Un hospital demuestra que lo que hay al final del túnel no es una luz, es una escalera. Sí, una escalera cuyos peldaños conducen a la Unidad de Cuidados Intensivos mejor conocida como UCI, porque esas son sus siglas y porque así suena más amigable. Ahí, luego del necesario preámbulo de ponerse la bata y lavarse las manos, entramos al mundo no de los que están más cerca de la muerte, si no de los que más se aferran a la vida.
Un hospital presenta contrastes inimaginables. En las bancas de un pasillo o en las sillas de una sala de espera, se mezcla la voz emocionada del hombre que se estrena como padre con el llanto de quienes acaban de perder a un ser querido. La oración de quienes confían en Dios con el razonamiento de quienes confían en la Medicina. La impaciencia de quienes van de alta con la desesperación de quienes recién ingresan. Quienes llegan a consulta externa y quienes ya llevan días o semanas sin ver la luz del sol.
Un hospital enseña que lo pequeño realmente hace la diferencia. Esa gotita de suero que no debe dejar de caer. Esa dosis exacta en los medicamentos, los tantos mililitros de algo que no pueden ser ni más, ni menos. Ese minúsculo coágulo de sangre que bloquea una arteria. Esos dos únicos tragos de agua que se le permiten a un enfermo sediento. Esos centímetros de dilatación de la mujer en labor de parto. Ese imperceptible acto de respirar que uno da por hecho, pero que hay otros que no pueden completar por sí mismos.
Un hospital transmite el significado de esperar. Esperar a ser atendido cuando uno se retuerce del dolor o ve a su familiar hacerlo. Esperar los resultados de una biopsia. Esperar que esa llamada entrante no sean malas noticias. Esperar que el tratamiento haga efecto. Esperar que las suturas cicatricen. Esperar que la noche al pie de la cama pase sin novedad. Esperar el informe médico. Esperar que hoy esa persona amada abra los ojos al escucharte hablarle. O te apriete la mano. O al menos se mueva. Esperar con tantas ansias las horas de visita, las once de la mañana y las tres de la tarde, para avanzar hacia las entrañas del hospital y ver que lo que hay al final del túnel no es una luz, es una escalera. Una escalera cuyos peldaños conducen a UCI. Y también a Neonato. Sí, las dos puertas están una a la par de la otra. Tal como en la vida.