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El inevitable de bares y cantinas

Juan Gabriel, el ídolo, nos deja su autenticidad. Y sus canciones. Con tequila en mano: ¡Salud, genio!

     

No hay bar o cantina con rokonola que haya visitado donde no suene al menos una canción de Juan Gabriel. Peor aún: no he escuchado a los mariachis excluir de cualquier repertorio “Amor Eterno”. La obra musical de ‘JuanGa’ es referente obligado en esta América dada al amor, el desamor y el abandono.

Con Juan Gabriel todos hemos llorado una cabanga, cantado con rabia en las madrugadas, y al siguiente día, tras la borrachera, nos hemos reinventado al mismo son de sus cuerdas vocales reventando cada compás, de una manera tan ‘JuanGa’: apasionada y sincera. Es precisamente lo que le volvió inevitable a este cantante, que murió el domingo en un lujoso condominio de Santa Mónica, California, ubicado frente al mar cuyas olas, una y otra vez, lamían la arena.

Lejos del lujo de este condominio de estilo europeo, los orígenes y la esencia de ‘JuanGa’ y sus letras estaban en Michoacán, en el puesto de venta de burritos de Ciudad Juárez y en Ciudad de México, donde el cantante creció a golpes y luego triunfó en los escenarios, imprimiendo una metáfora que tanto gustan en nuestras tierras. “A Juan Gabriel nada le ha sido fácil, salvo el éxito”, afirmó el escritor Carlos Monsiváis.

Es con sentimientos simples y rimas fáciles, como el clásico Hasta que te conocí/Vi la vida con dolor/ No te miento fui feliz/Aunque con muy poco amor, que empezamos a adorar a ‘JuanGa’. Toda su obra se inscribe en aquella idea de su coterráneo Jaime Sabines: “que la poesía debe ser barata, no de élite”. Llevó la voz popular al Palacio de Bellas Artes donde fue aplaudido.

Las composiciones de ‘JuanGa’ apuestan a algo más simple que a revolucionar el arte: a darnos voz para expiar el sufrimiento que siempre acarrea el amor, las traiciones, las pérdidas muchas veces indecibles o los amores inalcanzables. Lo que instauró Juan Gabriel –como lo hizo el flaco Agustín Lara– es que sus letras “consiguen que su epopeya, la sinceridad, se imponga abrumadoramente sobre la ironía y el refinamiento”, apunta otra vez Monsiváis. Un personaje a merced de la diosa de las madrugadas: la inspiración en medio de la tragedia sentimental.

Es por eso que ‘JuanGa’ pertenece a esa estirpe de bohemios prolíficos. También fue un panzoncito «amanerado» que superó la burla y los innumerables rumores sobre su vida privada que traficaban los tabloides amarillistas, porque supo que el Tiempo es cruel y a nadie quiere por eso te digo yo/ Abrázame muy fuerte amor, mantenme así a tu lado.

Un tornado en el escenario que rompió esquemas en un país acostumbrado a las rancheras que andan sobre caballos jineteados por hombres con sombrero botas y espuelas. O dicho de mejor manera en un tuit leído el día de su muerte: “Le puso tacones a los mariachis” ¡Y no es poca cosa! En el último concierto ofrecido dos días antes de su muerte, ‘JuanGa’ soltó su emancipación total: “Felicidades a todas las personas que están orgullosas de ser lo que son”, sentenció.

Juan Gabriel compuso tantas canciones que es imposible enumerarlas todas, pero más allá de la sencillez de ellas, demostró su talento como artista que se reinventa. Escuche su disco “Los Dúo”. Recurra al tequila que sabe mejor con esa voz alter ego de México, como la de Infante, Negrete y José José. ¿Y por qué no? También de la América Latina.

Cuando supe del fallecimiento de ‘JuanGa’ instantáneamente recordé aquel popurrí que con mis amigos escuchábamos en las madrugadas de Nandaime, junto a los mix del Binomio de Oro y Los Inquietos del Vallenato: Te Acuerdas con Banda el Recodo. Y la garganta del “Divo de Juárez” tronaba: “Al gran amor de mi vida, le dedico esta canción”.

Y amenazaba ‘JuanGa’ con este ramillete mustio:

Que adónde quiera que vayas
que adónde quiera que estés
te perseguirá mi canto
pues yo no te olvidaré

En los brazos de ese hombre
mi nombre pronunciarás
porque sé que aunque quieras
tampoco me olvidarás

Juan Gabriel, el ídolo, nos deja su autenticidad. Y sus canciones. Con tequila en mano: ¡Salud, genio!


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