En un concierto de jazz, todos los instrumentos hablan. La batería dice y el piano responde. El contrabajo aporta y el saxofón da sentido al discurso. Hace 120 años, la comunidad afrodescendiente esclavizada en Nueva Orleans lo hacía: improvisar cuando no se podía hablar.
En Nicaragua, esta cultura ha tomado auge desde 2008 con el Festival Internacional de Jazz. Aun así, existe mucha desinformación al respecto y se suele relacionar a este género musical con los ascensores y los salones de hoteles, pero el jazz es más que eso, según algunos exponentes nicas que Niú entrevistó.
Las Naciones Unidas decretó el 30 de abril como el Día Internacional del Jazz porque “rompe barreras y crea oportunidades para la comprensión mutua y la tolerancia” al igual que “fomenta la igualdad de género y simboliza la unidad y la paz”.
Los orígenes
Hay muchas historias detrás del jazz, pero Ramai Das, maestro de generaciones y músico con más de 40 años de trayectoria, coincide en que surgió en la clandestinidad de la comunidad negra radicada en Nueva Orleans.
Congo Square es una plaza ubicada en el lado antiguo de esta ciudad. Era conocida por ser el paradero de miles de esclavos provenientes de África donde eran vendidos como sirvientes.
A mediados del siglo XVII, Congo Square se convirtió en el epicentro de danzas africanas al ritmo de instrumentos de percusión y cuerdas. Cada domingo, grupos de afrodescendientes se reunían en esta plaza. Algunos de ellos no se entendían entre sí, pues llegaban de distintas regiones, y solo la música y ese pequeño momento de alegría los unía.
“Esa era su forma para manifestarse”, explica Ramai Das, quien también es el organizador del Festival Internacional de Jazz, celebrado anualmente a finales de abril en Nicaragua.
Los blancos usaban luego a sus servidores afrodescendientes como animadores de fiestas y ellos eran los responsables de la música en desfiles y bailes.
El “llamada y respuesta” de la melodía africana se fusionó con la armonía europea y de esta mezcolanza sonora surgió el blues y con él la esencia del jazz.
Esa mezcla no se ha detenido y no se detendrá. La música migró de las zonas rurales de Nueva Orleans y llegó a las ciudades. En los años 30 se convirtió en la melodía popular de la época y era bailada en Nueva York, Chicago y en todo el sur.
Desde los años 30, época donde reinaban las grandes orquestas y los bailes eléctricos, este género evolucionó gracias a músicos que experimentaban a “nivel científico” con nuevos sonidos. “La gente está experimentado siempre. En el jazz se permite la experimentación. Pero eso sí, debés tener un buen recurso y manejar un buen instrumento”, explica Ramai Das.
Uno de los mayores “científicos” del jazz fue Miles Davis, un trompetista y compositor estadounidense que tuvo una carrera de 50 años en la escena jazzística.
Davis llegó a tal dominio musical, que en 1960 empezó a buscar diferentes caminos en el sonido y estuvo al mando de la vanguardia del jazz. Desde entonces, esta cultura musical no ha parado de producir, pero las personas sí lo han dejado de escuchar.
El jazz no es un término ajeno en Nicaragua y cada vez más se consolida en el país una escena que en un futuro puede llegar a exportarse, según Ramai.
La escena del jazz en Nicaragua
Antes del 2008, la escena del jazz era casi nula. Algunas bandas que surgieron en los 90 intentaron hacerlo pero a criterio del maestro Ramai, no tuvieron mucho alcance.
En 2008 se celebró el primer Festival de Jazz en Nicaragua y fue en la Avenida Universitaria. Ramai convocó a algunos de sus alumnos y trasladó el evento a la calle. Luego, las embajadas de Estados Unidos, España, Alemania y Francia han apoyado la iniciativa y ahora es en uno de los festivales más importantes de Latinoamérica, según medios internacionales como CNN que le han dado cobertura.
Ramai cree que el público nica está apreciando el jazz y como prueba pone a las multitudes que se acercan anualmente al evento. A raíz de eso, nacen bandas que a pesar de sus limitados recursos, están posicionados en la escena jazzística nacional. Una de ellas es “Katz”.
La fusión de un músico polifacético y un “monje jazzista”
Donaldo Sevilla es músico de jazz desde hace cuatro años. Junto con Edgard Fonseca fundó hace cuatro meses Katz, un proyecto que a pesar de ser prematuro, se ha posicionado como lo más reciente en la escena nacional.
Donaldo se fue a los 18 años a México donde estudió en la Academia Fermatta. Seis años después volvió a Nicaragua y colaboró en varios conciertos de música clásica e inició su propio proyecto como solista. A los meses, fundó una escuela de música popular ubicada en Los Robles y su más reciente proyecto es Katz.
Katz está conformado por Michael Cortina y su papá Mike Cortina, Edgard Fonseca y FillUp Day. Todos se unieron de manera espontánea y juntaron sus talentos para recrear en el país la esencia de la improvisación que caracteriza al jazz.
Donaldo es optimista, pero entre el gremio hay varias percepciones. Edgard Fonseca, afirma que la escena del jazz es casi inexistente, pero hay personas que hacen esfuerzos, como Ramai Das, para posicionar al género en la vanguardia.
Edgard explica que para tocar buen jazz es necesario saber fundamentos básicos, debido a que es un género que demanda cierto estudio de idioma y mantiene una profunda tradición. “Es una forma de expresión única en la música”, explicó. “Si no tenés cierta escuela y ciertas personas que te puedan guiar es casi imposible (tocarlo)”.
No es solo “música de ascensor”
«La esencia del jazz es la improvisación. Es como una conversación entre músicos. De la misma dinámica que tenés cuando conversás con alguien, vos escuchás lo que tiene que decir y pasa lo mismo con el jazz», explica Donaldo Sevilla. «Si vos no tenés esa conversación ya no sería jazz, sería otra cosa… un monólogo», agrega.
Para improvisar, un músico necesita haber pasado por varios procesos y sobre todo, por mucho estudio. Donaldo y Edgard lamentan que las personas confundan la riqueza del jazz con el subgénero “smooth”, un estilo que surgió en los 70, caracterizado por la suavidad de su melodía. Desde entonces se ha masificado a tal punto que es la música de fondo de restaurantes, ascensores y hoteles.
Para escuchar y sentir el jazz la mejor manera de hacerlo es viéndolo y oyéndolo en vivo, en medio de un escenario donde el público debe estar listo para que pase algo inesperado, recomiendan Donaldo y Edgard.
La «casa» de Katz es el café-bar Time Travellers, lugar donde se presentan una vez al mes. No existe un jazz club, sin embargo, Ron Kon Rolas realiza todos los miércoles las Jam Sessions, que son encuentros de improvisación de todo tipo de géneros y algunas veces hay presentaciones de jazz.
La magia de la percusión
Michael Cortina es un baterista de 26 años que toca junto a su hermano Bruno Cortina en Nemi Pipali pero también con los muchachos de Katz.
Su experiencia con el género empezó desde niño, cuando miraba a su papá cargando un saxofón al trabajo. Michael Cortina no entendía el porqué e incluso sentía que le molestaba el ruido frenético de aquel instrumento.
Michael empezó con la batería desde los 17 años. Pasaba practicando hasta ocho horas diarias y con tres métodos diferentes, una forma de estudio nada saludable, según él.
Este instrumento es joven y surgió a partir de la necesidad de unir varios elementos de la percusión. “Un día un maje dijo que se fusionaran todos los elementos de la percusión, puso un redoble por ahí, el bombo por allá y unos hit hat y así fue que nació y se convirtió en como la conocemos (la batería) ahorita”, explica Michael.
El baterista cree que falta mucho para que la escena del jazz se consolide en el país. Esto se debe, según él, a la falta de recursos e iniciativas. “El primer paso yo lo dio Ramai Das (con el Festival Internacional de Jazz), ahora lo que tenemos que hacer nosotros es echarle cemento a ese camino y que sea caminable”, asevera.
«No podés decir que el jazz está muerto porque está en su mejor momento ahorita. Lo que pasa es que no hay suficiente audiencia, es una minoría. Es una música para la minoría, no para las masas”.
Hace 120 años inició esta explosión cultural que dejó a músicos inmortales como Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Billie Holiday o Miles Davis.
En todo ese tiempo, historiadores e investigadores han dedicado años al estudio de este fenómeno que va más allá de una manifestación musical y se ha convertido en un símbolo de paz, unión y multiculturalidad.
«La libertad que tenés al hacer jazz es algo que no existe en ningún otro género. No soy tan historiador, pero sí creo que viene de aquella necesidad de los negros de decir algo… Oprimidos totalmente, trataban de ser lo más perfeccionistas a la hora de tocar y tocaban mejor que nadie, mejor que cualquier blanco para ser especifico», concluye Michael Cortina.
En la actualidad el jazz está muy presente en el cine. Directores como Damien Chazelle y Woddy Allen lo han y lo acoplan a su banda sonora y al trasfondo de sus historias. Algunos ejemplos son:
Medianoche en París: Es una comedia romántica estrenada en 2011. La historia cuenta las vivencias de un joven escritor melancólico y apegado al pasado que llega a París junto a su prometida y descubre que a la medianoche puede viajar a los años 20: la era dorada del jazz. La cinta está llena de canciones a cargo de compositores como Sidney Bechet y Conal Fowkes.
Whiplash: Dirigida por Damien Chazelle, esta cinta trata sobre un joven baterista que está por incursionar en el mundo del jazz y es dirigido por un profesor exigente. El joven se propone ser el mejor sin importar lo que esto amerite. El filme está ambientado en Nueva Orleans y la atmósfera jazzística está presente en toda la película.
La La Land: Criticada por muchos y alabada por otros, «La La Land» es la última película dirigida por Damien Chazelle, quien ha mostrado en sus últimos filmes una predilección por el jazz. Trata sobre un pianista de jazz y una aspirante a actriz que se conocen en Los Ángeles. El jazz de piano acompaña a toda la historia. La banda sonora de la película ganó un Oscar.