En pantalla

“John Wick”: El éxito ha hecho un fracaso de nuestro mundo

La aventura lo conduce a Marruecos, donde encuentra a su doble —y aliado renuente— en Sofía (Halle Berry).

En el 2014, “John Wick” apareció como de la nada, destilando la esencia del cine de acción contemporáneo. Keanu Reeves interpretaba al personaje titular, un asesino retirado, que vuelve a empuñar las armas para vengarse del hijo de un mafioso ruso —el insolente junior mató al perro que le heredó su esposa muerta—. La película se destacó en el oscuro arte de “creación de mundo”. La acción se desarrollaba en una especie de sociedad paralela, habitada por mafiosos, sicarios y los burócratas que hacían funcionar el sistema. Sus reglas bizantinas se vislumbraban entre las secuencias de acción. La preocupación por reconocer la coexistencia entre la vida convencional y este “universo” en la sombra le daba una fricción inusitada. Después de que John mataba a una decena de enemigos en su hermosa casa modernista, aparecía un equipo de limpieza industrial que por unas cuantas monedas de oro, retiraba los cadáveres. El alivio cómico afloraba cuando un policía llegaba a verificar si todo estaba bien.

El éxito económico de la película obligó a los realizadores a producir secuelas, que al expandir este mundo, irónicamente lo vuelven más pequeño y hermético. En “John Wick, Capítulo 2” (Stahelski, 2017), nuestro héroe viajaba a Italia, donde encontraba un virtual espejo de su Nueva York. En lugar de un mafioso ruso, John se enfrentaba a un malcriado heredero criminal de la Camorra. “El Continental”, su hotel-santuario, tenía su contraparte, comandado por Franco Nero en lugar de Ian McShane. Entre sus adversarios, siempre hay una atractiva mujer blanca de pelo negro, lista para acabar con él —Ruby Rose, en lugar de Adrianne Palicki—. Lo único francamente nuevo era su dinámica con Cassian (Common), una especie de gemelo perfecto que comparte su estoicismo. Las escenas de acción eran más intrincadas y extensas, el saldo mortal más alto.

Ahora, nos llega una tercera parte que eleva la receta a la enésima potencia. La película arranca exactamente en el punto que nos dejó la anterior. Por haber ejecutado a un jefe de “la mesa”, John tiene un precio sobre su cabeza. Todos los asesinos de Nueva York van detrás de él. La adversaria de turno es Asia Kate Dillon, como una “adjudicadora” del sistema, lista para poner a raya a sus aliados. La aventura lo conduce a Marruecos, donde encuentra a su doble —y aliado renuente— en Sofía (Halle Berry). La necesidad de superar los trucos anteriores llega a los extremos: Olvídese de los carros, ¡John también es letal en un caballo! ¡Perros como asesinos! Queda anulada cualquier pretensión de reconocer una normalidad fuera de los confines de una trama que cada vez se parece más a un juego de video de combate y exploración. De ahí viene también la caracterización reducida a los arquetipos básicos. ¡Cualquier profesión puede servir de disfraz a un asesino letal! Un repartidor, una violinista callejera…El principal adversario de John es un chef de sushi (el excelente Mark Dacascos). Ya nadie se preocupa por esconder los cadáveres.

La sugerencia de ese universo paralelo era más poderosa que la exploración literal de este. Por lo menos, el acabado de la película es impecable. Tiene algunas imágenes absurdas y memorables: Reeves caminando en las doradas arenas del desierto, vistiendo su uniforme de traje formal negro. El director favorece las tomas abiertas y largas, registrando con claridad la intrincada coreografía de las escenas de acción. El atletismo de los actores es admirable. Sin embargo, para mí, la imperiosa necesidad de subir la intensidad de la violencia opera en detrimento de la película. Cada hueso que se rompe suena con grotesca claridad. Quizás es más difícil aceptar estas exageraciones como una distracción válida, cuando alrededor de nosotros, es patente el precio de la violencia de verdad.

Al convertirse “John Wick” en una franquicia, las maquinaciones del plan de negocios se vuelven evidentes, y suplanta a una historia orgánica. “Parabellum” existe para proyectarse al futuro y seguir vendiéndonos productos. A medida que el metraje de la película se extiende, el convencimiento de que esto no terminará, no en esta tanda, se materializa como una amenaza. El apodo de Wick es Baba Yaga, una despiadada y poderosa bruja, protagonista de cuentos folklóricos rusos. En realidad, mejor le hubieran puesto Sísifo.

“John Wick, Capítulo 3: Parabellum” (John Wick, Chapter 3: Parabellum)
Dirección: Chad Stahelski
Duración: 2 horas, 10 minutos.
Clasificación:  ⭐⭐ (Regular)