Lo que sería una broma filtrada en medio de un antiguo libro sobre máquinas de guerra, acabó convirtiéndose en uno de los mitos más extendidos sobre fidelidad y misoginia: los cinturones de castidad. La imagen del caballero medieval que parte a las cruzadas y deja atrás a su damisela protegida por uno de estos cinturones es solo una mentira histórica y un mito surgido en el siglo XVIII, señalan hoy expertos.
En un museo de Budapest está la exposición titulada «Historias secretas del cinturón de castidad. Mito y realidad», en la que se exhiben 20 ejemplos de estos objetos, algunos con candados y otros con orificios protegidos por dientes de metal.
«El mito del cinturón de castidad surgió durante la Ilustración para señalarse como la contrapartida de la oscura Edad Media», explica Katalin Végh, subdirectora del museo.
La cultura popular y algunos artículos científicos alimentaron la leyenda. Incluso la Gran Enciclopedia Francesa, editada a partir de 1751, aseguraba que en la Edad Media el uso del cinturón estaba generalizado. De hecho, todavía en la década de los noventa se consideraba como un hecho que durante las distintas cruzadas se obligaba a la mujeres a usar esos aparatos para asegurar su fidelidad durante la ausencia de sus esposos.
Museos de Londres y Alemania, por ejemplo, los exponían. «Resultó que todos estos objetos eran falsificaciones del siglo XIX», asegura Végh.
En la actualidad la medicina plantea que los cinturones –como los mencionados en las leyendas– no eran higiénicos y que causarían infecciones y heridas, incluso mortales, a quien los portara.
«En la época victoriana se fabricaron cinturones más pequeños, ligeros y refinados que eran usados por pequeños periodos de tiempo para evitar las violaciones, por ejemplo en viajes, como pruebas románticas de la fidelidad o para impedir que las mujeres, especialmente las más jóvenes, se masturbaran o se tocaran en cama durante la noche; ya que se creía que esta práctica era altamente perniciosa y podía derivar en enfermedades físicas o mentales», señala un artículo del diario español El País.
Hay constancia de que hasta los primeros años del siglo XX se presentaron varias patentes de estos objetos.
Objeto de placer
Lo que empezó como un supuesto método de tortura terminó alimentando fantasías eróticas. En sitios como Amazon hoy se venden cinturones de castidad para hombres y mujeres. Los hay de acero y cuero. Con candados y cadenas. Algunos tienen consoladores y vibradores incluidos y se usan principalmente entre aquellos que practican sadomasoquismo. Los precios oscilan entre 430 dólares y 10 dólares.
Los hay también para prevenir violaciones en una especie de ropa interior impenetrable que ha sido muy criticada, porque de acuerdo a sus detractores, fortalece la idea que la mujer es quien debe evitar el abuso, pese a que los fabricantes sostienen que «el único responsable de una violación es el violador».
En Internet circula todo tipo de historias alrededor de los cinturones de castidad: desde una mujer que se colocó uno para no tener sexo y pidió ayuda a los bomberos porque no encontraba la llave, hasta una joven que llamó a la policía porque su esposo le colocó uno.
En Estados Unidos hay una banda femenina de indie rock llamada Chastity Belt (Cinturón de castidad). Tienen dos álbumes de estudio y en Spotify más de 135 mil oyentes mensuales y una canción con más de 1 millón de reproducciones.
En Nicaragua pese a que existen grupos de Facebook para adeptos al Bondage (que es la práctica consensuada de atar y someter tu pareja con fines eróticos), Enyel Flores, de la tienda nicaragüense para adultos “Erotic’x”, explica que en los 13 años de funcionamiento del negocio nunca han comercializado cinturones de castidad porque la demanda ha sido nula. También comenta que los precios de estos artefactos son demasiado elevados y son “poco atractivos” para el público que frecuenta el local.
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