Perfiles
Nicaragua no deja de producir literatura y tampoco de exportarla. Esta nueva generación de jóvenes explica cómo es ser escritor en Nicaragua.
Para vender su primer poemario, René Vargas ha ido de bar en bar presentando su obra. En Nicaragua, él no es el único joven escritor que se ha topado con ciertas dificultades para lanzar su carrera, Alejandra Sequeira, por ejemplo, hace unos años ganó un premio de poesía que consistía en publicar un libro, que por poca promoción, se quedó con muchos ejemplares sin vender.
Niú conversó con mujeres y hombres, poetas, narradores y cuentistas, que aseguran que algunos de los aspectos más difíciles con los que deben que lidiar son la autocrítica y la falta de espacios para difundir sus trabajos.
Editoriales como 400 Elefantes, dirigida por Marta Leonor González y Juan Sobalvarro, confían en ellos y han publicado libros escritos por jóvenes, pero esta no es una situación generalizada en el país.
Es por eso que los blogs han tomado mucho auge en la escritura juvenil. Esta generación, ha descubierto que puede aprovechar la tecnología para difundir sus textos, e incluso apelar al crowfunding para generar ingresos y publicar sus obras.
“La principal dificultad es el financiamiento”
Para promocionar su primer poemario, René Vargas Zamora ha ido de “bar en bar” y con el “libro en mano”, se acerca a las personas y les dice que es un poeta y que si quisieran comprar su trabajo.
“Es natural que uno sienta inseguridades, pero hay que animarse y atreverse”, comenta el poeta de 28 años.
Después de publicar en 2017 su primer poemario, descubrió que para los jóvenes que desean incursionar en la literatura, existen obstáculos como la falta de financiamiento y la poca confianza en el trabajo joven.
Colibrí
Una admiración explosiva
Que detiene el tiempo
Lo suficiente para imaginar que una vez estuviste cercaRené Vargas Zamora
“Sé que esta cultura (la del crowdfunding) todavía no se ha expandido, hasta mi conocimiento, en Nicaragua, pero sí siento que será algo clave en el futuro, sobre todo porque siento que hay un boom demográfico y hoy más que nunca existen jóvenes entre 20 y 35 años. Esta generación ha crecido con otra mentalidad y con la era tecnológica muchas barreras han sido vencidas”, argumenta.
Su primer poemario, “Balance”, es una compilación de 85 poemas en inglés y español escritos a lo largo de los años. La mayoría, están basados en el estilo literario “haiku”, originario en Japón y caracterizado por versos breves. Esto no fue un capricho de su autor, pues narra que es un reflejo de su trayectoria de vida.
René traduce su poemario en tres palabras: romance, observación y reflexión. “También hago mención de la vida, porque no todo lo que uno escribe le pasa a uno. Uno necesita mucha empatía, esa capacidad de entender a las demás personas y tratar de capturar qué es lo que les duele”, explica.
Su estilo se afinó en 2014, mientras estudiaba una maestría en Taiwán. En esa época, tuvo mucho tiempo a su disposición y varios ratos de soledad. Ese contacto hizo que su lectura se orientara a autores de aquella parte del mundo, como el antiguo poeta Rumi y el pensador chino Confucio.
Pero su viaje por la literatura se remonta a su adolescencia, cuando empezó a escribir sus primeros versos sobre el amor. Desde entonces, siempre anda en su bolso una libreta donde anota las frases sueltas que le llegan y que poco a poco van construyendo una estrofa.
“En gran parte, mi literatura se compone de pequeños matices que la vida me da, con pequeños momentos como una fotografía”, reflexiona.
René cree que Nicaragua tiene mucho que ofrecer, pero es necesario pulir ese talento joven y que los interesados en ser poetas reciban más apoyo.
Versos de poesía existencialista
Alejandra Sequeira publicó su primer poemario después de ganar un concurso literario organizado por el Centro Nicaragüense de Escritores (CNE). Esta, asegura, es una de las dos opciones que tienen los jóvenes para publicar un libro en Nicaragua. La otra es autofinanciarse a través de una editorial.
El CNE publicó en 2006, año en que Alejandra ganó el concurso, 450 ejemplares del libro “Quien me espera no existe”, pero no todos pudieron venderse y quedaron embodegados por la poca promoción a su obra.
Abra de par en par todas las puertas
el aire transfórmelo en pañuelo.
Colóquelo como prenda decorativa
y átelo a sus ojos.Sólo entonces
Aparecerá el ausente que no se ha ido.
Atrincherado en las comisuras de su cuarto
No le niegue de sus pupilas.
una mirada, como un abrazo.
Él comprenderá el afecto de un vistazo somnoliento
a causa de algún que otro somnífero.
Agradecido le dirá que duerma como un ángel.
mientras usted aumenta las pastillas
que se llevará a la boca.Instrucciones para hacer volver a alguien que se ha ido, Alejandra Sequeira
También existe la idea que solo los escritores con una larga trayectoria tienen la posibilidad de ganar concursos: “Cuando yo concursé mis propios contemporáneos me decían que por qué participaba, que solo se lo ganaban las vacas sagradas”, relata Alejandra. “Ahí tenés un impedimento por razones de edad que después se rompió porque cuando quedé ganamos dos jóvenes”, agrega.
Alejandra fue una de las fundadoras de los primeros talleres de literatura en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) mientras estudiaba Derecho.
Inició en la literatura con escritos espontáneos y produciendo “un montón de cosas que al final terminaron en la hoguera”. Luego en la Upoli, coincidió con otros jóvenes que también escribían y que se reunían para compartir textos y crear talleres improvisados sobre crítica literaria.
Ahora cursa una maestría sobre Escritura Creativa en la Universidad de Texas, estudios que le han proporcionado insumos para definir su estilo y madurar su obra.
Su primer libro “Quien me espera no existe”, es una obra donde su autora ya no se reconoce. Una compilación de poemas fuertemente influenciados por la argentina Alejandra Pizarnik, quien “sacudió” a Sequeira hasta “devorarla por completo”.
“El que logra comerse a los escritores y los puede digerir hace algo nuevo de sí mismo y es ahí donde se diferencia y se marca la pauta. Yo creo que me hace falta mucha tela por cortar para lograr hacer eso, porque es un proceso muy difícil”, explica.
Entre sus planes está publicar una tesis “creativa” para validar su maestría. Alejandra ha aprendido en los últimos años técnicas literarias no tan conocidas, como lo es la poseía investigativa que desea plasmar en su obra.
Su libro Quien me espera no existe todavía está en el inventario del Centro Nicaragüense de Escritores.
Cuando la música se convierte en poesía
Jorge Campos empezó a escribir narrativa, pero luego lo atrapó la poesía. Antes de componer versos, se sentía incapaz de crear melodías y ritmos a través de las palabras. En su adolescencia estudió Música, pero no con la finalidad de ejercer ese oficio, sino como una “búsqueda del ritmo”.
La música fue lo que provocó que se volviera poeta. Eso y escribir canciones. “Yo no encuentro la frontera entre el réquiem de Mozart y La Piedra del Sol de Octavio Paz. Cuando leo poesía siento que hay música”.
La profesión de Jorge Campos es Economía, pero nunca la ejerció. Sin embargo, no se arrepiente de haberla estudiado y a sus 28 años cree que le ha servido para desarrollar otras habilidades.
Jorge, quien se describe como alguien de naturaleza “musical”, llegaba todos los días después del colegio a escribir y componer versos. Luego empezó a empaparse con las piezas de otros autores como Alfonso Cortés, Salomón de Selva, Octavio Paz, Efraín Huerta y Ernesto Mejía Sánchez.
“Yo me dije en ese momento: ‘Qué belleza. Yo quisiera ser eso… poder tener ese ritmo y esa música’”, cuenta.
Pero no fue tan fácil. También hubo momentos de indecisión que le hicieron preguntarse qué es lo que verdaderamente quería. Al final optó por la poesía.
Jorge publicó en 2017 su primer poemario “Ruinas del árbol”, bajo la editorial 400 Elefantes. Según él, el panorama para los jóvenes escritores es complicado, pues para publicar en Nicaragua deben contar con autofinanciamiento y “esto para un joven es muy difícil”.
Otra de las barreras que lo frenan es la autocrítica. Cuando estaba por publicar su primer poemario, solía repasar su obra durante horas y de pronto le surgía la necesidad de cambiar una palabra y no lograba descansar hasta hacerlo.
Se nubla con tu sombra una ciudad inquieta
donde abundan calles sin señales
donde no camino; flotoVeo en tus ojos de lujuria
muchos intentos de lo eterno,
y en mí, el temor a esa promesa malvada y fugaz
que me espera en la colina de piedra
al lado de una horca labrada con mi propia madera.Hacia el patíbulo, Jorge Campos
El mismo día de la presentación del libro “Raíces del árbol”, mientras Jorge leía alguno de sus poemas, su mente seguía editando. “Llega un punto en que tenés que parar. Siempre se puede hacer las cosas mejor pero llega un punto en que se debe dejar de pulir”, recalca el poeta.
“Yo creo en la autocrítica y en la autorreflexión. A veces soy muy riguroso y sí creo que también puede convertirse en un problema”, reflexiona.
Ruinas del árbol puede encontrarse en las librerías del país y en las oficinas de la editorial 400 Elefantes.
El arte de escribir cuentos para niños
Los primeros escritos de Lula Mayorga “simplemente eran ejercicios de escritura creativa y catarsis personal”, dice.
“No creía yo que ese tipo de cosas podían tener algún tipo de potencial enmarcado en nada”, cuenta la escritora de 29 años. Pero luego se dio cuenta que la literatura infantil era lo que respondía a su búsqueda personal.
Para ella, esta implica tener mayor conciencia del libro. “En el libro infantil se explota más la relación de la ilustración con el texto. Cuando vas a hacer un álbum ilustrado o un cuento ilustrado tenés que ver un montón de aspectos que en otro tipo de libro no se ven”, explica. Y fue eso lo que más le llamó la atención.
¡Nooo!
¡Nooo!
¡Nooo!
-gritaba enojada-
¡No lo van a enterrar!Lula Mayorga, Mi gato Mostacho
Lula ha publicado un cuento, Mi gato Mostacho (2014), y un álbum ilustrado, Punto Dulce (2017). Para ella, lo atractivo que tiene este formato es que en él confluyen diversas disciplinas como teatro, escritura e ilustración.
“Lo que me encanta de la literatura infantil es que tiene mucha vertiente para la gente creativa y yo creo que principalmente con gente joven”, recalca.
En este género se involucran otros artistas además del escritor. Tal es el caso del ilustrador. Algunas veces, tanto el escritor como el ilustrador trabajan en paralelo, pero en otras ocasiones no se ven la cara.
“Esa parte tiene un sentido valioso y es que muchas veces los escritores quieren agarrar a los ilustradores y decirles qué hacer. Mientras que cuando el proyecto se hace de manera individual y cuando el ilustrador tiene independencia, hace que el texto sea más interesante”, comenta la escritora.
Lula Mayorga ha publicado dos libros y no tiene prisa para sacar otro. Su literatura tampoco tiene una fórmula: “El día que encontrés una fórmula para escribir… si a mí me pasara eso, yo no seguiría”.
Su última obra, Punto Dulce, fue un trabajo en conjunto de dos años, con Marlon Hudson, diseñador y docente universitario.
Punto dulce, en palabras de su autora, es una especie de lineamientos de cómo se supone que tiene que entrar un nadador al agua. Este término es acuñado en varias disciplinas, desde la natación hasta la fotografía y tiene que ver con la búsqueda del “equilibrio”.
“Hay gente que cree que por desgastarse logra mejores cosas que la gente no se desgasta. La gente que logra sus objetivos es la gente que gestiona bien sus energías. Eso me encantó y me pareció lindo”, explica Lula.
Ella no pretende realizar “cantaletas pedagógicas”, ni que sus libros sean educativos en el sentido dictatorial, como suele concebir a la educación tradicional.
Uno de los objetivos de su obra es que pueda ser disfrutada también por adultos, aunque esto sea un reto.
“Yo creo que hasta los adultos deberían darse la oportunidad de regalarse libros infantiles para que puedan tener ese acercamiento. Porque la única manera de comprenderla es consumiéndola y valorándola”, recalca.
Poesía y política
Cuando era adolescente Abelardo Baldizón descubrió que la poseía era “el camino”. Lo hizo a través de los versos de Rubén Darío e influenciado por todos los mitos que se ciernen alrededor del poeta.
Pero ahora, a sus 37 años, no solo se dedica a la poesía, es politólogo e historiador, dos ciencias que ha sabido plasmar también en sus versos.
“Más que un análisis, lo que hago es un cuestionamiento englobado en una estética poética. Por ejemplo, creo que un tema que está en la poesía que yo escribo es cómo se ejerce el poder, pero yo no menciono a personajes de la política. Hablo más bien un poco más abstracto sobre este asunto. También me interesa hablar sobre las injusticias que existen en el país sin que suene como panfleto, y lo que trato es que el lector del texto reflexione sobre este asunto”, explica.
En los últimos años, también habla sobre la experiencia de ser extranjero y cómo esto le ha marcado.
Parte de su vida ha transcurrido entre dos culturas: nació en Nicaragua pero de pequeño se fue a vivir a Alemania y volvió nuevamente a los 15 y luego partió para finalizar una maestría. En ese ir y venir, ha usado la escritura para plasmar el sentimiento de desarraigo.
Publicó a los 20 años su primer poemario, Del Matadero (2000). Y para finales del 2018, desea difundir un libro con poemas que ha trabajado desde entonces.
“De pronto los poemas se vuelven como un lastre. Los tenés ahí y debés sacarlos”, comenta el poeta.
I
Regresé a Managua
a los vientos violentos de Managua
al humo seco bordeando la atmósfera
enmalladonse en su membrana escuálida
de aire insolado y ruina
al puño de la piedra y la patada
los múltiples buses harapientos
el des-traje
los trastes sarrosos desvencijados
de “multicolor fashion”.Abelardo Baldizón
Para Abelardo, el reto que tienen los noveles escritores es definir su propio estilo: “Cuando iniciás a leer, uno tiende a admirar todo y es un reto quitarse esa impresión de maravilla que te dan los autores. Empezar a crear tu propia forma de escribir es un paso fuerte”, asevera.
Para combatir esas impresiones, Abelardo recomienda “tomar distancia”, aprender de lo que se lee sin tratar de imitar a nadie y escribir lo más que se pueda.
Esta nueva generación de escritores no desea asumir el legado, sino crear uno propio.
“Creo que la tradición depende de los jóvenes que vienen si la asumen o no. Por otro lado la misma lectura sobre historia me ayudó a entender que la literatura ha funcionado siempre con ruptura”, expresa Abelardo.
Una ruptura marcada por los estilos, como los haikus de René Vargas Zamora, la música hecha poesía de Jorge Campos, los ejercicios creativos de Alejandra Sequeira y los cuentos de Lula Mayorga.