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La película de Ortega y Murillo
Daniel Ortega y Rosario Murillo sobre el coronavirus en Nicaragua
Daniel Ortega y Rosario Murillo en un encuentro con representantes de la OPS y su gabinete para una reunión virtual con miembros del SICA. // Foto: Gobierno

Usarán la crisis para consolidarse económicamente, como ya han hecho antes; y también el entorno caótico, inseguro y de desesperación para prolongarse en el poder

     

Daniel Ortega y Rosario Murillo, después de 13 años al frente de la dictadura sandinista en Nicaragua, inventando cualquier tipo de historias para presentarse como víctimas, como revolucionarios, como redentores y salvadores de un pueblo confundido, están hoy creando la película que podría definirles para siempre. Un largometraje donde, como es costumbre, son ellos los protagonistas y el pueblo de Nicaragua los extras desechables. El comportamiento del régimen desde que se comenzó a hablar del coronavirus a nivel mundial nos indica algo que ya para muchos es bastante obvio, pero es necesario explicarlo en detalle.

Sus intenciones son bastante simples y claras:

  • Eliminar las sanciones internacionales.
  • Adquirir fondos de emergencia que oxigenen la dictadura.
  • Amortiguar el gasto de Seguridad Social reduciendo el número de beneficiados.
  • Y crear un entorno para que en el 2021 mantengan el poder.

Todo esto con la ayuda de un virus que les cayó como agua de mayo. Pero el problema no es tanto el provecho que quieren sacar de esta pandemia, sino la forma grotesca, criminal y genocida con la que lo están ejecutando. Espero tengan ganas de leer.

Cuando se comenzó a hablar del virus, eran muy pocos los Gobiernos que lo tomaban en serio. No se quería caer en la típica paranoia que podría tener afectaciones económicas innecesarias. El Gobierno de Nicaragua, con su conocida irresponsabilidad ante las crisis, fue uno de esos tantos Gobiernos que no tomaron ninguna decisión trascendental para enfrentar el problema. Típico en las películas ver cómo el científico llega a advertir al gobernante y este, tachándolo de paranoico, decide ignorarlo. El gobernante piensa que el tiburón, o el cambio climático, o los extraterrestres o lo que sea, no son amenazas significativas, la verdadera amenaza es perder turismo en temporada alta, o cancelar las festividades, o desplazar a todo un pueblo y que al final no pase nada. Pero todos hemos visto esas películas, todos sabemos que siempre pasa algo.

Cuando se comenzó a ver la peligrosa facilidad de contagio, el rápido alcance a nivel mundial y el aumento exponencial en contagios y en muertes, hubo una ola de Gobiernos que inmediatamente declararon cuarentena, cerraron fronteras y pusieron a toda su Administración en función de prevención y amortiguación. Ortega y Murillo se quedaron en la pasividad y no hicieron más que poner el tema en sus medios, hablando de la importancia de prevenir y de tener amor y paz.

Hasta este momento uno pensaría que la razón por la cual no habían actuado con contundencia era por miedo a las pérdidas económicas para ellos y su cúpula de empresarios. También temor a que se destruyera por completo la ilusión de la Nicaragua normal que tanto se han esforzado en imponer después de sus crímenes de lesa humanidad. Y claro, el terror a que una cuarentena se convirtiera eventualmente en un paro nacional, abriendo la posibilidad de otro estallido popular en su contra.

A partir de aquí, esta película pasa de ser un thriller de suspenso sobre una epidemia, a una ridícula trama con un par de villanos tan estereotipados que encajan en lo ridículamente predecible.

¿Por qué?

Desde la primera semana de marzo, Ortega y Murillo han multiplicado la cantidad de manifestaciones, de aglomeraciones, de marchas, de actividades públicas. En vez de declarar una cuarentena, en vez de cerrar fronteras, han reforzado su campaña mediática para promover las salidas recreativas, las actividades de Semana Santa, también para darle la bienvenida a turistas. Publican con entusiasmo las veces que los cruceros repletos de turistas han desembarcado en nuestros puertos, con niños y ancianos presentes para recibirlos. No por razones humanitarias, sino por turismo y para dar una imagen de normalidad. En momentos donde ya es una tendencia mundial el cierre de escuelas, Ortega y Murillo no solamente se han rehusado a enviar estudiantes a casa, sino que están promoviendo una campaña donde comunican que está bien ir a clases, que el Gobierno no cerrará escuelas ni universidades. Además, amenazan a colegios privados con sanciones o cierre si deciden eliminar clases presenciales. Envían a alumnos a marchas por las calles. Dicen abiertamente que abracen a sus abuelos, que hay que visitar a los familiares. Uno pensaría que como líderes revolucionarios darían el ejemplo, pero no. Convocaron a una marcha llamada “Amor en tiempos del covid-19” el sábado 14 de marzo y, mientras centenares de sandinistas se exponían marchando, Ortega y Murillo celebraban la lujosa y privada boda de su nieto.

En estos días, donde el HT #QuédateEnCasa es la gran tendencia mundial, la dictadura está enviando a los trabajadores del estado a hacer visitas casa por casa para “crear conciencia” sobre la pandemia. La mayoría de estas visitas, según vídeos y testimonios, resultan ser una retórica vacía donde repiten una y otra vez que “este Gobierno tiene todo bajo control y que quienes quieren desestabilizar son los opositores”. Agregan que hay que enviar niños a clases y que no hay nada de qué preocuparse. Y claro, de vez en cuando mencionan la importancia de lavarse las manos, lo cual es una clara ironía dadas las circunstancias.

Ya se sabe que hay muchos casos de covid-19 en el país, pero dado que todo diagnóstico pasa primero por Rosario Murillo, quien controla el flujo de información, no se sabe a ciencia cierta cuántos casos hay. Solo se conocen filtraciones de varios hospitales, que ya son casi imposibles de esconder. Entonces, Murillo está eligiendo publicar los casos que pueda usar para dar una narrativa de que son “importados”. Los dos confirmados hasta la fecha (21 de marzo), fueron personas que supuestamente lo contrajeron en Panamá y Colombia. Publicaron un posible tercer caso que también lo obtuvo en Panamá. Quieren dar a entender que en Nicaragua las cosas están bien y cualquier problema, es traído desde afuera. Pero peor aún, escondiendo las cifras quieren hacerle al pueblo creer que todavía estamos en una fase muy prematura de las infecciones, cuando en realidad está muy avanzada. Esto cala subliminalmente en sus seguidores y les hace creer que el Gobierno lo tiene todo controlado. Y claro, si yo creo esa narrativa, respaldada por la cantidad de medios de comunicación que son propiedad del Gobierno diciéndome que puedo salir, que debo disfrutar mi Semana Santa, que mis hijos pueden ir a clases con seguridad, es obvio que muchas personas se verán influenciadas. Algunas por fanatismo, otras por manipulación o por no querer interrumpir sus actividades diarias esperando que no haya peligro. El Gobierno está usando esa predisposición para que la gente salga y tenga contacto entre sí.

Esto ya no es secreto para nadie en Nicaragua. Inclusive, si Ortega fuera el personaje secundario de esta película, víctima de las circunstancias y que de buena fe quisiera evitar afectar la economía, pues entonces Ortega haría lo que siempre ha hecho, esconderse, a como lleva escondido por varias semanas sin dar la cara, sin dar declaraciones. Estaría escondidito como ahora en su búnker de El Carmen, a salvo de cualquier contagio, buscando como disimular que está haciendo algo al respecto y esperar a que el problema no sea más grave de lo que ya es y que todo esto tenga un final feliz. Pero no. La dictadura en Nicaragua está de forma activa, agresiva y casi sofocada, promoviendo que se contagie la mayor cantidad de nicaragüenses. Ellos saben que en pocos días habrá miles de contagios, centenares de muertos y el colapso de hospitales, como hemos visto en Italia y España. Y, al igual que esos personajes malévolos que quieren ver la ciudad arder y gobernar sobre sus cenizas, están procurando que haya menos personas recibiendo su pensión y menos gastos para el ya drenado y colapsado Instituto Nicaragüense de Seguridad Social que el Gobierno usó como caja chica llevándolo a su peor déficit. Otro gol que metería Ortega si todo sale como él quiere. Los viejitos nunca fueron prioridad para ellos y no lo serán tampoco ahora.

Esto también les permitiría en un futuro cercano pedir que se levanten las sanciones internacionales, aunque estas hayan sido producto de su propia corrupción. Ya todos sabemos que han estado cabildeando tanto con el FMI como con el Banco Mundial para recibir fondos, además del millón de dólares que les tocará por parte del BCIE. No solamente usarán la crisis de todo un país para consolidarse económicamente, como ya han hecho antes, sino que un entorno caótico, inseguro y de desesperación que se pueda prolongar hasta el 2021 o más allá, le daría todas las excusas para tomar medidas extremas “en pro de lidiar con la crisis”, como por ejemplo: quedarse en el poder. Ya sea eliminando las elecciones como tal (usará la carta de víctima diciendo que no hay dinero para convocar a elecciones, o que el país debe priorizar “salvar a la población”) o cualquier otra excusa vacía y falsa para que sus seguidores y sus pocos aliados afuera la aprueben y así buscar cómo legitimarse por más tiempo en el poder. Como el mismo Somoza que se aprovechó de la destrucción del terremoto de Managua, en 1972, donde murieron 10 000 personas y acaparó la ayuda internacional y esto le dio una excusa perfecta para promoverse como el único líder capaz de hacer una reconstrucción. Ortega y Murillo, copiando descaradamente como siempre del dictador antes que ellos, están buscando lo mismo. Ellos más bien agradecen este “regalo viral” que les cayó en un momento en el que tienen los más bajos índices de aceptación, popularidad y encaminados a perder masivamente las elecciones del 2021 en caso de hacerlas con transparencia y legitimidad.

Y así es la película de Ortega y Murillo en estos tiempos. Como se pueden imaginar, en su sucio plan de usar la pandemia como una herramienta de oxigenación a su dictadura, esta trama puede sonar demasiado absurda, ridícula o fantasiosa. Pero después de la forma en que la dictadura ha actuado desde la crisis de abril 2018, los teatros, el circo, la forma de manipular a sus bases, el discurso de paz mientras recetan balas, el de libertad mientras reprimen marchas y secuestran manifestantes, no es ingenuo pensar que en su afán de aferrarse al poder, sean capaces de exterminar a un porcentaje de su población. No serían los primeros en hacerlo y no sería la primera vez que lo hacen. Como típico villano de película cuyo plan está ante los ojos de todos, espero que la comunidad internacional comprenda la gravedad de lo que está haciendo la dictadura para empeorar la crisis del covid-19 en Nicaragua. Y espero que con la negación de los fondos que solicitaba Nicolás Maduro, Ortega comprenda que el caos, la crisis y la muerte no son herramientas para permanecer en el poder.

No me sorprendería que en su mente desquiciada y alienada de toda realidad, Ortega y Murillo sientan que están haciendo lo correcto. Que son los héroes de la película, los que toman las decisiones difíciles por el bien común. Pero ya ven, Thanos quería salvar al mundo eliminando a la mitad de su población. Afortunadamente Daniel Ortega y Rosario Murillo no tienen las Gemas del Infinito, porque viendo las formas en que han buscado cómo desaparecer a la oposición, en un chasquido de dedos habría 80% menos de nicaragüenses.

*El autor es cineasta.