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La epidemia causada por este virus llevó a la OMS a decretar una alerta sanitaria mundial, por considerarse una amenaza de “proporciones alarmantes”.
“Me tiré al suelo, ahí, en llanto y le dije a mi esposo: ‘no puedo con esto, no puedo…’”. Así narra Maryuri Flores, nicaragüense y de 32 años, uno de los momentos más duros que ha enfrentado. A ella y a su familia, el virus del Zika les cambió la vida.
En febrero de 2016, la Organización Mundial para la Salud (OMS) decretó la epidemia como una “emergencia de salud pública de importancia internacional”. El virus de Zika se aisló por primera vez en un mono del bosque de Zika, en Uganda y se había presentado en África y Asia. En 2007, el virus causó el primer brote documentado en las islas del Pacífico, en los Estados Federados de Micronesia. En 2015, el virus se detectó en América, donde se empezó a propagar “de forma explosiva”.
La alarma fue enorme por la asociación entre la llegada del virus a algunos países, en especial a Brasil, y el aumento de recién nacidos con microcefalia o con el síndrome de Guillain-Barré.
El sitio oficial de la OMS explica que el virus de Zika se transmite a través de la picadura de un mosquito, el mismo que puede transmitir el dengue, la fiebre chikungunya y la fiebre amarilla. El zika, además, se puede transmitir a través de las relaciones sexuales y de forma vertical, es decir, de mujer embarazada a feto.
En Centroamérica, hasta la fecha, la epidemia ha dejado un saldo de al menos 47 mil casos de personas contagiadas y 14 bebés con microcefalia en El Salvador, Honduras y Nicaragua, según estadísticas oficiales. En estos tres países, las organizaciones Ipas Centroamérica, el Centro de Derechos de Mujeres, de Honduras, y la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, de El Salvador, realizaron estudios sobre el impacto de la epidemia del zika en los derechos reproductivos de las mujeres.
Una mirada con enfoque de género
Los resultados de las investigaciones realizadas indican que la reacción que dichos países centroamericanos tuvieron ante la epidemia, refleja la falta de un abordaje integral, en especial con una perspectiva de género y de derechos humanos que ameritaba una crisis como esta.
Así lo expresó el ex Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Zeid Ra’ad Al Hussein, en febrero de 2016, ante la declaración de la alerta internacional. “Defender los derechos humanos de las mujeres es esencial para que la respuesta a la emergencia sanitaria del Zika sea eficaz”, dijo.
El exrepresentante de la ONU explicó que dicha defensa debía consistir en brindar una respuesta de salud pública eficaz, lo que requería que los gobiernos garantizaran “a hombres, mujeres y adolescentes el acceso a información y servicios de salud sexual y reproductiva de calidad, integrales y asequibles, sin discriminación”, incluyendo la anticoncepción, la anticoncepción de emergencia, el cuidado de la salud materna y los servicios de aborto seguro en toda la extensión de la ley, detalló.
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“La epidemia comprometía, a un nivel nunca visto, el tema de la reproducción humana y por eso se emitió una serie de recomendaciones éticas alrededor de que la mujer debía estar informada, de que la mujer debía tener acceso a los medios para prevenir un embarazo o postergarlo”, explica Henry Espinoza, investigador a cargo del estudio en Nicaragua y miembro de Ipas Centroamérica.
Los estudios sobre la situación de los derechos reproductivos de la población y la respuesta ante el zika en El Salvador, Honduras y Nicaragua contaron con un universo total de 599 personas, de las cuales 552 fueron mujeres usuarias de servicios de salud pública encuestadas, y 47 fueron usuarias, embarazadas con y sin zika, personal proveedor de servicios de salud, gerentes de salud y funcionarios de organismos internacionales entrevistados sobre la perspectiva de derechos reproductivos en el contexto de la epidemia en los tres países centroamericanos.
El zancudo, el foco de atención
En los resultados se pudo observar el desconocimiento de las formas de transmisión por relaciones sexuales y de mujer embarazada a feto, especialmente entre la población adolescente.
Además, un 54% dijo no saber qué es la microcefalia, aunque el 68,5% respondió creer que sí existía relación entre el virus del zika y las malformaciones congénitas.
Maryuri quedó embarazada a inicios de 2016. Con Róger, su esposo, tenían ya un hijo de dos años. Ella tampoco sabía que el zika se transmitía por relaciones sexuales, pero sí conocía que el virus podía transmitirse de mujer embarazada a feto. “Cuando cumplí las ocho semanas estaba por todos lados la alerta del chikungunya y el zika. Me acuerdo que mi esposo me decía: ‘Echate repelente’”, recordó.
En efecto, ese fue uno de los hallazgos de los estudios realizados en los tres países: “Lamentablemente, durante el pico de la epidemia, estábamos enfocados en el zancudo y no en el verdadero problema que tiene que ver con la prevención de transmisión sexual y transmisión vertical”, apunta Espinoza.
“Frente a la alerta sanitaria generada por el zika los Estados no adoptaron medidas generales que protejan los derechos reproductivos de las mujeres, ya que solo se centraron en las prestaciones de servicios de salud a los casos como manejan las enfermedades febriles”, concluyó la sistematización de los tres estudios.
Dichos estudios encontraron que un bajo porcentaje de las mujeres encuestadas y entrevistadas tomó medidas para prevenir el embarazo: apenas un tres por ciento en Nicaragua, un 25% en Honduras y un 26% en El Salvador. Dos de cada cinco encuestadas dijeron que su embarazo, durante la epidemia, no fue planificado.
Ese fue el caso de Maryuri. “Estábamos planificando (usando anticonceptivos), pero hubo un cambio y entonces pasó, quedé embarazada”, relató.
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Los estudios también revelan que el personal de salud es la fuente de información más confiable para las usuarias; sin embargo, no se aprovechó dicha confianza para brindar mejor información y dar una respuesta integral a la epidemia.
“El problema es que ni el personal de salud estaba informado, porque no había una planificación, no hubo un plan de contingencia”, afirmó el doctor Concepción Zúñiga, investigador encargado del estudio en Honduras. “Como el zika es una enfermedad emergente Honduras y, digamos que para todos los países de Centroamérica, (el personal de salud) no estaba preparado para hacer un abordaje correcto de la misma”, añadió.
En el caso de El Salvador, el personal continuó dando la información rutinaria para la prevención de enfermedades transmitidas por el zancudo, mas no se profundizó en los derechos sexuales y reproductivos de las pacientes, explicó la doctora Isabel Cristina Reyes, investigadora encargada del estudio en dicho país.
“Cuando ocurren estos eventos, no hay monitoreo para ver lo que a la gente se le está informando, entonces al personal le es más cómodo repetir lo que viene diciéndole de años a la población sobre cómo prevenir la epidemia del dengue: ‘use mosquiteros, repelente, mantenga la casa limpia’”, explicó Reyes.
Inyecciones y pastillas, los anticonceptivos más populares
La sistematización de los tres estudios permitió conocer cuáles son los métodos anticonceptivos más usados por las usuarias en los tres países. Inyecciones, pastillas y, con mucha menor frecuencia, el condón fueron los más utilizados.
Así, una de cada dos mujeres dijo nunca haber usado el condón, siendo el grupo de más de 34 años el que menos usa este método que, además de prevenir un embarazo no deseado, protege de enfermedades de transmisión sexual.
“Había una necesidad urgente de hablar de preservativos, pero eso los países lo hicieron ya muy tarde. Todos los países actualizaron sus normas, sus guías clínicas, casi a la finalización del periodo epidémico”, apuntó Espinoza.
Los estudios también hallaron que los métodos anticonceptivos como el dispositivo intrauterino, conocido como la T de cobre, y el implante hormonal subdérmico, no fueron recomendados por el personal de salud, a pesar de estar disponibles.
“Tal vez lo ideal hubiera sido poner la cartera los métodos reversibles de larga duración, sobre todo recordemos que tenemos un segmento poblacional de adolescentes y jóvenes bien alto, entonces se hubiera podido aprovechar esa oportunidad de la epidemia para hablar del embarazo en la adolescencia, del embarazo no deseado”, agregó la doctora Ligia Altamirano, consultora encargada de sistematizar los tres estudios.
En el caso particular de Honduras, los derechos reproductivos de las mujeres durante la epidemia estuvieron más comprometidos, aseguró Regina Fonseca, Coordinadora de Incidencia Política del Centro de Derechos de Mujeres en Honduras.
“No hay acceso a información, no hay acceso a educación sexual. Es un país, el único en América Latina, donde se prohíbe la anticoncepción de emergencia”, apuntó Fonseca. Honduras prohibió la venta de la píldora anticonceptiva de emergencia desde el año 2009.
De los tres países estudiados, únicamente en El Salvador el Gobierno recomendó evitar o postergar los embarazos en 2016 y 2017, como una medida de prevención. Sin embargo, los resultados de las investigaciones reflejan que dicha recomendación no estuvo acompañada de otras acciones como la mejora de la oferta y acceso a anticonceptivos. La investigación en dicho país arrojó que el 67,5% de mujeres afirmó no haber tomado ninguna medida para prevenir o postergar un embarazo durante la epidemia y que “en las instituciones de salud no se ofrecen los métodos de barrera de manera abierta, solo el 10.5% dijo les ofrecieron condones”.
El papel de los hombres: otra de las omisiones
El involucramiento de los hombres era clave ante una epidemia de la naturaleza del zika, pero los Estados, en las políticas que implementaron para hacerle frente, no les tomaron en cuenta.
“Los hombres estaban ausentes de esa campaña como que ellos no eran responsables, uno, del embarazo; y dos, de poder transmitir a la mujer el virus del Zika mediante las relaciones sexuales”, señaló Marta María Blandón, directora ejecutiva de Ipas Centroamérica.
En ello coincide Zúñiga, quien explicó que, en Honduras, si “viene una mujer embarazada y tiene una serología positiva por zika, el sistema se limita a seguir investigando a la mujer embarazada y se olvidan de que hay que estudiar a su pareja”.
Altamirano, por su parte, agregó que “la protección dual (es decir, el uso del condón más otro tipo de anticonceptivo) debería ser una premisa fundamental en cualquier campaña, sobre todo si estamos hablando de zika, ahora que sabemos que el hombre puede ser un vector”.
“Si tuviéramos planes y programas desde los primeros años de escolaridad, posiblemente pudiésemos tener ahora hombres más compañeros, más responsables, que asuman el papel que les toca en el rol de la reproducción, la educación y la responsabilidad ante una paternidad”, agregó Blandón.
La historia de Maryuri
Al llegar a las ocho semanas de embarazo, una mañana, Maryuri notó que su piel estaba irritada. Estaba completamente brotada, con salpullido y la noche anterior había tenido un dolor de cabeza. “Llamé a la doctora y le dije: ‘Fíjate que tengo un rash, una alergia extraña’. Ella me dijo que me fuera al hospital y pidiera que me hicieran el examen del zika”, recordó.
“Sí estaba preocupada porque sí había visto en la televisión el efecto que traía el zika y apenas estaba empezando a asimilar que estaba embarazada, entonces sí, me preocupaba”, contó. Después de dos semanas llegaron los resultados del examen. “Fue un balde de agua fría, porque nunca esperaba que fuera eso”, compartió Maryuri.
A partir de su quinto mes de embarazo empezó a investigar de cómo era tener a un bebé con microcefalia. “Yo decía, ‘¿cómo voy a hacer?, ¿cómo voy a reaccionar?, ¿voy a poder con eso?’. Tenía mucho miedo”.
En el primer ultrasonido todo había salido bien. Su doctora le dijo que tendría una niña. En el siguiente ultrasonido otra doctora hizo mediciones, a la vez que su rostro mostraba preocupación, recordó Maryuri. “Ella (la doctora) lo que hacía era medir las piernas de la bebé, brazos, tronco y cabecita, pero cuando llegaba a la cabecita, ella medía nuevamente…”.
“Con mi esposo hablábamos bastante, también él se ponía a leer cosas, me compartía casos, yo le compartía información… no sabés la magnitud de los problemas que se van a venir, yo leía y leía y era preocupante. Había noches que me quedaba desvelándome solo por leer”, agregó Maryuri.
Las estadísticas oficiales registran 14 casos de síndrome congénito asociado al virus en los tres países investigados, entre los años 2015 al 2018. En Nicaragua, por ejemplo, el Estado reconoce apenas dos casos, pero Maryuri conoce a otras tres mujeres cuyos bebés nacieron con microcefalia después de que ellas se contagiaran del zika estando embarazadas.
Un camino duro y solitario
Angélica, o Angy, como le llamá su mamá, llegó a la vida de Maryuri y Róger en marzo de 2017, en medio de emociones encontradas para la familia. “Sí sentía felicidad de que hubiera nacido, pero también sabía que venía un camino muy duro”, dijo Maryuri.
“La peor noticia que recibimos fue del oftalmólogo, nos dijo que la niña prácticamente tenía ausencia de mácula en ambos ojos y que no iba a poder ver. Ahí sí se me derrumbó todo, porque yo decía: ‘OK, acepto que mi niña tenga microcefalia, pero, ¿cómo voy a ayudarle en su desarrollo si no puede ver?’. Entonces, era mucho más el esfuerzo, o sea, ni siquiera sabía cómo iba a hacerlo”.
La poca atención a casos como el de Maryuri y Angélica, pone en evidencia la escasa importancia que los Estados brindan a las consecuencias de la epidemia.
Blandón comentó que cuando un bebé nace con esta condición, las instituciones del Estado tienden a olvidarse de lo que el bebé y su familia requieren. Es así como la carga social, emocional y económica recae, fundamentalmente, en la familia y más específicamente en las mujeres, que en la mayoría de los casos son quienes se hacen cargo de la crianza y manutención de los hijos. Las políticas públicas, “obvian totalmente cuál es la realidad y cuáles son las necesidades que viven las mujeres en estas condiciones”, comentó.
“El apoyo está, pero yo siento que es muy poco”, aseguró Maryuri. “Ellos (el Ministerio de Salud) me llamaban y me preguntaban qué había pasado en los últimos meses del embarazo. Me llamaban cada dos meses, así… pero cuando la Angy nació y cumplió dos meses, se desaparecieron”.
En Honduras, por ejemplo, “cuando las primeras madres tuvieron su niño con microcefalia, el Estado lo que hizo fue darles un bono como de 90 dólares mensuales, creyendo que eso iba a solucionar el problema”, comentó Concepción Zúñiga, encargado del estudio realizado en Honduras.
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Angélica recibe atención en un centro especializado no gubernamental, el Instituto Médico Los Pipitos, en Managua. “En Los Pipitos, por ejemplo, te tratan como que fueras el único”, aseveró Maryuri.
“Los casos de microcefalia, o de niños que tienen microcefalia, vienen siendo de los casos que ameritan mayor número de terapias o mayor número de tiempo, recurso, tanto de los profesionales, como del punto de vista económico”, explicó Ramón Gutiérrez, doctor de dicho centro.
“Tratamos de ser lo más responsables, en el sentido de poder explicarles a los padres los alcances que pueda tener el bebé, los pros, los contras, las dificultades que se van a encontrar en el camino, de modo tal que estén sabidos de lo que tienen que poner de su parte para sacar adelante a esa persona”, agregó Gutiérrez.
Maryuri es una mamá orgullosa. Se nota en la forma que cuenta las anécdotas de Angélica. Explica meticulosamente los cuidados que la niña, ahora de año y medio, requiere. Eso sí, no es tarea fácil, aclara: “Es una cosa, es otra, tenés que estar, darle un cuido bien cercano, no podés descuidarte ni siquiera un instante”.
La alerta sanitaria por el zika y las deudas de la sociedad con las mujeres
En una sociedad con una cultura patriarcal, las necesidades de las mujeres no son reconocidas por la población en general. “Estas omisiones son por la falta de educación, falta de información”, apuntó Fonseca.
Uno de los grandes pendientes de los tres países es la revisión de las leyes. “Hay muchos prejuicios, tiene que ver con doble moral, tiene que ver con el estigma que tienen muchos temas, como la interrupción del embarazo. En el caso de los tres países que participaron el estudio, los tres tienen totalmente penalizado el aborto, lo que quiere decir que las leyes actuales no están acorde a las necesidades, intereses y condiciones en que las mujeres ejercen la maternidad”, observó Blandón.
En ese sentido, el ex Jefe de los Derechos Humanos de la ONU también destacó que “en los países afectados por el Zika que tienen leyes restrictivas en materia de derechos reproductivos de la mujer, la situación que enfrentan las mujeres y las niñas es especialmente grave a varios niveles”, refiriéndose a la magnitud de la violencia sexual y la criminalización o la poca disponibilidad de los servicios de salud sexual y reproductiva. “El concentrarse en aconsejar a las mujeres y las niñas el no quedar embarazadas no ayuda a los esfuerzos para detener esta (epidemia)”, dijo.
Para Altamirano, la lección para los tres países es que, en vez de ser el zancudo el centro de todos los esfuerzos, sea la mujer, puesto que sobre ella es que la enfermedad tiene las mayores repercusiones, “pues ella, estando embarazada, puede contraer el zika y es quien, inevitablemente, va a asumir un hijo con serias limitaciones para enfrentar la vida”.
“Sí me hubiera gustado tener más información del virus. Sé que es algo nuevo y que la información no es mucha, pero, así como yo, que me puse a investigar en las redes sociales y me di cuenta de muchas cosas, creo que un montón de mamás tampoco saben nada. La experiencia con todo este mundo del zika, de la microcefalia, ha sido una experiencia, al inicio, dura, porque no sabes qué esperar, pero vas tomando fortaleza”, insistió Maryuri.
Vivimos en sociedades donde no existe una verdadera equidad. El manejo de la epidemia del zika en El Salvador, Honduras y Nicaragua lo demuestra.
El bienestar en torno a la reproducción humana, en especial, de las mujeres, debe ser prioridad. El poco acceso a información, a servicios de salud sexual y reproductiva de calidad, el derecho limitado a decidir reproducirse de forma libre y responsable, aumentan la desigualdad y disminuyen el poder y la dignidad de las mujeres.
“En términos generales, ni las leyes, ni las políticas públicas tienen un verdadero enfoque de género. (Las fallas en el manejo de la epidemia) no creo que fueran especialmente en el caso del zika, creo que es que así funcionan nuestros Estados, donde todavía hace falta que exista una verdadera equidad, que muchas veces está en los papeles, pero cuando llegamos a ver cómo se aplica en la práctica, nos damos cuenta de que hay una brecha enorme”, lamentó Blandón.