Icono del sitio Revista Niú

La agonía detrás de la fantasía de afluencia económica en “Tiempo Compartido”

Andrés (Miguel Rodarte) es un carismático animador en un monumental centro vacacional en las playas de México. La primera vez que lo vemos, sufre un ataque de llanto en una bodega oscura, justo antes de salir a animar una fiesta. Su esposa, Gloria (Montserrat Marañón), lo persuade de cumplir la misión. En la siguiente escena, sufre un ataque que lo deja en el suelo, convulsionando, en medio de una inocente carrera de sacos entre padres e hijos.

Este prólogo marca la agenda de “Tiempo Compartido”, comedia negra que explota al máximo la artificialidad de los grandes desarrollos turísticos. La alienante perfección ofrece la ilusión de ser rico, a cambio de módicas cuotas mensuales. Pedro (Luis Gerardo Méndez) tiene el perfil del cliente—meta. Es un hombre de familia, de clase media, que aprovecha una promoción para darle unas vacaciones a su esposa Eva (Cassandra Ciangherotti) y su hijo. Apenas se acomodan en la lujosa cabaña, suena el timbre: otra familia tiene reservación para la misma casa. Esta es solo la primera de muchas complicaciones. Pedro es el hombre serio, atrapado en una comedia de ofuscación que pone a prueba su cordura. El mundo —o el mundo contenido en el resort— parece conspirar en su contra, empujándolo a una crisis de histeria y ofuscación. Sus pretensiones de superioridad social y cultural —su esposa e hijo practican casualmente el francés— chocan con la familia de Abel (Andrés Almeida). El patriarca de sus forzados compañeros de villa es feliz en su mediocridad.

Andrés vive su propio viaje a la oscuridad. Ya no alterna con los huéspedes en los campos y las discotecas. Es un empleado de limpieza, dedicado a empujar carros repletos de ropa sucia por los interminables pasillos subterráneos. Mientras tanto, Gloria asciende en la fuerza de ventas. El hombre que amaba se ha convertido en un lastre. Tom (RJ Mitte), el instructor que la oficina matriz ha enviado desde EE. UU., tiene sus ojos puestos en ella.

Pedro es el protagonista de una sátira mortificante. Es el hombre serio contra el cual el universo conspira —la película argentina “El Ciudadano Ilustre” (Andrés Duprat, 2016), también disponible en Netflix, explota este arquetipo—. Andrés vive un drama oscuro, cargado con la posibilidad de violencia. Si la película de Sebastián Hoffman flaquea en algo, es en lograr unir estas narrativas paralelas de una manera dramáticamente satisfactoria. Pero esta es una queja menor. Hoffman, apoyado en un sólido equipo técnico, crea una atmósfera inquietante, y aprovecha al máximo la perfección alienante de los resorts de lujo. Queda patente el contraste entre la prístina fachada diseñada para satisfacer a los turistas, y la fealdad —física y social— de la estructura que soporta la operación. La posibilidad de que Andrés esté enloqueciendo —una escena registra como se deshace de sus medicamentos psiquiátricos— abre la puerta a algunos guiños que recuerdan a David Lynch. Un flamingo de pesadilla —real e imaginario— se convierte en símbolo recurrente de la caída en desgracias de los personajes.

El espectro del colonialismo se materializa a través de Tom (RJ Mitte), el ejecutivo que viene a capacitar al nuevo equipo de ventas. Él es la manifestación en carne y hueso de “Everfield”, el conglomerado que acaba de comprar el resort, y pretende reinventarlo como una empresa aspiracional, tanto para sus clientes como sus empleados. En un filme lleno momentos siniestros, el peor se manifiesta cuando le
sugieren a Gloria que debe usar una tragedia personal como herramienta de ventas.La conflagración de la realización personal con el materialismo eleva la película al plano de una sátira social para nuestro tiempo. Méndez, mejor conocido como el insolente heredero de un equipo de fútbol en la serie “Club de Cuervos”, es magnético como el hombre común puesto a prueba.

Rodarte es un fascinante agujero negro, cargado de pura energía negativa. La película flaquea a la hora de dar su lugar a las mujeres. La desesperación de Gloria se simplifica para convertirla en verdugo de Andrés. Y Eva, por su insistente incapacidad de ver el sufrimiento de Pedro, queda reducida a un accesorio de la trama. RJ Mitte, mejor conocido por interpretar al hijo de Walter White en la serie “Breaking Bad” dibuja una figura mefistofélica, a la medida de este infierno particular.

 

⭐⭐⭐ | Buena
“Tiempo Compartido”
(Time Share)
Dirección: Sebastián Hoffman
Duración: 1 hora, 36 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
*Disponible en Netflix