En la Isla El Arado, localizada en las isletas de Granada, cinco atletas de alto rendimiento entrenan sin parar. Es un viernes de enero. Ha pasado casi un mes desde que Ana Vanegas, Vicente Vanegas, Evidelia González, Francisco Vanegas y Bismark Potoy –hermanos y primos– capturaron el corazón de los nicaragüenses al ganar cinco medallas de oro, cuatro de plata y una de bronce en los Juegos Centroamericanos. En la práctica de hoy hacen falta cinco jóvenes que también son parte de la familia, y que de igual forma, compartieron este mismo logro.
“Es que andan en Granada, haciendo unos mandados, por eso no están, pero normalmente entrenan con nosotros a esta hora (seis de la mañana)”, explica Ana, de 25 años, entre risas y gestos de complicidad. “Nosotros regularmente practicamos en la mañana y en la tarde. A veces hacemos gimnasio en la ‘casa bote’, pero hoy solo una vez lo vamos a hacer”, indica la muchacha de sonrisa contagiosa.
Para apreciar el entrenamiento en su totalidad, nos situamos en un bote convencional en medio del espacio que existe entre las islas. Estaremos casi dos horas en las aguas del Lago Cocibolca, observando a los jóvenes remeros haciendo lo que más disfrutan. Lo que aprenden a hacer desde niños. Lo que les dio la gloria en diciembre pasado.
El génesis de los remeros
En las isletas de Granada los niños empiezan a remar a los seis años. Los más precoces lo hacen a los cuatro y las niñas –como cuando Ana lo era–, comienzan cuando la curiosidad y la «vagancia» forman parte de las aventuras infantiles.
Bajo la supervisión de los padres, los chavalos primero reman a la orilla de las islas, luego los mandan a hacer compras y cuando entran en edad escolar, dirigen las pequeñas embarcaciones hacia el colegio, ubicado a unos cuatro kilómetros de los islotes.
“Uno aprende a remar para hacer sus necesidades. Para pescar, para salir de la isla, para progresar”, asegura Francisco.
Antes de practicar el remo de forma olímpica, los remeros de El Arado, participaron en torneos que realizaban en el malecón de Granada. Con sus botes artesanales, competían contra otros isleños por premios como motores de lanchas, plantas eléctricas y canastas básicas. Los Vanegas-Potoy fueron observados por Gerardo Álvarez, presidente de la Federación de Remo en Nicaragua.
“El FISA (Federación Internacional de Sociedades de Remo, traducido del francés), dijo que me hiciera cargo del remo en Nicaragua. En una competencia, mi hermano me dijo que los remeros más rápidos estaban en las Isletas de Granada. Hicimos una convocatoria y llegaron unas 80 lanchas. Mi hermano me dijo que cuatro en particular eran los mejores”, recuerda Álvarez.
Esos cuatro muchachos eran Francisco, Vicente y dos primos más. Álvarez apenas estaba descubriendo el semillero. Luego se sumarían Ana, Evidelia, Bismark y los demás.
Como parte de la preparación inicial, los primeros cuatro se fueron a entrenar a El Salvador. Al llegar al país cuscatleco, los remeros descubrieron la diferencia entre practicar con un bote olímpico y uno artesanal.
“La técnica de este bote olímpico es muy diferente en el uso de las piernas. Con los botes que remábamos solo usábamos los brazos. Mientras que con estos movemos las piernas, los brazos. Tuvimos que entrenar bastante para tener continuidad”, asegura Vicente.
La resistencia adquirida con los años que habían pasado remando en su isla, sumada a la experiencia en el nado, facilitó el aprendizaje de los atletas. Lo más complicado fue dominar la técnica.
Si bien participaron en algunos torneos, todavía el grupo no hacía explosión. En parte se debía a la falta de equipo y botes, que no tenían en el país. Para algunas competencias debían viajar desde un mes de antelación. La falta de un entrenador presencial también dificultaba las cosas.
Fue hasta en el 2014, gracias a la gestión de la Federación de Remo y el apoyo del FISA, que los remeros de El Arado tuvieron sus primeros cuatro botes. Este sería el inicio de otra etapa, la más dorada que han tenido.
Entre el remo y los platanales
En El Arado la vida es tranquila. No existe el ruido de los carros ni la contaminación de los autobuses. La isla está adornada con árboles frutales. Hay perros, gatos y una que otra vaca. Para los entusiastas de la naturaleza este es el lugar perfecto, porque tampoco hay electricidad.
Después de entrenar, los remeros desayunan. Si hay que limpiar las plantaciones de plátanos (que venden a comerciantes) lo hacen. Si se debe regar las plantas o cocinar, ayudan. Si hay que dormir, entonces se descansa.
Los familiares de los atletas entienden que para que estos puedan brillar, además del apoyo económico de la federación y del entrenamiento diario, también necesitan una mano en las labores del hogar. La madre de Ana, Vicente y Evidelia siempre trata de que los quehaceres estén hechos cuando llegan de entrenar.
“Yo les hago su comida, les lavo su ropa. Lo hago por amor a mis hijos”, dice Mayra Jarquín, mamá de estos atletas.
Durante la preparación para los Juegos Centroamericanos este apoyo se intensificó, al igual que los entrenamientos de los remeros. De lunes a viernes, los atletas hacían de dos a tres prácticas. Con la llegada de un entrenador cubano, la parte física mejoró y las piezas poco a poco se comenzaron a ajustar.
“Los lunes hacíamos 20 kilómetros, en las tardes hacíamos gimnasio. Íbamos graduando el entrenamiento”, dice Evidelia. “A veces no me quería levantar a entrenar, pero luego cambiaba de actitud. Nuestra meta era ganar y reinar en este deporte”, continúa Ana.
La Federación de remo aspiraba a ganar tres medallas de oro, pero los remeros tenían otros planes. Ana, en particular, era el secreto mejor guardado. Lo sabía el entrenador y también el presidente de la federación. Confiaban en una sorpresa de parte de la isleña.
Ana no defraudó. En la categoría remo sencillo, superó a su rival guatemalteca hasta por 300 metros. Ganó la medalla de oro a la vista de cientos de personas que llegaron al puerto Asese, en Granada.
“Esa medalla no se esperaba, porque ese bote lo practicaba poco, en el que teníamos más oportunidad de ganar oro era con mi hermana. Yo entrené fuerte, le dediqué mucho tiempo, a veces nos invitaban a salir y nunca íbamos. Estábamos enfocados”, cuenta Ana.
Cuando Ana arrimó con su bote al puerto, una batería de medios estaba esperándola. Su cara expresaba alegría, nerviosismo y un resto de incredulidad. Al salir de su embarcación, sus piernas temblaban, su voz se entrecortaba. Ana se sentía en otro mundo. “Casi no podía hablar”, afirma.
Ana se convirtió en la primera atleta que ganó oro en los centroamericanos. Su esfuerzo abrió el medallero dorado y motivó a sus hermanos y primos. Tanto así que el recuento final fue de cinco medallas de oro, cuatro de plata y una de bronce. Nicaragua se consagró como el campeón en remo a nivel de Centroamérica.
“Para nosotros fue algo increíble, nunca pensamos llegar al nivel que tenemos”, expresa Vicente.
“Nosotros le quitamos el campeonato centroamericano a Guatemala, no solo son las cinco medallas de oro, es el título de campeones el que obtuvimos”, manifiesta el presidente de la federación de remo.
Para el cronista deportivo Edgar Tijerino, el logro que obtuvo el remo en estos centroamericanos es histórico, pues este deporte no tenía huella firme en el país. “Hay que agradecer a Gerardo Álvarez, quien ha sido un creyente en el remo, consiguió patrocinadores, apoyo, porque sin apoyo no se puede desarrollar ningún deporte… Se ve el impulso y el aporte en oro que dio fue interesante”, afirma.
La medalla más importante
A pesar de ser campeones centroamericanos, y de obtener el cariño del público y los suyos, los remeros de El Arado no habían conquistado la medalla más valiosa: el título de propiedad de la isla que habitan.
Esta fue durante mucho tiempo la única intranquilidad que rodeó la isla. Las constantes visitas de abogados con notas de desalojo, de «oficiales de la Policía» y de un señor que se proclamaba «dueño» de la isla, causaba zozobra en algunos días del año.
Casi quince días después de haber visitado la iglesia y de recibir a más y más periodistas, el 23 de diciembre los remeros y las familias de El Arado, recibieron la visita del procurador general de la república, Hernán Estrada.
“Dijo que venía especialmente de parte del presidente a darnos los títulos de propiedad y nosotros muy contentos, no esperábamos eso”, recuerda Vicente, con una sonrisa de satisfacción. “Fue algo inesperado, estábamos con la idea de ganar y dar lo mejor para decirle al presidente que nos apoyara con título de la propiedad y salió esto y estamos agradecidos”, reafirma.
Lo único que hace falta en la isla es la energía eléctrica. El Gobierno prometió que este proyecto llegaría a El Arado y la confianza que tienen los remeros en esta palabra es grande.
La tranquilidad que se logró, una vez resuelto el problema del título de propiedad, permite a los Vanegas-Potoy concentrarse en sus estudios. Ya no hay más zozobra cuando salen de la isla para ir a la universidad. Ahora los planes de futuro están más aterrizados y claros.
Vicente, Ana y Evidelia cursan Licenciatura en Deportes en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. Francisco recién terminó la secundaria y planea estudiar lo mismo, pero con énfasis en natación. El resto de primos y hermanos tiene las mismas ganas de salir adelante y de triunfar en un deporte que hasta diciembre del año pasado, todavía estaba olvidado.