En pantalla

Las risas divinas de “La Llamada”

Lo sagrado y lo secular coexisten en esta comedia que se toma en serio la espiritualidad.

La Llamada” parece una comedia juvenil convencional. La acción se desarrolla en un campamento de verano regentado por monjas. María (Macarena García) y Susana (Anna Castillo), son las típicas chicas fiesteras. Saben quien vende droga y como escaparse a una noche de farra. La película arranca mientras se preparan a salir. Visten trajes de noche bajo las sábanas, esperando que la hermana Milagros (Belén Cuesta) haga su ronda nocturna. Mientras esperan, María experimenta una visión. Las paredes se abren, y de una escalera monumental baja un anciano vestido de lentejuelas, cantando “I Will Always Love You”, emulando la interpretación de Whitney Houston con vocalización tentativa. La estampa absurda revela la verdadera agenda de la película: María esta escuchando “la llamada” de la fe. O al menos, eso es lo que cree. La revelación estremecerá los cimientos de su amistad con Susana, y precipitará cambios en las monjas que las rodean.

Lo sagrado y lo secular coexisten en esta comedia que se toma en serio la espiritualidad. Los devaneos románticos terminan figurando en la trama, pero su preocupación principal es existencialista. Las protagonistas se encuentran en la encrucijada del fin de la adolescencia. Confían en un futuro en el cual puedan seguir juntas, y vivir de fiesta sea la vida misma: sueñan con convertirse en un dúo que interpreta música electrolatina. En la discoteca, un tipo promete presentarles a un influyente productor. Nosotros –y la película– sabemos lo que eso puede significar, pero “La Llamada” le concede a sus personajes la inocencia de sus sueños juveniles. El verdadero obstáculo reside en la insistente aparición del anciano, repasando el cancionero de la trágica diva norteamericana. ¿María alucina?¿Se está volviendo loca? ¿O esta teniendo, realmente, visiones divinas? Responder a la llamada –es decir, volverse monja– sería una refutación total de su identidad. Que el campamento se llame “La Brújula” reafirma la preocupación de fondo de la trama.

La mayoría de las monjas y las muchachas se van en una excursión, dejando el lugar desolado. Sin muchos testigos, los personajes pueden enfrentar con relativa privacidad sus respectivas crisis. Susana resiente profundamente la transformación de su amiga. La hermana Milagros cuestiona su fe, asediada por la vida que dejó atrás al tomar los hábitos. La cocinera Yanice (María Isabel Díaz) lamenta el abandono de su novio. La única en estado de gracia plena es Sor Bernarda (Gracia Olayo), la recién llegada jefa del campamento. En una interpretación de exquisita comicidad, Olayo invoca la efervescencia del adulto mayor que cree estar conectado aún con el mundo de los jóvenes. Inmune al sentido del ridículo, quiere enseñarle a las niñas la coreografía gimnástica con que ella misma estremeció a un retiro de juventud en el Vaticano de los tempranos ochenta. Cuando María comparte con ella su secreto, no puede ocultar su entusiasmo –“¡Me encanta ‘Wini Husin’!”–.

No solo Dios canta. La película es formalmente un musical, y cada personaje tiene oportunidad de expresarse a través de canciones populares u originales. Podrían pedirse números más elaborados, pero más que despliegues espectaculares, los parámetros íntimos funcionan como una especie de ventana a la psicología de los personajes. Tome nota de la escena en que Susana espía a través de una ventana como Milagros hace fonomímica de un tema de “Presuntos Implicados”, contemplándose a sí misma en el espejo, vestida como una muchacha normal, ataviada para asistir a un baile. Se mira a sí misma, pero también el camino que no tomó. Tres generaciones coexisten en el universo contenido del campamento, cada una con sus propios dilemas, unificadas en el poder sanador de la música.

A veces, la puesta en escena traiciona el origen teatral del material. Sin embargo, observar de cerca el rostro de Macarena García, en plena crisis existencial, es un privilegio que solo el cine puede brindar. Es fascinante ver una actuación tan compleja en una comedia tan generosa como esta. Igual de interesante es como la película construye un estado de gracia, donde el ejercicio de la fe coexiste armoniosamente con los cambios sociales que los sectores más conservadores reprochan. Entre el Espíritu Santo y el espíritu de Almodóvar, “La Llamada” encuentra espacio entre lo divino y lo humano.

⭐️⭐️⭐️ (Buena)
“La Llamada»
(Holy Camp!)
Dirección: Javier Ambrossi, Javier Calvo
Duración: 1 hora, 48 minutos      
Disponible en Netflix

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