Bailes, belleza, filtros sin parangón, magia y mucho humor. La superficialidad y la evasión ante una pantalla han tomado el poder y absorbido el tiempo de la Generación Z (1995-2009); y aún sin ser “legal” ya la exploran los Alpha (a partir del 2010).
Lo lúdico prima en la plataforma Tiktok, heredera de Music.ly y con evidente apego al contenido musical. De los seis segundos iniciales, a los quince que podían concatenarse, y a crear hoy cuatro vídeos de hasta 1 minuto.
El auge en el período pandémico les ha hecho plantearse incluso ampliar a tres minutos la longitud media de los tracks de las canciones comerciales para soportes radiofónicos.
Lo que no pasa desapercibido en ningún caso es que los más jóvenes tienen un uso completamente chocante para profanos: ¿Qué hacen? ¿El ridículo? ¿»Morritos» cambiando los fondos o coqueteo a cámara sin más?
Un nuevo contexto, un nuevo peligro
De entrada, la mirada tiene que adaptarse a un nuevo contexto y poder así entender su potencial, o los peligros en la franja de edad a la que afecta. Los usuarios de TikTok suelen compartir contenido con personas de su edad, pero también abundan vídeos en los que se incluye a sus mayores, a los que han puesto a hacer coreografías o a cantar en duetos.
Entre la variedad de nuevos “influencers” están los especialistas en lipsyncs (el antiguo playback, es decir, hacer coincidir los labios con la letra como en un doblaje audiovisual). También los que hacen muecas o sonidos con su garganta, virtuosos que hacen magia o infinidad de cuentas cómicas con situaciones de la vida diaria, a modo de lectura personal de la vida frente a la interpretación de los adultos.
Más homogéneo y con pautas
El grado de enganche con su usuarios es similar al de Youtube. Pero la particularidad de esta red es que las pautas para los creadores han estado mucho más definidas, y por este motivo es una red más homogénea en el formato de las piezas publicadas.
TikTok ofrece los ránkings por categorías como virales, memes, de creación, celebridades, voces y nicho. El gran triunfador de este 2020 ha sido Jason Derulo (1989). Y este liderazgo no sólo se ha debido a sus canciones, cuenta personal y vídeos, sino también y en especial, a la creación de Savage Love, melodía original Laxed(Siren Beat) del cantante Jawsh 685.
Un nuevo ‘star system’
Los retos del confinamiento y la anulación de giras hicieron que muchos cantantes hallasen en las redes sociales un modo de fidelización de nuevas audiencias. Esto, y el auge entre el segmento de 14 a 26 años de TikTok, han hecho que el selecto club de famosos de los mass media se haya visto arrastrado a estas fórmulas comunicativas para no quedarse absolutamente fuera del nuevo star system.
Lo han hecho adaptando la narrativa a lo que demandan y sienten verosímil estos públicos. No con una cuenta anodina y marketiniana de eco de su trabajo realizado.
Will Smith es un ejemplo de este reciente salto. Su cuenta tiene vídeos que incluyen efectos especiales y una edición muy divertida, que coincide con la personalidad proyectada del actor y cantante. También crece vertiginosamente Reese Witherspoon, pues se observa natural y se adapta al perfil de bailes, recetas y bromas.
Auge y lado oscuro
En la muestra que hemos elaborado, entre los usuarios que hemos seleccionado (famosos externos a TikTok, digamos, y los que se han hecho famosos en la plataforma) se evidencian dos aspectos relevantes: por una parte, desde diciembre de 2019 al actual año, han visto un incremento fulminante en sus seguidores debido a la situación de confinamiento.
Y, por otra, los protagonistas en TikTok no coinciden en ningún caso con otros listados de famosos habituales. Ni tan siquiera en el caso del sector de la música, donde observamos cómo Adele, Rosalía o Mariah Carey no tienen ni una quinta parte de seguidores de Loren Gray. Una tiktoker que, aunque posee algunos sencillos, publica simplemente vídeos de ella bailando o haciendo… nada.
Esta joven con postizos y aspecto de muñeca nos lleva a un tercer tema de calado: la promoción de estereotipos inalcanzables que podría ser responsable, en parte, de cómo afectan estas redes a la depresión de jóvenes de entre 12 y 16 años.
El FOMO (fear of missing out) y la gran penetración de modelos a emular, donde la parte intelectual se desdeña, provoca un efecto cascada devastador. Pues el éxito se mide por unos parámetros nada sanos y se multiplica el número de casos de trastornos.
Famosos tradicionales vs ‘tiktokers’
En la tabla que sigue se hace tangible la explosión que ha supuesto esta plataforma en el último año. También nos muestra cómo ninguna de las celebrities más “tradicionales” llega a los 10 millones de seguidores. Una cifra casi irrisoria frente al número de seguidores que tienen los auténticos protagonistas de TikTok. Así mismo también pone en evidencia cómo alguno de ellos como Meghan, Vadhird o Zurita han hecho el camino a la inversa y ahora están en la prensa rosa o en los medios de comunicación tradicionales. Su acceso a los sectores cinematográfico o musical se debió a otras redes sociales como Youtube o Vine.
La revolución de los duetos
La función dueto supone un salto cualitativo en el tipo de relación que los usuarios establecen con los famosos a los que “siguen”: con ella pueden compartir pantalla y canción directamente con las estrellas internacionales de las que son fans.
Cantar junto a alguien del que estás físicamente separado ha sido una de las revoluciones y éxitos del 2020. Los duetos incluso pueden ahora pasar a tríos, dando un recorrido mayor a esas piezas. Según hemos recabado de fuentes de la empresa TikTok, no es posible saber cuántos duetos se hacen de una canción publicada.
Pero lo que sí podemos afirmar tras esta observación es que la contraprestación de esa falta de control de la difusión autorizada es interesante para el artista, dado el impacto directo en el público que consigue al poder acceder a esa modalidad de interacción.
Y ahí está el truco: más allá de las manipulaciones de la imagen, para los famosos es un buen trato, ya que consiguen la fidelización y empatía del receptor a través de la diversión.
Este artículo fue republicado de The Conversation bajo licencia Creative Commons. Lea el artículo original. Mónica Valderrama Santomé, Profesora del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad, Universidade de Vigo