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Juanita Bermúdez: El arte iba detrás de mí

Juanita (izquierda) junto a una prima en el Coyotepe | Cortesía archivo familiar.

La personalidad de Juanita Bermúdez Pérez es como la de una chispa. Sus amistades la describen como “alguien que siempre está mirando lo lindo de la vida”. A sus 74 años practica yoga y ejercicios diariamente y es una “viajera empedernida». Además, dirige la galería de arte Códice y coordina el programa de cultura de la Fundación Ortiz Gurdián. “Me siento tan viva como nunca antes”, confiesa.

Juanita Bermúdez (al medio) junto a su madre (izquierda) y hermana mayor (derecha) | Archivo familiar.

Nació en Masaya en 1943. Su nombre completo es Juanita de los Ángeles María Cristina Esperanza Lastenia Bermúdez Pérez, pero le gusta más que solo le digan «Juanita».

«Ella es la representación de una ❛masaya❜ a todo color. Siempre la veía de pequeña bailando, cantando, en las festividades del departamento. Sin duda una persona encantadora y feliz«, afirma Sergio Ramírez, escritor nicaragüense y su amigo desde la infancia.

La vida de Juanita fue influenciada por la cultura desde pequeña. «Yo crecí en un mundo de literatura y declamación. Mi papá, aunque era ingeniero agrónomo y avicultor, siempre fue un gran lector y escribía discursos. Era maestro de ceremonia de todas las actividades de Masaya. Todo el mundo lo quería y lo respetaba y por supuesto yo también», cuenta.

Su primer contacto con las artes plásticas fue mientras cursaba la secundaria en el colegio La Asunción de Masaya. Vio al pintor y escultor Fernando Saravia realizar unas láminas de concreto para la capilla del colegio. «Yo me quedaba extasiada viendo su trabajo, esperando e imaginando lo que iba a encontrar el día siguiente», cuenta.

El mundo recorrido por Juanita

«Comencé a trabajar desde joven y no fui a la universidad. De bachiller solo tengo un título sobre ´cultura femenina´, un curso que daban en el colegio donde yo estudié», explica. Después de salir del internado en Masaya, Juanita empezó a trabajar de secretaria en un banco de Managua y a los 23 años viajó a Washington para trabajar como secretaria ejecutiva en el Banco Interamericano de Desarrollo. Tres años después se fue a Roma: «un sueño hecho realidad», asegura.

«Mi mamá es y era una mujer tenaz y determinada. Primero se metió a querer trabajar fuera de Masaya y lo hizo, luego quería irse del país y lo hizo, después se determinó a viajar a Roma y lo hizo, después quería participar en la revolución y lo hizo, después quería una galería de arte y la hizo. Es imposible no sentirse inspirada por ella«, afirma Claudia Neira Bermúdez, su hija.

En Roma se casó con el padre de sus dos hijos, Claudia y Santiago. «Lo conocí en Washington, pero lo dejé para irme a Europa. Siempre he pensado que no se debe dejar los sueños por alguien, me fui feliz. Recorrí el último rincón de Roma, gocé, viví. Después llegó a buscarme a Roma y decidimos casarnos. Yo viví lo que quise«, cuenta sonriente.

Juanita Bermúdez. Carlos Herrera. Niú

Comenzaron a vivir en Brasil, donde según ella, el arte «la perseguía». «Una vez que no teníamos apartamento todavía, nos hospedamos donde un amigo de mi esposo y resulta que su esposa era artista. Yo me quedaba maravillada, preguntaba todo lo que podía. El arte iba detrás de mí«, relata.

Después de separarse de su pareja, regresó a Nicaragua donde se involucró activamente en las guerrillas revolucionarias. De eso no le gusta hablar mucho. Claudia recuerda a su madre traficando bombas artesanales en el carro familiar. «Ella manejaba, nosotros (sus hijos) íbamos atrás y las bombas escondidas en todos lados del carro». Juanita se involucró tanto que tuvo que exiliarse en México hasta el 19 de julio de 1979.

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Durante el exilio se mantenía en comunicación con su amigo de la infancia Sergio Ramírez, después del triunfo de la revolución comenzaron a trabajar juntos, él como vicepresidente y ella como su secretaria y asistente personal.

Una de las tareas fundamentales de Juanita era recibir a los artistas que ofrecían sus obras en el despacho de Ramírez. Él siempre confiaba en sus elecciones. Ella comenzaba a crear nexos amistosos con los artistas y a documentarse más en arte nicaragüense. El destino final de las pinturas era convertirse en regalos de Estado para otros gobiernos. «Uno nace sabiendo distinguir lo bueno, lo malo y lo pésimo. Yo desde que la conocí, supe que Juanita tenía un sentido del arte increíble. Lo detectás. Yo en arte confiaba ciegamente en sus elecciones y volvería a trabajar con ella mil veces más», cuenta Ramírez.

Códice y una nueva era

El escritor recuerda que Juanita en esa época era una persona «increíblemente sensible al arte y organizada». Ella afirma que se siente «honrada» por haber trabajado a su lado y dichosa de vivir tantas experiencias al pie de su escritorio en la oficina estatal. Sin embargo, no quería solo eso para su vida.

| Cortesía Archivo de Códice.

Así nació la Galería de Arte Contemporáneo Códice. Juanita dejó de trabajar para el Gobierno, pero deseaba seguir conociendo -y promoviendo- el arte en Nicaragua. Los pintores llegaban a su casa a vender cuadros y ella ya no tenía dinero para comprarlos, aunque lo hacía. Por lo tanto, sentía la necesidad de crear un espacio para que el arte se conociera.

Códice inició en el garaje de su casa en Los Robles, Managua. Mismo lugar donde están las instalaciones actualmente.

«Pasamos a vivir dentro del arte. Por ejemplo, yo estaba jugando y por error tiré una escultura de Ernesto Cardenal y se le quebró una parte. Yo del susto la pegué a mi manera porque mi mamá se iba a poner furiosa. Ya después el padre la compuso y no pasó a más», cuenta Santiago Neira, hijo de Juanita.

En la crianza, relata Claudia, su madre era «amorosa pero firme». Dejaba que ellos tomaran sus propias decisiones pero les advertía las consecuencias que sus actos podrían traer. En la búsqueda del arte escondido, Claudia y Santiago viajaron por toda Nicaragua. Así lo cuenta Claudia: «Viajábamos a todos los rincones del país en busca de artesanías junto a mi mamá. Lo mejor era que ella no hacía una simple transacción. Ella creaba enlaces con la gente y se hacía amigaza de los artesanos, pintores, escultores».

Santiago, Juanita y Claudia en la década de los noventa. | Cortesía archivo familiar.

Juanita explica que de esa forma es que te nutrís del arte. Ella invita a viajar, detenerse y valorar en lugar en el que se está. «No importa si viajás a la vuelta de la esquina, tenés que estar alerta de lo que acontece a tu alrededor. Ver los paisajes, ver todo rincón del lugar, platicar con la gente», enfatiza.

«Claro que mi mamá goza en los viajes», Claudia ríe y agrega, «digamos que viajamos a algún lugar y ya tenemos todo planeado. De repente ella recuerda que hay un museo cerca y nos tenemos que desviar. Está atenta a todo».

Aunque nunca ha pintado un trazo, es una artista de alma y corazón. Sonríe al hablar sobre pintores y escritores nuevos, en ellos confía el arte del futuro y los considera sus amigos.

Ramiro Ortiz, promotor de arte, mencionó en una entrevista para el aniversario de la Galería, que «Códice crea un espacio de promoción para artistas nicaragüenses, pero también viene trayendo artistas internacionales. Juanita ha hecho posible que todos estos elementos se puedan presentar al público. Ha hecho un trabajo excepcional».

26 años han pasado desde su fundación y Juanita, sin darse cuenta, ha convertido Códice en un tema fundamental de sus conversaciones. «Códice es un hijo mío. Hemos caído, subido, luchado», explica. Dentro de sus paredes han pasado cientos de artistas como Ernesto Cardenal, Orlando Sobalvarro, Fernando Saravia, Patricia Belli y más.

«Mi mamá saca lo positivo de la peor situación. Así es ella», confiesa Claudia Neira. | Carlos Herrera | Niú

Helio Gutiérrez, ceramista nicaragüense afirmó para el video de aniversario de Códice que ella le dio «una roca en dónde apoyar su arte». «Si hubieran más personas como Juanita Bermúdez, las cosas fueran mejores para los artistas«, comenta. Claudia explica que su madre «es una persona que ayuda tan desinteresadamente que sorprende».

Durante la entrevista se distrae para hablar de otras personas. «Este muchacho tiene talento», «ella es increíble», «el otro tiene una personalidad maravillosa». Juanita Bermúdez, mira lo positivo del mundo y  la «belleza» que este contiene. A diario practica ejercicios y yoga. No le gusta estar sentada y le encanta andar sumergida en Códice. «Si se hace algo, se hace bien. Yo por eso vivo la vida bien», afirma. Esa es una de sus filosofías.