales marcan la pauta de la comunicación y el consumo. Emojis, gifs y sus propios garabatos irrumpen a la velocidad del rayo, ilustrando emociones o acentuando acciones. Si ella es digital, Rick es análogo. Más anticuado, incluso, que lo que implica su posible estatus como miembro de la “Generación X”. El padre se regodea cuando destruye teléfonos celulares para evitar que los robots los rastreen.
La tecnología ofrece otra avenida para confusiones y desencuentros. Mark Bowman (Eric Andre), el creador de la inteligencia artificial detrás de la debacle, es como un padre que desecha a su “hija” —el sistema operativo PAL tiene la voz de Olivia Colman—, suplantándola por un nuevo modelo. El personaje evoca a Steve Jobs o Mark Zuckerberg, si estos fríos millonarios blancos fueran simpáticos hombres jóvenes de raza negra. En sus modestos despliegues de representatividad, “The Mitchells vs. The Machines” presenta una visión utópica, donde las diferencias raciales o de género parecen ser cosa del pasado. Katie lleva en su chaqueta un botón con la bandera de arcoíris, y en un breve momento que bien puede pasar desapercibido, Linda la acosa con preguntas entusiastas sobre el estatus de su relación con una amiga. No es mucho, pero quizás justo lo suficiente para ganar credenciales progresistas y no alienar al público ultraconservador.
Como tantas películas animadas contemporáneas, “The Mitchells vs. The Machines” tiene que funcionar para muchos públicos a la vez. Los directores, Mike Rianda y Jeff Rowe, también autores del guion, meten en una licuadora todos los géneros populares, con una buena porción de referencias culturales insulares —¡Hola, Furby!— . Por ejemplo, en sus videos de aplicación a la escuela de cine, Katie cierra con un dibujo de “El Monte Rushmore” de los directores de cine: Greta Gerwig, Celine Sciamma, Lynne Ramsay y Hal Ashby —ya hay sitios web con exhaustivas listas de todos estos “huevos de pascua”—. El resultado podría haber sido un desastre, pero más bien, es una frenética mezcla de tonos que conectan con el temperamento de su protagonista, y el paso acelerado de nuestro tiempo. Por mucho que disfruté la película, en algunos momentos deseaba que se calmara un poco, para poder contemplar el paisaje. Que “Rick” de mi parte.
Este deseo está enraizado en mi admiración por el diseño. La tradicional caricatura seudorrealista, impulsada por Pixar, avanza en sofisticación con renovada atención a claros y oscuros, y la manera en que diferencian la luz afectan los ambientes. Véase el expresionismo aderezado de neón en la persecución en un centro comercial abandonado. La gráfica definida como ‘statu quo’ (el mundo construido por los padres) se ve intervenida por los frenéticos garabatos de Katie —arte ‘naif’ adolescente—, como si cobraran vida y escaparan de su diario. El elemento de ciencia ficción trae una estética futurista de colores fríos y líneas austeras. A veces, todos estos estilos colisionan en una misma escena, transmitiéndonos la ansiedad de la persona suspendida en un mundo eternamente cambiante. “The Mitchells vs. The Machines” te dicen que en medio de ese huracán, todo va a estar bien.
“La familia Mitchell versus las máquinas”
(The Mitchells vs. The Machines)
Dirección: Mike Rianda, Jeff Rowe
Duración: 1 hora, 53 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)
*Disponible en Netflix