En pantalla

La vida secreta de los homosexuales: Netflix revive a “The Boys in the Band”
The Boys in The Band

“Los Chicos de la Banda” pueden ser crueles consigo mismos y entre ellos, pero no compiten con la homofobia de la sociedad heteronormativa

Un hito de la cultura LGBT de Estados Unidos revive vía Netflix. El productor Ryan Murphy (American Horror Story) apadrina esta adaptación cinematográfica del reciente montaje en Broadway de The Boys in the Band. La obra teatral de Mart Crowley se estrenó en 1968, meses antes de los disturbios de Stonewall. En 1970, fue llevada al cine por William Friedkin. La nueva versión es necesaria para captar la atención del público contemporáneo.

Michael (Jim Parsons) convoca a una fiesta a sus amigos más íntimos, para celebrar el cumpleaños de Harold (Zachary Quinto). El grupo incluye a Donald (Matt Bomer), su examante; Larry (Andrew Rannells) y Hank (Tuc Watkins), una pareja con problemas de fidelidad; Bernard (Michael Benjamin Washington), un intelectual solitario; y Emory (Robin de Jesús), el más extrovertido del grupo. Como “regalo”, ha contratado a un trabajador sexual de inesperada inocencia (Charlie Carver). Hay suficientes tensiones entrelazadas con la amistad, pero esa noche enfrentarán a un inesperado catalizador de conflicto: Alan (Brian Hutchinson), excompañero de universidad de Michael, quien supuestamente no sabe que es gay.

El director Joe Mantello reúne al mismo reparto con el cual trabajó en el teatro, y no hace mayores intentos por abrir la obra a las posibilidades del cine. Las escenas iniciales que muestran a los personajes preparándose para el evento son desechables. Un par de evocativos ‘flashbacks’ ilustran episodios pasados de traición y desencanto. Más allá de eso, toda la acción transcurre en el apartamento de Michael. La teatralidad se proyecta en la densidad de los diálogos y el vocabulario —a la insularidad del argot de la comunidad, debe añadir la especificidad del lenguaje vernáculo de los tardíos 60—. Si siente que tiene que trabajar extra leyendo los subtítulos, no se preocupe. El esfuerzo es recompensado.

Cada invitado acarreando consigo sus propios traumas, voluntaria o involuntariamente, tendrá chance de ventilarlos. El tono contencioso de la amistad es chocante. Se dice que nadie te puede hacer más daño que la persona que más te quiere, y eso se hace patente en cada exabrupto. El texto de Crowley es brillante a la hora de sintetizar los efectos de la homofobia internalizada —uno puede ser su propio peor verdugo— y las presiones de grupo. Michael se odia a sí mismo, y desvía la hostilidad hacia los que lo rodean. Larry y Hank tienen expectativas opuestas sobre la vida en pareja. Bernard, de raza negra, sintetiza problemas raciales y de clase, recordando su amor de juventud por un privilegiado hombre blanco. Los amigos no son santos, precisamente. El joven prostituto, tratado como alivio cómico, es víctima del esnobismo condescendiente de hombres más ricos y educados que él. Harold es judío, pero el argumento dedica más atención a complejos relacionados a la tiranía de la belleza física.

“Los Chicos de la Banda” pueden ser crueles consigo mismos y entre ellos, pero no compiten con la homofobia de la sociedad heteronormativa, representada por Alan. De entrada, es antagónico hacia Emory por ser afeminado —o más bien, transparente en su homosexualidad—. La latinidad de Emory no figura en la trama. Alan entabla una rápida simpatía con Hank, cuyos parámetros de apariencia y comportamiento coinciden con la idea tradicional de masculinidad. ¿Cómo pueden ser amigos Alan y Michael? Separados momentáneamente del grupo le dice: “Tu vida privada es cosa tuya…no importa que hagas si no es en público ni tratas de imponer tus ideas a todos”. Es el discurso típico de los que confunden “tolerancia” con invisibilización. Para esa gente, puedes ser gay, pero a puerta cerrada y en silencio.

La película tiene una dimensión política que trasciende a los límites de su metraje. Los siete actores principales —todos ofreciendo sólidas actuaciones— son abiertamente homosexuales en una industria que no termina de despojarse del machismo, ni se arriesga a desafiar a un mercado internacional eminentemente conservador. Parsons, en particular, es revelador —pongan al día a su abuelita, ¡Sheldon, de la serie “The Big Bang Theory”, es gay! —. El filme no puede contener la diversidad de la comunidad LGBT —después de todo, está concentrado en un grupo de hombres— pero cualquiera puede empatizar con su radiografía de los efectos de la violencia física y emocional que acarrea la homofobia. El mundo ha cambiado desde 1968 —¡Hola, matrimonio igualitario!—, pero no lo suficiente. Y no para todos.

“Los Chicos en la Banda”
(The Boys in the Band)
Dirección: Joe Mantello
Duración: 2 horas, 1 minuto aprox.
Clasificación: * * * (Buena)
* Disponible en Netflix