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Blog | A la unidad, por el divisionismo; al consenso, contra la democracia
Divisionismo en la oposición
Foto: Archivo. Carlos Herrera | Niú

Las estrategias de la "oposición" en Nicaragua

     

Los viejos políticos que, desde abril 2018, nos prometieron una nueva forma de hacer política, ya consumieron más de dos años de peroratas y cantinelas, de solemne irrelevancia. No pudieron añadir un solo codo a su estatura: al contrario, merman cada nuevo día, como opción política anti dictadura. No ofrecieron nada nuevo, pero nada. Y nos han orillado a casi una derrota estratégica de la rebelión de abril.

En ese orden, hay que referirse a dos aspectos de esa peligrosa y posible derrota: el hecho que estos políticos de “oposición” nos presentaron su divisionismo, como la estrategia correcta unitaria y el hecho que, llamando a construir la democracia, no hacen más que violentarla una y otra vez.

1. A la unidad, por el divisionismo

Entre lo “nuevo” que nos vendieron, están allí esas tres opciones organizacionales “paraguas” en vez de una sola: Alianza, UNAB, Coalición.

¿Qué pasó? Como el inicial grupo de líderes “arzobispales” no quisieron poner en riesgo su control de la Alianza Cívica, ese vehículo formateado entre Ortega y la Conferencia Episcopal para uso exclusivo de un diálogo negociante, se dispusieron, calculadamente, a alentar el aglutinamiento “nacional” en la Unidad Nacional Azul y Blanco-UNAB. Allí se dejaron venir entonces todo tipo de organizaciones de la sociedad civil. La Alianza corrió el riesgo de diluirse. En este su primer susto, la Alianza Cívica pudo observar que la UNAB podía erigirse en la parte negociadora con Ortega, o que si alentaba más el activismo anti dictatorial, podría poner en peligro la salida al suave CON Ortega. O una de estas opciones, podría conducir a la otra.

En el entender de la Alianza (cuando los obispos se retiraron del diálogo INCAE, los empresarios extendieron sus piernas en las bancas dejadas por la iglesia), esa negociación tipo “repartidera” del poder, era monopolio de la Alianza. Todo horizonte de normalidad, democracia y paz para los empresarios, ha consistido, consiste y consistirá, en rescatar de nuevo, quizás con ciertas variantes, el modelo de comensalismo en el que medraban antes del 19 de abril. Entonces, pensando en un «amplio frente electoral» que uniese el voto para competir democráticamente con la dictadura (!) pasaron a conformar la Coalición Nacional, con bandera celeste y todo cuento. Mientras en la UNAB se vieron las caras con la sociedad civil en toda su diversidad, en la Coalición se encontraron con otros zorros líderes profesionales de partidos electoreros. que les podían comer el mandado. Tocaron a retirada. Allí nos legaron esos tres vehículos «unitarios». “No queremos ir de pasajeros, queremos el timón”, aclaró el joven Lesther Alemán.

Lo asombroso es que nadie nos ha preguntado y tampoco nos hemos preguntado: ” Entre 1) la Alianza, 2) la UNAB, 3) la Coalición electorera, ¿cuál te gusta y por qué? ¿Qué las hace diferente? ¿Qué las hace semejantes? ¿Estar en tres organizaciones, hace más fuertes o más débiles a las fuerzas anti dictadura? ¿Entre más organizaciones unitarias tengamos, es mejor para el pueblo?”.

Y todos ellos, desde las tres organizaciones, claman, oran y lloran a gritos llamando a la unidad, desde esos tres espejismos, que han desorganizado y confundido no a pocos.

Hay ejemplos: el activista de calle, el estudiante Edwin Carcache, renunció a una de esas organizaciones; le dieron un cargo y entonces regresó; más adelante, volvió a salir, se metió a otra y terminó como representante de un partido zancudo en la “nueva” Coalición. La fogosa y valiente activista Irlanda Jerez (desde el exilio después de su amarga experiencia en prisión), prefirió organizar la suya propia, aunque su organización parece no incidir en la coyuntura.

La experimentada Gioconda Belli, cometió el error de aceptar un cargo dentro de la Alianza Cívica, al dedazo de Carlos Tunnermann y tuvo que renunciar recientemente. Grupos estudiantiles salen de una y se meten a otra, o se declaran en un margen temporal “mientras se aclaran los nublados del día”. Medardo Mairena se fraccionó de Francisca Ramírez y de Pedro Mena, se salió de la Alianza Cívica, pero se unió con ellos en la Coalición electorera. Sandra Ramos, dirigente del sector textil de zonas francas, renunció por «la falta de diálogo a lo interno de la Alianza y en medio de críticas de que no son capaces de presentarse como oposición real ante la población». Y Ernesto Medina, ex Rector universitario, ha declarado estar reflexionando «qué sentido tiene mi participación», exigiendo a la Alianza «ser clara y honesta» en su actuar político (La Prensa), etc.

Al final, los inmaduramente “presidenciables”, han quedado cada uno con su juguete electorero esperando la señal benemérita de Ortega: Juan Chamorro y la sombra de Kitty Monterrey y Eduardo Montealegre esperan en la Alianza Cívica; Félix Maradiaga y la sombra del MRS aguardan en la UNAB; Medardo Mairena y la sombra de Arnoldo Alemán y el PLC, se parapetan en la Coalición. Y todos ellos se “sublibellan“ por la unidad y se hacen llamados, unos a otros, a “deponer intereses personales” en aras de la patria, etc.

Y… ¿qué son la Alianza Cívica, la Unidad Nacional AyB, la Coalición Electorera, sino muestras, las más claras, del mayor divisionismo y mezquindad posibles, frente a una dictadura súper organizada e implacable, ¿sin límites en su ejercicio de su poder?

¡No te diste cuenta! ¿En qué momento nos tragamos ese cuento de niños que la unidad pasa por enfilarse en tres o más organizaciones “líderes” y luego, juntarlas, ¿para separarlas y generar una cuarta y otra y otra? Y todo este divisionismo, ¡en nombre de la unidad!

Los caudillos de antes, cuando hacían estas divisiones, se iban a sus fincas, armaban a sus mozos y arrendatarios y armaban la que te trajo. Hoy en día, nuestros civilizados caudillos pregonan que tenemos que someternos a las leyes de la loma de El Carmen, convivir con el caudillo y así arman la que nos lleva.

2. El consenso como Ley de fuga

Ante esa solemne pérdida de tiempo político, de energías, de falta de concentración en un objetivo estratégico “simple” (la salida inmediata de la dictadura), la “oposición” ha dado una explicación que, a su vez, es otra violación a la democracia. Han dicho: “La Alianza Cívica ha propuesto retomar la importancia del consenso en la toma de decisiones”.

A pesar que esto ya está resuelto en los Estatutos de la Coalición (tardaron un trimestre elaborándolo): las decisiones se toman por consenso, si no hay consenso, se pasará a votar por esa decisión, la Alianza se retiró de la Coalición aterrada de vivir bajo el régimen del voto democrático.

Sostener que el consenso es sustantivo a la democracia, es traicionarla conscientemente: La democracia surgió como alternativa liberadora ante el absolutismo, la concentración del poder en una minoría. El tirano, monarca, Khan, líder de tribu, tenía el monopolio del poder, de la fuerza. Sus decisiones no podían ser cuestionadas y aunque podría parecer que las sometía a discusión antes de anunciarlas, no cabía la más mínima posibilidad de disenso, que surgiese otra propuesta de solución fuera del poder absolutista. Claro que en determinadas situaciones puede haber un consenso muy enriquecedor: por ejemplo; hay que respetar sobre todas las cosas, los derechos humanos. Pero esto requerirá una declaración de principios, objetivos, formas de tipificación de esos derechos, amplitud, etc. Así que el consenso genérico debe terminar en una decisión que exprese las visiones de cada una de las partes decisorias. Pero una sociedad es fundamentalmente pluralista, diversa y el consenso difícilmente podrá cubrir esas expresiones.

La domesticidad y pasividad de la mayoría hacia la minoría termina llamándose consenso. ¿Alguien puede discutir que Ortega y Murillo no manejan su organización criminal por consenso? Allí todo es por consenso; así se impuso su estrategia de “vamos con todo”, que desató contra el pueblo la furia genocida, el crimen de lesa humanidad desde abril 2018.

El consenso viene a ser una parte sustantiva de todo poder dictatorial, es el complemento que garantiza la pasividad acrítica de la mayoría y el cumplimiento de la voluntad de la minoría dominante. Pero ¡ojo!, claro que el consenso puede también ser una fase romántica o incluso pragmática cuando se quieren controlar las posibilidades de disputas del poder y aparentar democracia.

Muchos de los testimonios de excomandantes y exmiembros de la Junta de Gobierno o allegados, dan cuenta de cómo en las primeras fases del ejercicio del poder, en el FSLN y las Juntas de Gobierno se actuaba por consenso. Eso llevó, por ejemplo, a que paladines de la libertad de expresión y de empresa, como Violeta Barrios, Alfonso Robelo, Moisés Hassan, miembros de la Junta de Gobierno, firmasen el decreto del cierre manu militari de Diario El Pueblo (enero 1980), montasen un juicio y condenasen a prisión a periodistas y activistas sindicales y confiscaran en esa ocasión, máquinas, vehículos, insumos del diario y personales. Todo por consenso. Una especie de ley de fuga para aniquilar la democracia liberal en su estado nonnato.

La democracia: el voto expresa el equilibrio entre la mayoría y la minoría

La democracia liberal se basa en el ejercicio del voto. En una organización democrática el voto es sustantivo a su naturaleza. Esto cobra más relevancia en un modelo de democracia directa, no solamente representativa.

Mediante el proceso de conteo (en general, cada persona o representante, un voto), se lleva a cabo un examen detenido del criterio y la voluntad de cada elemento de ese poder democrático. Funciona bajo el principio que la mayoría decide una cuestión y que la minoría, que ha tenido tiempo y oportunidad de expresarse, se somete a esa decisión mayoritaria. Esa decisión puede ser unánime (semejante al consenso, pero de una calidad superior), por mayoría absoluta o por mayoría simple. Claro, esa minoría «perdedora», conserva el derecho de argumentar o probar de mejor manera su posición y pedir de nuevo, si es pertinente, una nueva votación. Y así sucesivamente.

Es la REGLA DE LA MAYORÍA. No hay democracia liberal sin esta regla y con mayor sentido aún, si se trata de una democracia directa.

En cambio, el consenso es la imposición de la minoría sobre la mayoría: si en un tema, 99 representantes están de acuerdo en una decisión y uno solo no está de acuerdo, no hay decisión. Los 99 se someten a la voluntad de uno solo. Es lo contrario del principio democrático. ¿Se nos olvidan tan fácil recuerdos, por ejemplo, de como funcionaba el consenso en la Alemania Nazi, en la España de Franco, la Italia de Mussolini? ¿Cómo funciona el consenso en Corea del Norte, Cuba o Venezuela? ¿En Nicaragua?

Por lo tanto, la democracia es el dominio de las decisiones de la mayoría sobre la minoría. El consenso en cambio atenta contra la democracia al establecer el dominio paralizante de una minoría sobre una mayoría.

Vaya usted, amigo, amiga del consenso, a proponerle a la Junta Directiva del Grupo Pellas, que tomen sus decisiones por consenso y veremos qué le contestan: Cada accionista le agitará en su cara el número de acciones que tiene para expresar su voto por alguna propuesta. Le dirá que usted quiere llevar a la ruina a los accionistas, con esa propuesta de consenso. Pues bien, en el resto de organizaciones democráticas, cada persona, cada representante es al menos, un voto y ese derecho al voto, debe ejercerse cada vez que un órgano de decisión se reúne para eso, para tomar decisiones.

Como vemos, al menos la Alianza, llena de empresarios y profesores incaístas, sabe lo que hacen y dicen; no es gratuito que se enfrasquen en ese tema del consenso y huyan del voto: le temen a la democracia, le temen a la mayoría que los abruma. Y eso incluye a muchos otros políticos, activistas anti régimen, líderes autoconvocados, periodistas independientes, que le han seguido, quizás ingenuamente, el juego a esta tesis oportunista, del consenso, “en aras de la unidad”.

Renunciar al derecho al voto, a la regla de la mayoría, en organizaciones que dicen luchar contra la dictadura, sólo es el germen que puede anidar, la siguiente dictadura.

Para reflexionar:

  • Consenso: Decisiones se toman sin votación. Cualquiera que no está de acuerdo, bloquea la decisión que se discute.
  • No hay decisión entonces. No se avanza, se pasa a otro tema. En este mecanismo, la mayoría se somete al disenso de una minoría. No hay poder de voto, sino poder de veto.
  • Voto democrático: Regla de la mayoría. Hay votación, hay VOTOS. La minoría se somete a la mayoría. Hay poder de voto y no hay poder de veto.

Ejemplos prácticos:

  • La Dirección Nacional del FSLN (9 personas) gobernaba por consenso y así institucionalizaba su mesianismo arbitrario.
    Y hoy esa Dirección Nacional (minimizada a 2 personas, un matrimonio) lo sigue haciendo y le llama «Pueblo presidente».