Lilliam Luna está presta para recibir a cuántos invitados se aparezcan por la puerta de su casa. “Yo estoy lista desde hace dos días, ayer me fui al mercado, y hoy comenzamos a cocinar”, dice Lilliam, mamá de Román “Chocolatito” González.
Para llegar a la casa de Lilliam, solo se necesita ubicar el letrero del barrio “La Esperanza”, por la Julio Martínez. Luego, se sigue en línea recta, guiado por unos grandes rótulos que la empresa de telefonía Claro ha ubicado a lo ancho y largo de la calle (es el principal patrocinador de Román), hasta llegar donde está una tarima con modelos de la misma empresa, luces de todos los colores y una gran pantalla, donde sintonizan el canal 4, único canal del país que transmitirá la pelea.
La casa, está en medio de la tarima y la gran pantalla. Está custodiada por dos agentes policiales y casi que tapizada de recortes de periódicos nacionales, por supuesto, del campeón del barrio.
“Pasen adelante”, dice amablemente Lilliam. De inmediato, muestra orgullosa los trofeos del campeón y los miles de cuadros de fotos que tiene de las peleas de Román y de personalidades del boxeo mundial. “Sigan, sigan, les quiero enseñar lo que cociné”, continúa..
En la cocina, hay dos grandes panas que tiene arroz a la valenciana y Chop Suey. “Son para los invitados especiales, las familias y los vecinos cercanos, tampoco hice para todo el barrio”, menciona mientras suelta una carcajada.
Antes no era así
La primera vez que “Chocolatito” peleó fuera del país (contra Yutaka Niida por el campeonato de las 105 libras de la Asociación Mundial de Boxeo), no hubo la algarabía de hoy. La familia sacó el televisor al porche de la casa, con unos vecinos, en la madrugada, celebraron el campeonato.
“No fue así de grande como hoy. Gracias a Dios, hay una tarima, con esta, son cuatro veces que lo hacen, el gobierno me puso la pantalla, y aquí estamos, esperando la pelea”, confiesa Lilliam.
En la sala de la casa de Lilliam, están muchas personas. El comedor se encuentra invadido de niños que están merendando el arroz a la valenciana. En las sillas mecedoras, los adultos, platican de cualquier cosa, menos de la pelea. Cerca del televisor, están los que si hablan de boxeo, y que escuchan, a cómo pueden en medio de tanto ruido, a Enrique Armas y Carlos Alfaro, narradores del canal 4.
Platos de comidas van llenos para afuera, donde está la tarima, y regresan vacíos, justo para echarlos en el basureo. “Aquí en la cocina, antes estaba un palo de jícaro, en mi cuarto, que está atrás, había una palmera, y en el patio, donde duerme mi otro hijo, estaba un palo de coco”, cuenta la madre de Román, ligeramente emocionada.
Antes, “era una casita vieja”. Hoy, es una casa grande, bonita, colorida, adornada por trofeos y una gran foto del campeón, su hijo, y el presidente Daniel Ortega.
“Si Román no gana estamos preparados, no siempre se trata de ganar y ganar, pero creemos que eso no sucederá hoy”, aclara al ser cuestionada sobre si lloraría con una posible derrota del campeón pinolero.
La casa de la mamá de “Chocolatito” está “alegre”. Hay música, bailarinas, modelos, comida, policías y claro, el calor de la gente del barrio donde vive Lilliam. Ese que nunca pierde la esperanza de ver ganar al niño que de pequeño quería ser futbolista, pero que hoy, por un capricho del padre, más que por vocación, está a punto de ser el primer boxeador nicaragüense con cuatro campeonatos en distintas categorías.