La “sana” democracia de cada seis años
En Nicaragua, los procesos electorales no se han suspendido por más de cinco años, a lo largo de nuestra historia de vida independiente. La primera Ley Electoral se promulgó en 1838, precisamente y no es hasta 1955 que se reconoce el derecho al voto, de las mujeres. Eso quiere decir que de plano, podemos eliminar todas las elecciones anteriores como legítimas, por ese hecho antidemocrático.
Sin embargo, desde 1955, la persistencia de la cultura electoral quizás nos está indicando que tantas elecciones demostrarían que no hemos andado tan mal, puesto que incluso los Somoza las hacían de vez en cuando, aun sin participar ellos de candidatos (…) aunque después diesen sus golpes de Estado famosos.
Todo legal y formal, incluso, elegante, no importa la opresión y represión del tiempo del mandato presidencial, porque hay democracia al haber elecciones cada 4, 5, 6 años, según muchos. Eso es muy sano, muy “democrático”, que cualquier pueblo en este mundo pueda elegir libre y periódicamente (al gusto y según la necesidad social) a las autoridades del Ejecutivo y del Legislativo.
Esa pasión política sobre las elecciones como la sustancia de la democracia, está siendo alentada por ciertos pregoneros de las superficialidades democráticas, en alternativa a una visión de cambio, mas revolucionaria que el pueblo de Nicaragua vislumbró con su acto de rebeldía desde abril 2018. Es echar rápido agua fría sobre el café hirviendo y a punto de desbordarse en el perol. Las elecciones incluso su fecha, se venden y eso va a arreciar en estos días, como el punto estratégico de la lucha popular contra la dictadura militar sandinista.
Es lógico, llegados a las cercanías del evento electoral, el régimen nos atosigaría con esa “fiesta cívica”, dejando a un lado los asesinatos atroces, los secuestrados e incluso, las nuevas tandas de ciudadanos asesinados o reprimidos.
Ya dije antes, para tranquilidad de algunos, que las elecciones periódicas son un ejercicio sano de democracia. Pero este ejercicio sano y periódico de nuestra democracia occidental tiene un inconveniente y un vicio oculto: por ejemplo, al elegir en el caso de Nicaragua, por su glorioso y honesto pasado cada cinco años al Ejecutivo y a los diputados, no podemos adivinar cuál va a ser su comportamiento futuro ni tenemos mecanismos de corrección cuando alguien sale inepto, corrupto, déspota, dictador o incluso, genocida. Es efectivamente, como en el juego de La Raspadita de la Lotería Nacional: tenés que pagar antes de ver lo que te va a salir. Así de raspadita funciona nuestra democracia.
Un cargo electo, ¿es irrevocable a toda costa? Allí es donde vienen los argumentos que es anticonstitucional removerlos de sus cargos y menos, ante esa urgencia nacional, adelantar las elecciones: no importa que el electo ahora en el poder sea genocida, criminal, abusador, corrupto y ladrón; lo que importa es que fue electo por el voto mayoritario en las últimas elecciones (no importa si hubo fraude) y removerlo de cualquier forma, atentaría contra sus derechos humanos y contra la democracia.
Estos argumentos falaces demuestran en realidad, que estamos inmersos en una democracia pervertida o al menos, manipulados por demócratas pervertidos. Es claro en este panorama, que tener elecciones periódicas, no garantizan una democracia más efectiva, transparente y participativa. Las elecciones no son la democracia en sí mismas y por sí mismas; son mecanismos, herramientas que bien pueden servir a sus propios fines, a algún Somoza o a algún Ortega.
De hecho, esa es una de las debilidades esenciales e históricas de los sistemas de democracia representativa, mediante el cual el pueblo delega el poder por un periodo determinado a ciertos individuos de los que no hay garantía sobre sus decisiones, sus valores, sus cambios políticos y personales.
La democracia, ¿es lograr que alguien nos represente o que tengamos poder de participar? Y ese es el mismo riesgo de las próximas elecciones periódicas, se hagan en su fecha original, se adelanten o se atrasen, que también suele suceder, con el mismo manual electoral o con nuevo manual de elecciones. Y no va a ser distinto para los que resulten definitivamente confirmados como los próximos presidentes, diputados o magistrados en Nicaragua, independientemente de la fecha del evento eleccionario.
Por ello, al margen de quién es quién en cualquier resultado de cualquier proceso electoral, es de hecho una obligación nacional trabajar de inmediato en el sentido de asegurar una participación más directa y cotidiana de la ciudadanía en el ejercicio del poder político.
Tenemos que desarrollar entre todos, mecanismos constitucionales que aseguren una participación permanente, democrática, de parte de los electores sobre sus elegidos, de tal manera que los eventos electorales sean episodios de fortalecimiento de esa participación y no una simple competencia publicitaria cada cinco años. Es fundamental la organización de los ciudadanos en sus expresiones más naturales y cercanas.
Para esos fines, podríamos considerar que ya tenemos a la mano una organización natural ciudadana, que es la organización de los pobladores en base a sus circunscripciones electorales.
Demandas de rendición de cuentas
• Reformas constitucionales
• Plesbicitos
• Referéndum
• Iniciativas Ciudadanas
• Acciones revocatorias de mandatos a todos los niveles
Todas estas acciones son mecanismos participativos que aseguran que los representantes electos por votación popular cada ciertos periodos de tiempo, no se alejen en ninguna circunstancia, del servicio a los intereses populares y del país, ni del programa con el cual fueron electos por el voto popular.
Nicaragua ha caído de bruces en el Siglo XXI, arrastrando traumas y herencias negativas del siglo pasado, de las cuales tiene que liberarse. Con decisiones políticas que garanticen la más amplia participación ciudadana, el control del poder político, la rendición de cuentas y evaluación por resultados, nos aseguramos avanzar en conquistas sociales y materiales que sean irreversibles e inalienables.
Debemos comenzar a trabajar en ello, antes de las próximas elecciones nacionales, durante ellas cuando se den y especialmente, después de ellas. Solo así la periodicidad de las elecciones tendrá su verdadero sentido democrático. Construir democracia no es tarea de un día, pero empezó ayer.