La primera vez que Alejandra y Ana Rodríguez tocaron juntas fue en una cena. Con una guitarra y un piano interpretaron We are the champions, frente a sus papás y unos amigos. Alejandra tenía doce años y Ana diez.
“Siempre hemos estado rodeadas de música”, dice la menor de las hermanas. “Mi papá es músico, mi abuelo también tiene sus composiciones en piano, toca la guitarra, es filósofo y mi abuela es pintora. Ese lado artístico siempre ha estado presente”, cuenta.
Ana es grácil. Encantadora.
Alejandra es electrizante. Rebelde.
Tienen personalidades distintas, en la vida y en el arte, pero si a estas cantautoras no las uniera la sangre, la música con certeza lo haría. “Las diferencias nos hacen poderosas”, aseguran.
Ana comenzó escribiendo en un diario y regalando poemas y canciones a sus papás. Alejandra era guitarrista de una banda de metal que tocaba covers de Iron Maiden y otros grupos de rock. Aunque fue hasta los 17 que ambas se integraron a los proyectos musicales con los que conquistaron escenarios.
Ana se convirtió en la voz femenina de Pequeño Parlante y cuando el grupo se disolvió, se unió a Manifiesto Urbano, también a un dúo y no descarta sacar algunas canciones como solista.
Alejandra llegó a Ecos, la banda de la que fue vocalista por nueve años, y en unos días lanzará su carrera en solitario con una primera canción.
“Lo más importante es ser honesto. Con la música yo creo que hay que respetarla, para que ella te respete, y ser lo más congruente posible y eso no solo en la música, sino en general con tu estilo de vida y formas de pensamiento e ideologías”, asegura Alejandra.
Fluir, respetar y sanar, son palabras que se repiten al platicar con ellas. Están convencidas que como mujeres y artistas pueden incidir en temas que las mueven, que las inspiran.
La libertad en el amor, la fortaleza de la mujer y la medicina natural se cuelan en sus composiciones. “Yo quisiera recalcar ciertos temas que en mi vida son importantes”, asegura la vocalista de Manifiesto Urbano. Ella es vegetariana y Alejandra, vegana.
Son de una generación que busca crear, no encajar en un molde. “Una vez me preguntaron qué iba a ser de mis hijos si me dedicara a la música, que se iban a morir de hambre y yo me quedé ´¿y si no quiero tener hijos?´ y aunque encuentre al amor de mi vida y tenga un hijo eso no me frena. No es fácil, pero no es imposible, si tenés las ganas, si tenés el compromiso y si amás rotundamente esto vas a buscar la forma de subsistir y jugártela”, sentencia Ana.
Ser mujer, ser músico
“Unidad en la diversidad”, es la frase que Alejandra lleva en su antebrazo. Son palabras de su abuelo, el doctor Alejandro Serrano Caldera, que bien podrían usarse para definir su relación con su hermana menor.
“Yo siento que aprendo mucho de la Ale, es tan diferente a mí que me llama mucho la atención. Me da mucha más seguridad y fuerza que mi hermana se dedique a la música también. Es mi hermana, es mujer, es talentosa y exitosa”, reconoce la vocalista de Manifiesto Urbano.
Aunque nunca han escrito o grabado un tema juntas, se enfrentan a los mismos retos. El machismo es uno de ellos. A Alejandra, por ejemplo, un periodista le preguntó, incrédulo, si ella de verdad había escrito una canción que tocaba con Ecos.
“El machismo es algo que está en todos lados, no solo en Nicaragua, en distintos grados. Es bien sutil, pero allí está. Sí he sentido en entrevistas machismo, lo he sentido en conciertos, lo he sentido cuando me habla alguien del público y me dice algo raro”, agrega Ana.
“Es una lucha de todos los días que se hace con respeto y con amor, pero también siendo bien contundente y firme al respecto”, añade su hermana.
Una vida de música
Sin clases de guitarra y con cancioneros empezaron a tocar instrumentos y crear melodías. Después “fluyeron” las letras. Los toques. La conexión con el público.
“La conexión con las personas es lo más importante en la música, es una manera de expresarte, y sanar incluso y lograr conectar eso con las personas y que ellas sientan que les está sirviendo tu canción creo que eso es súper lindo”, explica Ana.
«Sin Rastros«, «Abrile paso a la verdad», «Estelar« y «No estás«, son algunos de los temas que han compuesto. Aunque son muchas las canciones que aún no hay grabado y compartido.
“Con Ecos me comencé a meter más en la producción musical, me comencé a familiarizar con los programas de grabación y con todo ese mundo”, explica Alejandra.
Sus demos como solista los grabó sola en su cuarto. “Es una experiencia muy bonita, estoy aprendiendo y eso es emocionante. Siento que estoy en una aventura. Me siento más confiada, tal vez no estoy lista, pero sí más confiada, me siento más cómoda conmigo misma”, confiesa.
Ser mujeres, ser jóvenes, ser artistas en Nicaragua no ha sido fácil, pero “vale la pena porque la música te llena el alma”, afirman.