Desde su creación, Instagram, ha sufrido drásticos cambios. La app, pensada para compartir momentos y fotografías sin textos, hoy se ha convertido en una de las redes sociales más importantes y en un centro de negocios para jóvenes emprendedores, que hace diez años eran niños.
En 2018, los jóvenes de la Generación Z, son propietarios de muchas tiendas populares en las redes. Cada vez que publican un nuevo producto en sus perfiles hay una pugna entre los clientes, también jóvenes, para ser los primeros en reclamar la pieza que desean.
Las colecciones se van en un día, dejando la expectativa de cuándo se subirá algo nuevo para comprar. Los dueños, que manejan sus negocios al otro lado de la pantalla, nos cuentan sus historias:
Baúl de Smol: María Fernanda Cruz
El Baúl de Smol fue creado por accidente. En 2016 María Fernanda Cruz ordenaba ropa por internet que nunca podía encontrar en las tiendas locales. De vez en cuando le llegaban artículos que no le gustaban tanto y que quedaban acumulados en su cuarto. Decidió venderlos, pero por pena a publicarlos en su perfil de Facebook, abrió el Baúl de Smol. El proyecto lleva casi dos años y la página crece cada día.
El Baúl vende bralettes, camisas con enunciados feministas, medias, broches, calcetas de Van Gogh, collares de galaxias, llaveros con referencias a películas de Quentin Tarantino y mucho más. Una extravagancia que solo podría ser encontrada en internet.
Una de las reglas básicas para la joven de 20 años es no vender nada que ella no compraría. «En Nicaragua hasta hace poco era bien difícil comprar cosas como extrañas, como con una onda distinta. Yo vendo para chavalas con mi misma necesidad de querer tener un estilo más exclusivo«, afirma.
El nombre de la tienda le hace tributo a la forma en que sus amigos la llamaban por un meme que la hacía atacarse de risa. «Me decían Smol por un meme de un perrito chiquito. Después me di cuenta que Baúl y Smol, combinaban. Así me quedé hasta ahora y creo que le va bien», dice.
«Mafe», como la conocen, estudia Diseño Gráfico y por las tardes trabaja en un Call Center. Su tiempo es limitado, pero siempre ha tratado de dedicarle todo el esfuerzo que puede a su proyecto.
La tienda, admite, la ha hecho madurar. Ella es la encargada de todas las tareas: redes, delivery, fotografías, finanzas. Todo. «Para no volverme loca tengo que agendar todo, porque estoy entre clases, trabajo, vida social, tienda. Tengo que apuntar todo porque sino se me olvidan las cosas por más importantes que sean», cuenta entre risas.
Por el momento, el Baúl no genera un ingreso suficiente para vivir, pero es un extra que la ayuda bastante. El próximo año desea invertir más en la tienda y dedicarse más a ella. «Es un proceso de crecimiento. Ya tengo clientas fijas y espero que se sigan sumando más. Es cosa de esforzarse más y darlo todo. No hay nada como trabajar en lo que te gusta«, expresa.
Everglow Nicaragua: Naidelyn Altamirano
Desde que era niña, a Naidelyn Altamirano le ha gustado la idea de tener su propio negocio. En su colegio modelaba los accesorios que revendía de la tienda de su mamá. Ese dinero lo usaba para sus gastos escolares. Actualmente está en tercer año de Farmacia y es la dueña de la tienda de accesorios en línea Everglow Nicaragua.
«Siempre he tenido una mentalidad emprendedora. Mis padres me criaron así. No me gusta depender de alguien, ser la trabajadora de alguien. Esto es lo que a mí me gusta», dice.
Everglow es exclusiva para Instagram y se creó hace poco más de dos meses. Naidelyn tiene 19 años y la idea surgió porque necesitaba dinero extra para la universidad y quería hacer algo que le hiciera sentir feliz. El proyecto de la tienda era una meta que tenía para el 2018.
Comenzó a preguntarle a sus amistades y seguidores en Instagram qué les gustaría comprar y en qué plataforma lo desearían. «Yo quiero usar las redes para cosas buenas, para sacarle provecho a eso. Quería cumplir ese sueño que ya tenía. Algo que había hecho en el colegio, pero para más gente», afirma.
Everglow arrancó en enero con el apoyo de sus padres, dos amigos y su novio. Los productos que tenía disponibles, y se suponía durarían un mes, fueron comprados en menos de una semana. «Gracias a Dios y a todos los que me han apoyado vamos creciendo de poco a poco», cuenta.
Naidelyn trata de equilibrar sus estudios con su negocio. El delivery lo hace por la mañana porque no le gusta perder clases. Usa una motocicleta que le dieron sus padres para trasladarse a todas las universidades de Managua.
Aunque admite leer sobre marketing y comunicación para mejorar la presentación de su negocio, entre sus sueños está terminar su carrera de Farmacéutica y trabajar paralelamente en la tienda. «Si empiezo algo lo termino. A mí me gusta hacer las cosas bien y eso aplica para todos los aspectos de mi vida», cuenta.
Quiere ampliar las redes en las que Everglow está presente y la felicidad entre sus clientes es un valor esencial para sus metas.
Alexxas: Alexa Morales Dávila
El concepto de Alexxas ha cambiado desde que se fundó en 2016. La idea comenzó con una venta de ropa que sacara a Alexa Morales, su propietaria, de apuros económicos, pero no le hacía feliz, no la representaba. «No me gustaba, pero pagaba las cuentas», cuenta.
Esta joven de 23 años es fanática de Harry Potter y encontró una pulsera que le encantó, subió una foto del producto a las redes de la tienda y sus notificaciones estallaron: todos querían saber los precios, dónde podían adquirirla y cuántas más habían.
Alexa había encontrado a un público que sin el internet no conocería. Para ella esa fotografía había sido reveladora. Un mes después cambió toda la ropa que tenía por productos de Star Wars, Game of Thrones y Harry Potter. Así es como se conoce la tienda ahora.
«Geek», si bien es una palabra que podría describir los artículos que se venden en Alexxas, no engloba todo el concepto. También ofrece pósteres vintage y de series que no clasifican en ese tema. Le gusta experimentar.
La tienda está dirigida a las personas que no tienen un sitio para comprar este tipo de productos. «Mis clientes son estrellas. Tenemos mucho en común. Son el éxito, locos, pero en el mejor de los sentidos», expresa.
Para ella, sin las redes sociales Alexxas no existiría. Dirige su marca a jóvenes que consumen la cultura pop y tienen el hábito de comprar en internet. Una práctica que desea estimular en los nicaragüenses. «Ahora a casi nadie le gusta moverse para comprar algo. Solo lo piden, es más fácil», afirma.
Ella es la encargada de todo el negocio. Estudió Administración de Empresas y esta es su única fuente de trabajo y, afirma, es algo que la hace verdaderamente feliz.
Hoy, tiene una tienda física en su casa que podés visitar. Además, contrató a un repartidor de pedidos para el delivery en toda la capital. Son los primeros pasos para los planes que tiene.
En el futuro quiere, además de expandir la tienda, crear un restaurante café enfocado en la cultura pop moderna. «(Desearía un lugar) donde se puedan comprar cosas, pero también vender como cerveza de mantequilla (referencia de Harry Potter) y pueda incluir arte nicaragüense», confiesa.
3.33 Shop: Eva Gutiérrez, Francisco Ruíz, Elizangela Tijerino, Nazareth Peñalba y Kenia Quintero
A Elizangela, Eva, Francisco, Kenia y Nazareth los une una amistad de años y la pasión por la moda. Los cinco son los dueños de 3.33 Shop, una tienda de ropa de segunda mano que tiene por filosofía tener ropa «chic y barata». O como dice dicho, que cumpla con las 3B: Bueno, Bonito y Barato.
Su tienda, explican, tiene tres puntos claves para su funcionamiento: el buen estilo, el reciclaje y la redefinición. Ninguno de sus fundadores tiene más de 20 años, pero están claros de lo que quieren para su negocio: que jóvenes como ellos amantes de la moda pueden definir su estilo sin la necesidad de gastar tanto dinero en una sola pieza.
3.33 es para ellos una forma de no depender económicamente de sus padres. Son estudiantes universitarios originarios del interior del país, y los gastos extras en la capital siempre surgen. Además, les ayuda a viajar. Así pueden cumplir su meta de conocer toda Nicaragua.
Se definen como un excelente equipo. Cuentan con otra de sus amigas, Cristhell Navarrete, para ser la imagen de la tienda. Cada uno tiene un rol asignado que va mejor con la carrera que está estudiando.
Todos colaboran en las fases de cada colección: desde escoger la ropa en tiendas mayoritarias, hasta responder los mensajes de la página. Igual se reparten las ganancias. Cada vez que publican mercancía se acaba en menos de dos días. «Somos bastante rentables. Esto se debe a una buena estrategia de precio que se mantiene en la empresa, una correcta administración y sobre todo lo mucho que nos ahorramos al ser una tienda virtual», expresan.
Instagram ha sido la plataforma idónea, debido al público al que apuestan: gente como ellos. Tratan de familiarizarse con sus clientes, saber lo que quieren. Pero tomándolo desde su propia experiencia. Eso les ha funcionado bastante bien.
Quieren presentarse en ferias de pequeñas empresas para darse a conocer y expandir más su público. Pero trabajando siempre juntos.