Cultura

Las voces de la vieja Managua andan en caponera
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Tres caponeras fueron las que formaron parte del proyecto | Franklin Villavicencio | Niú

Cuatro voces contaron sus experiencias en un recorrido por los barrios de la vieja Managua. Esto fue parte del proyecto "Transporta Managua"

A menos de un kilómetro de las aguas oscuras del Xolotlán está el Parque Central –que a pesar de ya no estar en el «centro», se quedó con el nombre–. Es mediodía y me doy cuenta que en esta zona de Managua todo es grande: las calles, los edificios y también las historias.

Es viernes y el primer día de «Transporta Managua«, un proyecto que me llevará en caponera a escuchar historias sobre la capital. Tres de esos vehículos esperan turistas al costado oeste del parque. Soy el primer visitante de la tarde y el 41 del día. Subo a una mototaxi identificada con letreros y banderines llamativos. El pequeño vehículo rojo arranca lento e inestable, y dobla antes de llegar al Teatro Rubén Darío por una de las calles del barrio San Sebastián.

La belleza añorada

Mientras avanza, suena la primera historia en los parlantes del vehículo. No se sabe quién la narra, ni cuántos años tiene, ni a qué se dedica, pero es fácil imaginarse a la persona solo con su voz. Esta era una de las intenciones de Patricia Villalobos, la mujer detrás del proyecto Transporta Managua.

La voz es femenina y comienza su narración: “Tengo un montón de managuas, la Managua de los puetas…”

En aquel entonces, la población total de Nicaragua era de dos millones de habitantes, así lo afirmó en 1970 la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Celade. Hoy, esa misma cifra la tiene solo la capital.

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El trayecto iniciaba en el Parque Central | Franklin Villavicencio | Niú

La mujer de esta historia recuerda una Managua intelectual, en la que los habitantes sabían a dónde iban los poetas. La cafetería “La India”, en la Calle Candelaria, era uno de esos lugares frecuentados por los literatos de la época.

Al pasar por el barrio San Sebastián, la misma voz relata la melancolía que le da ver la ciudad «separada». Un lugar donde “tus amigos están en los rincones opuestos el uno del otro”. Y es cierto, para llegar al Parque Central tuve que recorrer seis kilómetros desde carretera Masaya: un total de veinte minutos en automóvil y una distancia impensable a pie. 

El antiguo casco urbano de la capital, tenía una extensión de 67 kilómetros cuadrados. Estas cifras, junto a otros datos sobre daños provocados por el terremoto, fueron expuestas en julio de 1973 por el Ministerio de Economía, Industria y Comercio del gobierno de Anastasio Somoza Debayle. En 2002, este número se cuadruplicó y el último estudio disponible en la web del Instituto Nacional de Información de Desarrollo arroja que la capital tiene una extensión de 267 kilómetros cuadrados.

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Calle recorrida por las caponeras | Franklin Villavicencio | Niú

“De repente te das cuenta que eso (la antigua Managua) ya no está y que solo queda una ruina», relata. Decenas de casitas cuadradas, con dos ventanas y una puerta, están en el mismo lugar donde antes se regían estructuras con balcones, de dos pisos y de fuerte influencia neoclásica y moderna: un estilo “ecléctico”, han dicho los historiadores. Se calcula que el 90 por ciento de estos edificios fueron afectados por el terremoto de 1972, la mayoría de ellos destruidos.

La belleza arquitectónica de aquella ciudad, es uno de los recuerdos que más persigue a los capitalinos.

Recorridos gratis por ferrocarriles

Termina la primera voz y empieza la narración de la segunda. La caponera avanza lento por aquellas calles. Paso por el lugar donde antes estaban las vías del ferrocarril. Hoy es un una especie de bodega.

“Recuerdo muy bien que mi papá era ferrocarrilero…”. Así comienza su narración un hombre, de quien solo sé que su familia recibía algunos beneficios por su  trabajo en el ferrocarril: todos en su casa podían subir gratis al tren en cualquier lado de la ciudad que pasara. “Así fui privilegiado en ese aspecto”, narra.

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Los trayectos duraban 20 minutos | Franklin Villavicencio | Niú

Él vivía “del Parque San Sebastián, tres cuadras abajo”. Su padre era cajero del ferrocarril, que quedaba cerca de su casa. Ya no queda nada de las vías por donde antes pasaba la locomotora y del sitio que él describe.

Managua se ha vuelto una ciudad de muros, verjas y alambrado. Donde pasaban trenes, está una propiedad privada. Mientras escucho las historias de aquellos lugares, deseo que la caponera tenga la capacidad de moverse también en el tiempo.

Durante el recorrido por San Sebastián, la voz masculina de los parlantes dice añorar la cercanía de la vieja Managua, donde todo estaba a la vuelta de la esquina y uno cruzaba el centro caminando.

“Era una ciudad muy bella…”, finaliza, mientras el audio se disuelve y la caponera sigue avanzando lento y empieza la siguiente historia.

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Algunas de las casas no pierden su esencia original | Franklin Villavicencio | Niú

El éxodo de los estudiantes

Desde siempre la capital ha recibido a estudiantes de los departamentos.

El tercer relato viene de una mujer, tal vez un poco más joven que los personajes anteriores, que narra que en 1971 la mayoría de los muchachos emigraban a la capital para seguir sus estudios universitarios. Luego vino el terremoto de 1972 y su visión de la ciudad cambió rotundamente.

Después del terremoto se fue a León a vivir a la casa de una compañera “porque todo quedó destruido”.

Por un momento olvido que escucho una grabación y me siento en esa época, pero el viento me pega en el rostro y me devuelve a la Managua actual. En la calle se ven algunos edificios de dos pisos, cuadrados y con balcones: son los que han quedado intactos, o al menos se han preservado. Otros de teja y paredes altas mantienen su estilo ecléctico. 

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Fueron tres caponeras para los visitantes | Franklin Villavicencio | Niú

Las casas de los barrios de la capital se caracterizaban por sus puertas abiertas. En el pasado existía la costumbre que consistía en crear reuniones y tertulias en las aceras de los domicilios. En ciertos barrios de la ciudad todavía prevalece esta tradición. Uno de ellos es San Sebastián, donde las familias sacan sus sillas de plástico a las calles.

La memoria se desvanece

La mayoría de las personas que compartieron sus memorias en «Transporta Managua», han ido olvidando sus recuerdos de la ciudad. Todos extrañan recorrer el centro a pie, ver más bicicletas y visitar a sus amigos sin tener que salir una hora antes.

Ellos pertenecen a la historia de una ciudad que vive entre dos épocas.

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El Palacio Nacional, emblema de la ciudad desde la caponera | Franklin Villavicencio | Niú

Paso por una zona que es la más conocida para todos. Como detenida en el tiempo, la antigua catedral no solo es símbolo de la actual Managua, también de la anterior al terremoto. La estructura sigue quieta esperando su destino con los relojes detenidos en las cúpulas. El armazón de hierro, traído en 1930 desde Bélgica, es lo único que la mantiene en pie.

El recorrido ha terminado y una larga fila espera a que se desocupen las otras caponeras para iniciar el trayecto.

Aurelio Jarquín Silva, de 40 años, está por empezar esta aventura. Espera que una de las mototaxis regrese para abordarla junto a su hija. Ambos vienen desde el barrio Memorial Sandino y se enteraron del evento porque andaban de visita en el Parque Central. Aurelio solo conoce la vieja Managua en fotos.

Al rato llega otra de las caponeras y tres estudiantes se bajan de ella: Jaoska, Elieth y Karen, son amigas y viven en el Reparto Shick. De la Managua antes del terremoto no sabían nada y hasta ahora tuvieron la oportunidad de conocer y escuchar sobre el centro histórico de esta ciudad, que cada vez más se disipa en la memoria de sus pobladores.

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