Los diamantes no son escasos y tienen poco valor intrínseco. Fue una campaña publicitaria lanzada en la década de 1930 la que nos hizo creer lo contrario. Lo que parece ser una tradición, fue en realidad un artificio de la compañía De Beers, que durante más de cuatro décadas monopolizó esta industria.
En Estados Unidos, al menos el 75 % de las novias usan anillos de diamantes, cuyo precio oscila en 4000 dólares, según el medio The Atlantic. No te perdás este texto que te cuenta cómo los diamantes llegaron al valor que tienen en la actualidad y por qué no son tan valiosos en realidad.
Como De Beers creó su monopolio
La idea de que los diamantes son raros y valiosos (y a la vez una señal de estima) es reciente en la historia del comercio del diamante.
Hasta finales del siglo XIX, estas gemas se encontraban en pocas cantidades en India y Brasil. Fue en 1870 cuando grandes minas fueron descubiertas en Sudáfrica, de donde se sacarían a montones.
Con el mercado inundado de diamantes, los británicos que habían organizado las minas sudafricanas, vieron que su inversión estaba en peligro: los diamantes tenían poco valor intrínseco y su precio dependía mayormente de su escasez.
Los inversionistas fusionaron sus intereses en una sola entidad lo suficiente poderosa para controlar la producción y poder perpetuar la ilusión de escasez. Así, en 1888, nació De Beers Consolidates Mines, Ltd.
De Beers llegó a controlar el 85 % del comercio de diamantes a nivel mundial. Esto les permitió preservar la apariencia de que eran escasos y mantener artificialmente su precio elevado.
El diamante como símbolo de amor
En la víspera de la II Guerra Mundial, solamente el 10 % de los anillos de compromiso contenían diamantes. Hacia el final del siglo XX, el 80 % los tenía, de acuerdo con la BBC. Este aumento tan pronunciado a lo largo del siglo fue gracias los esfuerzos publicitarios de De Beers.
En 1947, lanzó su eslogan «A Diamond Is Forever» (un diamante es para siempre), con el fin insertar en la mente del público que necesitaban un anillo de diamantes para contraer un matrimonio.
Al decir que era “para siempre”, se aseguraban darle un valor sentimental profundo que evitara que las personas los revendieran. Que sus clientes pusieran sus diamantes en el mercado ocasionaría fluctuaciones en el precio.
Ese fenómeno fue el que le dio el título al famoso artículo “¿Alguna vez has tratado de vender un diamante?” del periodista Edward Jay Epstein.
El autor desmantela lo que él llama la ‘invención del diamante’ (la idea de que los diamantes eran raros y de mucho valor). Esta ‘invención’ fue más que un monopolio para determinar el precio de los diamantes. Fue “un mecanismo para convertir pequeños cristales de carbono en símbolos universales de riqueza, poder y romance”, explica.
La campaña publicitaria multimillonaria
La agencia de publicidad contratada por De Beers resaltó la necesidad de fortalecer en la mente del público la asociación de los diamantes con el romance. Para lograrlo, diseñaron un ambicioso plan que contemplaba diamantes siendo usados por personalidades en películas, revistas, y periódicos. El presupuesto llegó a ser de diez millones de dólares por año, según Epstein.
En un documento la agencia explicó: «Nosotros difundimos el mensaje de los diamantes siendo usados por estrellas de la pantalla y el escenario, por esposas e hijas de líderes políticos, por cualquier mujer que pueda hacer a la esposa del abarrotero o del mecánico decir “desearía tener lo que ella tiene”».
Así es como muchas generaciones crecieron viendo en el cine, la televisión y otros medios de comunicación, a mujeres recibiendo un anillo de diamantes como símbolo de amor eterno, sin conocer el origen de tal costumbre.