En pantalla
“Tower” reta con audacia los límites de la animación como medio de expresión, y las expectativas sobre lo que debe ser un documental
“Tower”
(La Torre)
Dirección: Keith Maitland
Duración: 1 hora, 36 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)
Disponible en Netflix.
El 1 de agosto de 1966, un hombre armado con un rifle de francotirador subió a la torre del reloj de la Universidad de Austin en Texas, y procedió a cometer el crimen en masa más grande de la historia de Estados Unidos – al menos, hasta esa fecha-. “Tower”, el brillante documental de Keith Maitland, reproduce el episodio en un atrevido ejercicio estilístico.
Los eventos se narran, en primera persona y casi en tiempo real, a través de las experiencias de varios personajes: Claire Wilson (Violett Beane) es una estudiante de antropología en su noveno mes de embarazo. Ella y su novio cruzan la plaza al pie de la torre, justo cuando empiezan los disparos. Houston McCoy (Blair Jackson) es uno de los primeros policías en la escena del crimen. Neal Spelce (Monty Muir) es un periodista de TV en el lugar correcto para cubrir la noticia de su vida. John Fox (Seamus Bolivar-Ochoa) es un joven estudiante de secundaria que adelanta cursos universitarios. Aleck Hernández (Aldo Ordoñez) es un niño con la mala suerte de tomar, justo por ese día, la ruta de repartir periódicos en la línea de fuego.
Los elementos del documental tradicional están presentes: imágenes de archivo fílmico; grabaciones de radio y televisión; testimonios de los protagonistas en entrevistas grabadas como cabezas parlantes. Actores con edades similares a las que los protagonistas tenían en la fecha de los eventos fueron reclutados para interpretar los testimonios ante una cámara. Esto permite que las voces suenen jóvenes, reforzando la ilusión de que el pasado es, efectivamente, el presente, ocurriendo ante nuestros ojos. Cuando las personas reales aparecen en cámara, y podemos escuchar el paso del tiempo en el sonido de sus voces, el efecto es devastador.
No verá a los actores en carne y hueso. Sus imágenes fueron animadas con el proceso rotoscópico que el director Richard Linklater desarrollo para “Waking Life” (2001) y “A Scanner Darkly” (2006). Keith Maitland combina superficies reales con elementos animados. Un policía dibujado se parapeta en una legítima pared de piedra. También explota todas las posibilidades expresivas del medio. Cada relato inicia matizado en colores brillantes, hasta que la irrupción de la violencia cambia el espectro al blanco y negro. Los momentos previos, coloreado por infinitas posibilidades, se convierten de un tajo en una situación de vida o muerte. Los menos afortunados, los que no sobreviven, sucumben en un chocante fotograma monocromático. El color rojo golpea con todo el ímpetu de la sangre, mientras la silueta humana queda literalmente blanqueada.
La película encuentra su clímax en dos gestos heroicos conectados con el predicamento de Claire Wilson, la protagonista putativa. La joven se desangra, a poca distancia del cadáver de su novio, sobre el concreto ardiente, bajo el implacable sol de Texas en verano. De repente, una desconocida desafía la mirilla del francotirador para tumbarse cerca de ella y hablarle, tratando de evitar que sucumba al sueño de la muerte. Tiene el magnífico nombre de Rita Starpattern (“patrón de estrella”). Maitland rompe el esquema monocromático con su fulgurante cabellera pelirroja. Fox y dos personas más, se arriesgan para mover a Claire y Chuck fuera de la lluvia de plomo. Son escenas devastadoras.
“Tower” avanza a su resolución con el pulso acelerado de un filme de suspenso, desafiando los prejuicios que rodean al documental y al filme animado. A mi parecer, el único paso en falso de Maitland es relacionar de manera explícita el evento histórico con los recientes tiroteos que han conmocionado a la opinión pública de EE.UU. Sobre un editorial del legendario periodista Walter Cronkrite, el director interpone imágenes de noticieros televisivos registrando las peores masacres de los últimos años. La cruel ironía de que más de 50 años después de los eventos de “Tower”, las masacres de esta naturaleza son más comunes, ya era más que evidente. Al anclarla en la actualidad, reduce su película a un argumento más en el debate del momento. Pero esta es una queja menor, que no menoscaba el poder de la película.
Al igual que “Waltz with Bashir” (Ari Folman, 2008), y la memoria vía novela gráfica de “Persepolis” (Vincent Paronnaud, Marjane Satrapi, 2007), “Tower” reta con audacia los límites de la animación como medio de expresión, y las expectativas sobre lo que debe ser un documental.