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Homenaje gastronómico a Rubén Darío en New York

Arropados por la bandera azul y blanca en este domingo de frío extremo, típico durante febrero en New York, un grupo de nicaragüenses se transportó al pasado, de la mano del chef Javier Álvarez y el experto en vinos, Ariel Lacayo, para degustar comidas y bebidas favoritas del poeta más reconocido de Nicaragua, Rubén Darío, en celebración del 151 aniversario de su nacimiento.

Fue una experiencia mágica, como un viaje en la máquina del tiempo, que «transportó» a los asistentes a momentos exquisitos, experiencias memorables, ciudades inolvidables, vivencias familiares, recuerdos del poeta que están registrados en su biografía, artículos de prensa, el libro A la mesa con Rubén Darío, del escritor Sergiro Ramírez, La princesa Paca, de Rosa Villacastin, Azul, Parisiansas, Prosas Profanas y El canto errante.

En primera fila disfrutaron este homenaje la embajadora María Rubiales de Chamorro y el cónsul José Rene Icaza. Paisanos de diversas ciudades aledañas a New York se unieron para disfrutar también de este magnífico homenaje.

Y mientras comían y bebían, los asistentes disfrutaban de lectura de poesía, canciones y bailes de música folclórica, en un ambiente solemne y elegante, en el restaurante MexiNica, que apenas abrió sus puertas al público hace cuatro meses en Long Island, New York.

El público fue bienvenido con tiste, bebida nacional (mezcla de polvo de maíz, cacao previamente tostados y molidos con canela y azúcar), que el poeta cita en una de sus crónicas de viajes a las playas de Poneloya, de León, Nicaragua.

El cantante Armando Rico (originario de Matagalpa, donde nació el poeta), leyó una breve biografía de Darío, a quien destacó como el «máximo representante del movimiento literario modernista, que desarrolló un elevado y original estilo poético».

En representación de la niñez nicaragüense de New York, la pequeña Natasha Sánchez, Miss Chiquitita New Jersey 2017, declamó el poema «Oh, mi adorada niña» y Nelly Obregón, directora del grupo folclórico Güegüense USA, bailó la danza del Toro Huaco, tradicional de la ciudad de Diriamba; también bailó El Posteado, original de Masaya.

En algún lugar del sótano se encuentra el libro de registro de la visita de Rubén Darío a uno de los mejores restaurantes de París, La Tour D’Argent, donde degustó el pato número 32.388, servido durante una visita en 1910. Transcurridos 99 años, Ariel Lacayo trabajó en 2009 en ese mismo restaurante, que hoy trae a la memoria para revivir el exquisito gusto de Darío por la buena comida.

«En 1892 La Tour DÁrgent comenzó a dar postales a sus clientes con el número de pato que degustaban y ese detalle está registrado en la prensa. Lacayo, que es un Master Sommelier, la más alta distinción en el mundo de los vinos, ofreció una degustación de Chardonnay y Malbec, entre los favoritos de Darío, y durante su charla, compartió con el público valiosa información sobre la historia de los vinos, cómo conservarlos, cómo consumirlos y con qué tipo de comidas acompañarlos.

Y después de los vinos llegaron las albóndigas del coronel, preparadas exquisitamente por el chef Javier Alvarez. Este es un plato que Rubén Darío menciona en uno de sus cuentos, con una divertida anécdota. Cuenta que doña María, la viuda de un capitán español, preparó un día sus deliciosas albóndigas, las colocó en su mejor sopera, las bañó de exquisita salsa, y las envió al coronel Joaquín Arrechavala, con su hijo de 10 años. La sopera con la salsa llegaron a su destino, pero las albóndigas desaparecieron. Para la próxima vez, habría dicho el coronel a la viuda, no olvide poner mis albóndigas en la salsa.

Todavía con el sabor de las albóndigas del coronel en la boca, saltó al escenario Ada Marling Herrera, directora del grupo folclórico El Malinche, con el baile El solar de Monimbó, una de las mas reconocidas obras del compositor y cantante, Camilo Zapata. Ella también deleitó al público con la danza de Raíces americanas, del reconocido artista nicaragüense, Hernaldo Zúniga.

Y con esta frase dariana, «El eterno femenino puede tornar humano lo divino», llegó el turno a la actriz y modelo María de Jesús Castellón, quien hizo una pausa en los ensayos de su nueva película para asistir al homenaje y recitar ese poema que le encantaba a su abuelita, A Margarita Debayle.

Desde hace varios años, el chef Javier Álvarez ha trabajado en diversos restaurantes de Nueva York | Carlos Herrera | Niú

El plato fuerte de la tarde fue «Lenguado para el rey gourmet» , otra exquisitez preparada por el chef Javier Alvarez. El joven esteliano se tomó su tiempo para visitar cada mesa y explicar a los comensales la elección de su menú, inspirado en los platillos favoritos de Darío, como este plato que al poeta le gustaba sin espinas, según consta en una de sus crónicas.

A continuación hubo Pio V y mousse de mango para todos. Este postre fue elegido por Javier Alvarez al descubrir que a Darío le fascinaba el marquesote, que es la base del Pío V.

Alvarez también deleitó a los comensales con su elaboración del pastel de cumpleaños. Tras disfrutar esa última delicia, la gerente de
MexiNica, Kenia Herrera, agradeció la participación de la comunidad nicaragüense en el homenaje y aseguró que MexiNica siempre tendrá sus puertas abiertas para la promoción de la cultura y las tradiciones de su natal Estelí y de toda Nicaragua en New York.

Darío y Nueva York

No es la primera vez que el legado de Darío está presente en la Gran Manzana. De hecho, el padre del modernismo pasó muchos meses en Nueva York entre 1914 y 1915, según las crónicas de la época. Pero ese no fue su primer contacto con aquella ciudad que le produjo “admiración y espanto”, como detalla el poeta y ensayista salvadoreño Miguel Huezo Mixco. A finales del siglo XIX, Darío ya había pisado suelo neoyorquino.

En el artículo Edgar Allan Poe, escrito por Darío y originalmente publicado en la Revista Nacional de Buenos Aires y luego recopilado en Los Raros, el poeta no solo habla sobre la escritura de Poe, también hace referencia a “la gigantesca Madona de la Libertad”, alzada sobre su “enorme y magnífica isla”, es decir, describe sus impresiones al ver la obra monumental de Estatua de la Libertad, uno de los monumentos más famosos de Estados Unidos.

“Sin duda (Rubén Darío) tenía un paladar muy complejo. Apreciaba la alta cocina europea y también la cocina nicaragüense. Nuestro menú es una mezcla entre la cocina francesa a la que él se expuso más y la nicaragüense con la que creció en su casona de León”, comentó a Niú el chef Javier Álvarez.

Pero también existieron otras influencias en el paladar del poeta, como la gastronomía peruana y la española, explicó el chef.