“Solo son cien kilómetros más. Ya me la volé”, se dijo para sí misma, la ciclista Anabell Cruz, al despertarse el ocho de diciembre del 2019. Para entonces, ya había pedaleado 360 kilómetros, en dos días consecutivos. Tenía las piernas cansadas y un día antes tuvo que comprar un ungüento para aguantar las horas que le faltaban, sentada en su bicicleta, para llegar desde Nueva Guinea a Bluefields.
Ese día, ella junto a cuatro amigos ciclistas planeaban acabar su fin de semana largo, en el Atlántico. Sin embargo, esos últimos cien kilómetros, serían los más duros.
“Eran cien kilómetros, pero eran kilómetros desconocidos. No conocíamos la carretera. Entonces nos encontramos con subidas y bajadas impresionantes. Es allí que viene el trabajo mental, porque todo lo que vos haces en ese punto es mental. Yo ya iba contando los kilómetros de diez en diez”, confiesa Cruz.
El viaje lo iniciaron el viernes a las siete de la mañana en Puerto Sandino, León y su meta era parar el domingo en Bluefields. Tres meses antes comenzaron a debatir cómo irían, dónde se quedarían, desde donde partirían y anticiparse a la travesía — como que de Nueva Guinea a Bluefields no hay lugar donde hospedarse, así que tenían que llegar de una vez, sí o sí —. Y lo lograron. A las 12 del mediodía de ese domingo llegaron.
“Lo más difícil no son ni siquiera la cantidad de kilómetros totales, porque me atrevería a decir que cualquier persona puede hacer 460 kilómetros en 10 días. Lo difícil es hacerlo en tres días. Incluso, si te acostumbras a hacer 100 km diarios no es difícil, pero cuando pasas esa barrera, cada kilómetro vale como por 10 porque tu cuerpo está cansado y tu metabolismo no funciona igual que en las primeras tres horas. Entonces, el reto no fueron los kilómetros, ni la altitud, fue el tiempo en que lo hicimos”, explica Carlos Tercero, quien propuso este desafío.
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Carlos fue quien animó a los cuatro ciclistas y, en cierto punto, fue quien los unió. Pues, por hobbies y amigos en común todos acabaron conociéndose. Anabell, de 28 años; Donald Vanegas, de 35; Álvaro Fuentes, de 55 años, y Emiliano Paleaz, un español de 58 años, aunque este último se unió al grupo tras encontrárselos pedaleando en los grupos de ciclistas, que casi diario ruedan por Managua.
El reto Nicaragua 800
La idea de hacer este desafío surgió tras la inauguración de la carretera que conecta la capital con Bluefields. Carlos pensó que sería buena idea atravesar el país de costa a costa y así se los propuso. Después, entre todos decidieron sumarle otro reto que consistía en pedalear de frontera a frontera. Ambos retos fusionados fueron bautizados como Nicaragua 800, pues es el kilometraje aproximado que hay entre los puntos.
“Al comienzo yo no me lo había tomado en serio, les dije que sí, pero en realidad no estaba convencido”, dice Fuentes, quien es médico y también practica cuadriciclo. “De hecho, yo no estaba convencido de lograrlo porque un día antes de partir, me lesioné en uno de mis entrenamientos y así me fui. Pero aquí lo voy a confesar, cuando nos fuimos, yo llevaba una camioneta aparte porque yo decía que si a mitad de camino no aguantaba, me iba a regresar”, cuenta entre risas tras lograrlo.
Casi todos tenían duda de lograrlo porque era la primera vez que se proponían un reto de tal magnitud. Por eso, meses antes comenzaron a entrenar fuerte para resistir. Primero, cada uno entrenaba de lunes a viernes por su cuenta, haciendo bicicleta estacionaria o pedaleando por las mañanas. Y los fines de semana integraron rutas de fondo, que en la jerga ciclista significa pedalear más de 100 kilómetros. Y esta es la clave para resistir tantas horas en la bicicleta, afirman.
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“Una de las cosas principales de este reto, es el compañerismo, porque es una gira que tenés que hacer con gente de confianza. Con un equipo que te diga si salimos juntos, llegamos juntos, porque no es una competencia tampoco”, dice Anabell, quien es comunicadora.
El día del desafío
Inicialmente había decidido salir desde la playa más cercana: Masachapa. Sin embargo, como usan bicicletas de ruta no pueden andar mucho tiempo sobre adoquín. Pues, debían rodar desde esa playa hasta el empalme de carretera vieja a León. Así que decidieron salir por San Rafael del Sur, pero al hacer un reconocimiento del lugar descubrieron que les sería muy duro porque esa carretera es muy empinada.
“Es que si desde el inicio te ponchas, no lo vas a lograr. Además, que en esa carretera hay mucho riesgo porque pasan muchos camiones, es bien agosta y hay muchos abismos. Por eso decidimos salir por Puerto Sandino”, dicen los ciclistas.
Una vez trazada la ruta, emprendieron el viaje. En total fueron 460 kilómetros, con escaladas de 4 720 metros, que eso equivaldría a subir a El Crucero seis veces. Esa distancia la recorrieron en 21 horas pedaleando. Pues hay dos tiempos, el tiempo que partida y de llegada y el tiempo en movimiento.
“En el día tenemos entre diez u once horas ‘pedaleables’ porque en la noche te puede pasar algo por los vehículos y la visión, porque si no ves un hoyo te podés lesionar”, explica Carlos.
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Por esto mismo, planearon el viaje para tres días, en los que rodarían aproximadamente siete horas por día, dejando espacio para hidratarse, alimentarse y reponer fuerzas. Además, que llevaron un vehículo escolta que los protegería en la carretera, pues ese es uno de los principales peligros.
“En las carreteras no hay espacio para ciclismo. Hay gente que te respeta, pero hay otros que te sobrepasan a cincuenta centímetros y si se siente. Se supone que para que un vehículo te pueda pasar, tiene que haber 1.5 metros de distancia y si, por ejemplo, un camión te pasa a menos de eso hay un efecto de que te jala hacia el camión y ya hay accidentes por esos”, explica Donald.
La meta
Álvaro Fuentes dio el primer respiro de alivio cuando comenzó a ver casas de tambo, después de ver solo mirar naturaleza a ambos lados de la carretera. “Ya llegué”, se dijo asimismo y esas palabras le dieron la energía que le faltaba. Lo mismo pasó para el resto del equipo.
“Recuerdo que en la carretera vimos un anuncio que decía que estábamos a nueve kilómetros de una ferretería. Y nosotros decíamos ‘ya estamos allí, ya llegamos’. Cinco kilómetros después, nos encontramos un oso perezoso en la carretera”, dice el ciclista.
Y al llegar lo primero que hicieron fue pararse en la gasolinera para brindar por su logro, tomando una cerveza.
“Es un sentimiento increíble porque vos ves el país en un mapa y ves los océanos de un lado y del otro, pero cuando decís arranqué al otro lado hace dos días y ahora estoy aquí, te sentís increíble. Y más cuando venís de regreso y mirás todo lo que pedaleaste”, afirman.
En los próximos meses completarán el reto Nicaragua 800, pedaleando desde frontera a frontera. Pero a diferencia del desafío pasado, en esta ocasión invitarán a más ciclistas, pues como es una ruta más conocida y poblada sería más fácil integrar a más personas.