En un papel enmarcado hay una mujer con los brazos abiertos. Su cabeza es un círculo, su tronco un triángulo y su cabello piernas y brazos, un par de líneas espantadas como agujas. Debajo de la dama del dibujo –eternamente preparada para un abrazo– se lee: así te estoy esperando. Tu mamá te adora. Cerca de esta nota también cuelgan unos versos del escritor peruano César Vallejos y un cheque que dice: con todo mi corazón, tu papá.
El espacio donde estos elementos conviven con fotografías familiares, un escritorio, un «palo santo» y un libro para colorear «tu propio Van Gogh», es un cuarto íntimo. Es el sitio más personal en la casa de Claudia Neira Bermúdez. Es el estudio de la Mujer Empresaria del Año 2016.
Claudia es una periodista de naturaleza inquieta que recientemente fue escogida por el Consejo Superior de la Empresa Privada, Cosep, como la empresaria más destacada del país. Ella es la mujer que en 2005 fundó y desde entonces dirige Crea Comunicaciones, una compañía que combina las relaciones públicas y la comunicación estratégica.
Crea! que entre sus clientes tiene a la Unión Europea, Invercasa y Coca-Cola, empezó empujada por la historia de una vaca. Hace más de una década, una amiga le contó a Claudia la siguiente anécdota:
Había un campesino con mucho potencial que solo tenía una vaca. La vaca le daba leche, mantequilla y queso. La vaca le daba de comer, por eso el hombre nunca dejaba su zona de confort ni exploraba sus habilidades. Se rehusaba a deshacerse del eficiente animal, hasta que un día la vaca salió de la ecuación y él, en la sin remedio, “empezó a crear y crear e hizo muchas buenas cosas en el campo”.
Claudia tenía su propia vaca: un empleo estable y bien remunerado como consultora por el que no estaba innovando. Después de recibir el consejo de su amiga, la periodista se atrevió a fundar su propia empresa.
Nacida en Brasil un Viernes Santo, Claudia Neira es mitad peruana y mitad nicaragüense. Su infancia estuvo marcada por la Revolución Sandinista. Su mamá, Juanita Bermúdez, se involucró tanto en el proceso que tuvieron que exiliarse en México para que no la mataran. Un pasaporte de Naciones Unidas, que hoy tiene colgado en la pared de su casa, les salvó la vida. En el documento hay una foto familiar que les permitió sacar del país no a una, si no a tres personas: Juanita y sus dos hijos.
El 20 de julio de 1979 regresaron a Nicaragua. Crecer en esa época, en el convulso ombligo de América, fue una oportunidad de ser independiente y tomar riesgos.
Claudia era tan hiperactiva que en su expediente estudiantil figura una expulsión del Colegio Centroamérica. Por esa misma personalidad, al bachillerarse se empeñó en estudiar periodismo. Era su primera, su segunda y su tercera opción. Recién entró a la Universidad Centroamericana (UCA) comenzó a trabajar en el diario Barricada y después se coló en La Tribuna.
Hoy, con 41 años, habla rápido y se confiesa adicta al WhatsApp. Mientras le cuenta a Niú su historia, desayuna, envía mensajes y revisa los periódicos buscando noticias sobre alguna de las cuentas que maneja. Encuentra una, le toma una foto y e inmediatamente la envía a su cliente.
Lo suyo es el mar y el color naranja. Quien entre a su oficina en la empresa Crea Comunicaciones lo notará. El tono está en las paredes, en los muebles, en los cuadros que exhiben el arte que más le gusta. Detrás de su escritorio hay una pizarra de corcho con otras fotos no tan íntimas como las que tiene en la oficina de su casa, pero personales al fin.
Una inmensa ventana con vista al corazón de Managua es una de sus partes favoritas de la oficina de Crea!, ubicada en el edificio Discover, en Villa Fontana. En este espacio admite que luego de un par de años de vivir para trabajar, ha aprendido a no responder correos después de las 9 p.m., a agendar más tiempo para ella y sus amigos, y a no hablar de trabajo fuera del ambiente laboral.
También ha conseguido separar sus finanzas de las de su empresa. Vive de un salario mensual y es fiel a los trozos de papel reciclado en los que anota y tacha pendientes. Esa es la rutina, ver en qué ha avanzado y qué falta terminar. Contestar llamadas. Enviar emails. Teclear. Revisar con su «ojo de águila» los detalles de proyectos importantes y volver a teclear.
“Quería hacer la empresa de comunicación en la que yo quería trabajar pero que no existía en ese momento. Quería una empresa que hiciera estrategias de comunicación (…) y que al mismo tiempo pudiésemos conectar personas, conectar iniciativas, ser un puente entre dos personas o grupos”, cuenta.
Crea! nació cuando Claudia regresó de Estados Unidos. Se había ido para estudiar inglés y se quedó en ese país por ocho años. Allá culminó una maestría en Artes, Periodismo y Relaciones Públicas en la Universidad de Marshall en Hunnington, West Virginia, tuvo un novio venezolano, aprendió a hacer arepas, estuvo en un periódico local y trabajó para el Banco Interamericano de Desarrollo por varios años. Vivía en Washington más por inercia que por pasión.
Lo hizo hasta que decidió volver a Nicaragua. En ese momento su amiga le contó la anécdota de la vaca y Claudia fundó Crea Comunicaciones. La compañía empezó con una tarjeta de crédito y un escritorio azul en una esquina de Galería Códice, el negocio de su mamá. Hoy puede decir oficinas en plural. Lo que inició como un reducido espacio se ha ampliado a distintos departamentos donde laboran quienes dan forma a los diseños, monitorean los medios de comunicación, redactan las notas de prensa y arman las estrategias para las decenas de compañías que les han contratado.
Claudia asegura que escoge con pinza las cuentas que representa y que su filosofía es hacer las cosas “bien hechas”. “Sino mejor no las hagás”, subraya. Lamenta, además, que aún hayan personas que dudan si ella es la dueña de Crea! : «Qué triste vivir en un país donde piensen que una mujer no puede ser capaz de hacer este tipo de historias”, critica.
Gin and tonic
Esta apasionada de la cocina asegura que disfruta bailar, que le encanta el Gin and tonic y que ha aprendido a manejar su carácter. Antes, dice, era “fosforito” y siempre debía “tener el control”.
En su casa y en su vida hay mucho arte. El aprecio a “lo lindo, lo estéticamente bonito” viene de sus padres. Por eso para ella, viajar es ir a los museos. Habla de primitivismo, de renacentismo. Si algo sobra en su vida son pinturas.
Claudia Neira también es directora del encuentro de narradores Centroamérica Cuenta, es vicepresidenta del Fondo de Becas del Colegio Centroamérica, es miembro de la Iniciativa de Liderazgo Centroamericana, conocida como CALI, tiene una imprenta y estuvo detrás de la creación del semanario La Brújula.
Prefiere las novelas que la poesía y siempre vuelve a leer Moby Dick. Lo hace por “su similitud con la vida. Nunca sabés qué te va a tocar por lo que el espíritu aventurero es vital por un lado. Y por otro lado la importancia de ser transparente y honesto, y no que el fin justifique los medios”, explica.
Esta empresaria asevera que actualmente las universidades en Nicaragua no están formando comunicadores que respondan a las necesidades del mercado laboral. Le alegra el premio que el Cosep le entregó porque, según ella, reconoce el emprendedurismo en una industria “poco conocida y poco entendida” y ayuda a desmontar un poco la idea de que su trabajo “es servir cócteles y hacer bocas”.
El galardón la motiva. Ahora el reto es mayor, concluye.
Estas son las canciones de Claudia Neira:
1. Una canción para cocinar
Alguna salsa: Mi media mitad.
2. Una canción para escribir
Cualquiera de las cuatro estaciones de Vivaldi.
3. Una canción para el karaoke
Alguna de Pimpinela. Olvida y pega la vuelta. La Chispa adecuada, la Maldita primavera.
4. Una canción para viajar
Un playlist de Bosé, Alejandro Sanz, Silvio Rodríguez, Natalia Lafourcade.
5. Una canción para ir al mar
Cualquiera de Sabina.
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