En 1955 un grupo de estudiantes de Derecho se plantó en las instalaciones de la Cámara de Diputados de León, para exigir la aprobación de un proyecto de Autonomía Universitaria escrito por ellos. Nicaragua vivía bajo una dictadura y la educación superior permanecía bajo la bota de Anastasio Somoza García, el padre de la dinastía.
Los diputados, en su mayoría liberales, rechazaron la propuesta. Los jóvenes universitarios ganaron ese día el respaldo de la opinión pública y de la prensa nacional.
Pasaron tres años para que, a través de un decreto presidencial, el proyecto de una universidad autónoma viera la luz en 1958. Después de la muerte de Somoza García, ascendió al poder su hijo, Luis Somoza Debayle, un político “con ideas diferentes a las de su padre”, que quería dar la imagen de una «transición democrática». Así lo describe el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, pupilo de Mariano Fiallos Gil, conocido como el padre de la autonomía universitaria, quien fue elegido como rector de la Universidad Nacional de León en 1957 y al año siguiente logró que su universidad fuera autónoma.
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«Era la primera vez que en Nicaragua había una representación de estudiantes. Era un signo de los nuevos tiempos que querían una representación estudiantil», confirma Sergio Ramírez.
Los cambios con el decreto de autonomía dieron una nueva perspectiva a las universidades del país. Por primera vez, se reconoció la importancia de una formación humanista que forjó a una nueva generación de estudiantes conscientes de la realidad del país y fue el nido de líderes revolucionarios.
60 años después, a finales de abril del 2018, las universidades públicas se han convertido nuevamente en el bastión de una nueva resistencia y sus estudiantes son las voces de reclamo ante la manipulación política en los recintos.
Las pancartas y las consignas han vuelto a las universidades después de un largo silencio de 10 años. El 7 de mayo, “el gigante UNAN”, como muchos le han llamado, despertó pidiendo la salida de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN), tildado por críticos y universitarios, como el brazo del FSLN en las universidades.
«Los símbolos del control social de Daniel Ortega eran las calles y las universidades. Perdió las calles y ahora los estudiantes tienen tomadas las universidades. Los centros de resistencia salen de las universidades, que es donde él (Ortega) nunca se imaginó», recalca el doctor Ramírez. También en el siglo pasado, uno de los focos de resistencia contra la dictadura de la dinastía somocista surgió en los recintos.
Desde el 19 de abril, la Universidad Nacional Agraria (UNA), la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, de Managua y León (UNAN) y otras universidades del interior del país reclaman elecciones justas en sus recintos y una limpieza en sus estructuras estudiantiles. Las barricadas se han levantado y los ataques para desarticular la lucha de los jóvenes han sido constantes, sin embargo, ellos se mantienen en sus trincheras y exclaman a la misma voz: «¡UNEN no me representa!»