En pantalla

Una mujer transgénero encuentra su propia voz en Lingua Franca

¿Es el silencio negación, u otra manera de invisibilizar? No hay respuestas fáciles para todas las preguntas que Lingua Franca despierta.

La necesidad de promover la representación de sectores marginados, detrás y frente de las cámaras, encuentra un alegato sustancial en Lingua Franca. Este estreno de Netflix fue producido, escrito, dirigido y protagonizado por Isabel Sandoval, una mujer transgénero.

Olivia (Sandoval) es una inmigrante filipina en Nueva York. Trabaja como cuidadora doméstica de Olga (Lynn Cohen), matriarca de una extensa familia judía de origen ruso. Estamos en la presidencia de Donald Trump. La retórica antiinmigrante es la banda sonora de la vida diaria, y los patrullajes y detenciones del ICE siembran zozobra. Olivia es indocumentada, y su único camino a la seguridad consiste en pagarle a un ciudadano por un matrimonio en papel. Su candidato se echa para atrás justo cuando Alex (Eamon Farren), nieto de Olga, llega a ocupar un cuarto vacío en su apartamento. Es el prototípico joven atribulado y sin dirección, apuesto e intenso, rehabilitándose de la adicción al alcohol.

La sinopsis le puede dar una idea engañosa del tipo de película que es Lingua Franca. Más que una fantasía de realización personal o una historia de amor con desenlace predeterminado, estamos ante un drama contemplativo, preocupado por retratar el estado del ser de todos sus personajes. Tome nota de la atención prestada a Olga, su relación con Olivia, y las dificultades de la vejez. También es notable cómo Sandoval cede tiempo y atención a Alex. El prototipo del rebelde sin causa no necesita más atención, pero la directora y el actor construyen un interesante retrato de madurez incipiente. Farren, aterrador como el perverso hijo de Audrey Horne en la serie “Twin Peaks: The Return” (David Lynch, 2017), prueba su versatilidad con un retrato de vulnerabilidad bajo las demandas de la masculinidad tóxica.

El eje activista de su película reside en reclamar el espacio de una mujer trans dentro de un mosaico de experiencias humanas. Su identidad de género matiza todas sus relaciones, a la vez que añade complicaciones a su predicamento de migrante. El guion presta especial atención a la fragilidad de los lazos de confianza que se tejen en el proceso de reafirmarse frente a los demás. El camino a la aceptación está fraguado de obstáculos, no solo dentro de uno mismo, sino entre la persona y la pareja.

Lingua Franca funciona observando a sus personajes en un orden social. Estamos en la Norteamérica de los migrantes. La hermosa fotografía de Isaac Banks hace fascinante los banales paisajes urbanos del Nueva York menos fotogénico. Aquí, un grupo particular —judíos rusos— ya en su tercera generación, coinciden con migrantes filipinos recién llegados. La identidad de género añade otra variante de otredad. La extensa familia de Alex es héteronormativa y tradicional —note a la cuñada que cuenta satisfecha cómo ha dejado de trabajar para dedicarse al cuido de su hija—.

La reacción de ellos frente a la identidad trans de Olivia queda intencionalmente en el aire. No sabemos exactamente si es tolerancia o ignorancia. Las manifestaciones más claras de hostilidad vienen de un amigo pendenciero de Alex —“¡Estás viviendo con una ‘tranny’!”, le dice, relamiéndose de morbo, usando un término peyorativo—. No sabe que a esas alturas del partido, Alex ya está teniendo una relación sentimental y física con Olivia. Sabe de ella, pero no lo expresa. El tema de su género no es discutido. ¿Tienen que hacerlo? ¿Debe esperar a que ella hable sobre el asunto? ¿Es el no hablar de ello un problema en sí mismo? ¿Es el silencio negación, u otra manera de invisibilizar? No hay respuestas fáciles para todas las preguntas que Lingua Franca despierta.

En el cine, el debate sobre representación se decanta sobre los frentes del control creativo, la imagen y la implicación de la interpretación. En esta película, las tres bases están cubiertas. Y afortunadamente, la película es un esfuerzo sólido, más allá de cumplir un sueño de corrección política. El guion tropieza al plantar un evento catalizador de conflicto en el tercio final. La credulidad de Olivia frente a una mentira de Alex, y su reacción —o falta de ella— es desconcertante. Sin embargo, es fácil disculpar este problema narrativo a la luz del elocuente retrato de una comunidad, un lugar, y una persona suspendida en un estado transitorio. Olivia se sabe —y es— mujer, pero esa la única certeza que tiene.

Lingua Franca
Dirección: Isabel Sandoval
Duración: 1 hora, 29 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
*Disponible en Netflix (Aún no disponible para Nicaragua)