«Toñita», la guerrera de Bocana de Paiwas

Antonia López es una mujer "enojada", que se enfrentó a su agresor. Esta es la historia de una sobreviviente que inspiró a toda una comunidad

Publicado el 15 marzo, 2018
Anagilmara Vílchez | Elmer Rivas
Fotografía: Carlos Herrera

Le dividió el cabello por la mitad y le hizo dos trenzas. Le puso pequeñas flores en el pelo y un vestido nuevo. Ese día, el más triste de su vida, cuando vistió a su madre muerta, Antonia López lloró.

Lloró de rabia. Lloró. Lloró por lo que halló en su cuerpo: una cicatriz en la espalda, otra en el muslo, una debajo de la quijada. Tenía rotas la mano derecha y la pierna izquierda. Varias veces Antonia escuchó a su madre hablar de sus cicatrices, pero las miró hasta que María López murió. Murió a los 76 años por tuberculosis. Casi una década después de separarse de Sergio López, padre de sus 16 hijos y su agresor.

Aunque no consiguió asesinarla, vivir con él fue otro tipo de muerte.

“Una vez la iba a matar mi papá a mi mamá, la echó al suelo y le tenía un machete en el pescuezo y tuvimos valor yo y otra hermana. Una le agarró la punta del machete y la otra el cabo y le dijimos: no papito, no la mate papito, déjela”, recuerda Antonia, hoy de 53 años.

Iba a degollarla y echarla al río. Iba a matarla frente a sus hijos cuando ella le reclamó por una de sus amantes. La primera vez que Sergio le pegó a María tenían ocho días de casados. Le quebró la mano derecha con un garrote y la siguió golpeando por los 50 años que duró su matrimonio.

La tiraba al corral y le pegaba, la encerraba en un cuarto y le pegaba, si ella reclamaba le pegaba. Por una de sus tantas golpizas perdió un hijo.

Otro día la obligó a subirse a un farallón y la empujó. Creyó que estaba muerta y la dejó tirada. Sus hijos la encontraron con la pierna hecha añicos y apenas respirando. “Nosotros veíamos y llorábamos”, cuenta Antonia.

“Mi mamá era la que tenía que cuidar todo (en la finca), mozos, cocinar, junto con toda la chavalada que éramos nosotros; y él encuartado con otra mujer, salía la otra mujer y él se iba a bañar y ellos platicando juntos y mi mamá como cocinera y criando hijos de él, porque estaba embarazada o criando tiernos. Fuimos 16 (hijos) por todos. Mi mamá más que todo lo hacía por la comida, por la finca, por no vernos sufrir”, lamenta.

Antonia quería crecer y defenderla. No sabía que su testimonio de violencia –y supervivencia– después inspiraría a su madre.

Continuá leyendo la historia en esta galería de fotos o podés mirarla en el siguiente vídeo:

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