Estilo

Los sabores de Semana Santa
Ilustración: Olga Sánchez

El almíbar y la sopa de queso son los principales platillos que se consumen en esta época ¿A qué sabe tu Semana Santa?

La Semana Santa está llena de colores, sabores y sensaciones. En estos días, cada familia tiene su forma peculiar de pasar las vacaciones. Algunos mantienen las tradiciones de los abuelos y van fielmente a las celebraciones religiosas, mientras otros aprovechan el tiempo libre para salir al mar o buscar el frío del norte.

La comida es una característica especial en estas fechas. Le preguntamos a algunos miembros de la redacción qué sabor evoca su Semana Santa y esto fue lo que nos respondieron.

Arlen Cerda: “Mi Semana Santa sabe a almíbar y frutas de huerto”

Crecí en una familia que conoce todos los sabores de la Semana Santa, de aquella con sus días de reflexión, tradiciones religiosas y “fogones apagados”. Decía mi abuela que antes la gente no encendía las cocinas por respeto a estos días y ella conocía todas las recetas para cumplir la tradición. De las sopas de queso y el pinol de iguana de la Cuaresma, la Semana Santa llegaba siempre con los tamales pisque y queso, frijoles blancos (o dulces), el pinol y el pinolillo, el gaspar (o pescado seco), y más tarde también las sardinas o el atún.

Pero mis sabores favoritos de la Semana Santa son el almíbar hecho en casa y las frutas de los huertos del Diriá, el pequeño poblado donde me críe, ubicado a unos 45 kilómetros al suroriente de Managua.

Ilustración: Olga Sánchez

Mi mamá ha heredado la receta del almíbar, que prepara desde la semana previa a la Semana Santa. En esos días la cocina de la casa es un desfile de ollas con mangos, jocotes, nancites, groceas, papaya y coco hirviendo bajo un baño de azúcar, que al final se mezclan en una olla gigantesca que mi mamá administra religiosamente.

A diferencia del almíbar, las frutas frescas las conseguimos hasta el miércoles por la noche, en un recorrido por los huertos o enramadas que cada Miércoles Santo se instalan en los alrededores a la parroquia del Diriá.

Hace unos veinte años nos mudamos al vecino poblado de Diriomo, pero si hay un día en que no falto al Diriá, ese es el Miércoles Santo. Con menos de cien córdobas puedo volver a casa con sandías, melón, jocotes, naranjas, mangos, piñas, limones y coco, cuyos precios van desde uno a diez córdobas. También hay nísperos, zapotes, maduro pasado (plátano remaduro, secado al sol), dulce de rapadura, e incluso verduras y gallinas, que cuelgan atadas a varas que decoran y donan los agricultores y devotos locales.

Vladimir Vázquez: “Camarones y pescado seco”

La Semana Santa me sabe a pescado seco porque yo soy de Bluefields y ahí tradicionalmente se come pescado y camarones secos. Cuando yo era niño, mi abuela tenía una venta y vendía verduras y esas cosas. Para Semana Santa le llevaban pescados y camarones. Lo que yo hacía era que me robaba los camarones, agarraba un puñado y me los comía mientras miraba televisión.

Ahora la Semana Santa no me sabe a nada. Normalmente no hago nada en estos días, porque me parece que es peligroso salir en estas fechas. No me gusta ir a los balnearios y prefiero quedarme en mi casa y comer cualquier cosa.

Wilfredo Miranda: “Para mí sabe al mar”

Indiscutiblemente el mar. De pequeño iba a procesiones y todo, pero ya en la juventud iba a la playa desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Gloria. Ni siquiera me acuerdo de las canciones como “En el mar la vida es más sabrosa”, al mar lo asocio al vallenato, a Rafael Escalona cuando íbamos por esos caminos polvosos para Guasacate en la tina de una camioneta con el tráiler, comida y guaro.

Ilustración: Olga Sánchez

Como éramos chavalos, no teníamos mucho billete e íbamos a la rebusca. Lo que comíamos en Semana Santa era Maruchan con Oreo. Ahora disfruto de un ceviche bien hecho con una cervecita bien helada a mitad del día, y estrictamente en una playa, pero no como San Juan del Sur, sino una más calma.

Ilustración: Olga Sánchez

Olga Sánchez: “Arroz a la valenciana y frutas”

Yo pertenezco a una comunidad religiosa y cada año, en Semana Santa, vamos a un pueblo que requiera ayuda en la realización de las actividades de la iglesia. Cada sitio que he visitado tiene tradiciones muy diferentes.

Uno de los viajes que más me gustó fue el que hice a Mateare. En casi todos los lugares te dan frutas, pero ahí, las personas que nos recibieron hicieron un huerto con almíbar, jocote, mango seleque y bananos.

Ilustración: Olga Sánchez

En mi Semana Santa lo que nunca faltan son las frutas y el arroz a la valenciana. Esto lo suelo comer el Viernes Santo por la noche, después del trajín del Vía Crucis, las siete palabras y todo eso.

Iván Olivares: “Me sabe a tiempo para leer”

Suelo pasar en la casa y por los calores lo que más consumo son refrescos, mucha agua y mucho líquido. También aprovecho el tiempo para ir de excursión con mis scouts, y poder avanzar en su adiestramiento. También me encargo de reeditar los antiguos manuales de los Boy Scouts.

Ilustración: Olga Sánchez

Uno de los siete días de la Semana Santa me toca estar de turno en mi trabajo. Después de eso tomo los días restantes para leer, acompañar a mi mamá a visitar algunas amistades en una localidad llamada Samaria, que queda en carretera a Pochomil, en Villa El Carmen. Aprovecho también para organizar mis archivos en la computadora. No suelo seguir las tradiciones de la Semana Santa, como eso de no comer carne. También tengo años de no comer almíbar y como solo cuando me lo regalan.

Maynor Salazar: “Mi Semana Santa sabe a rosquillas”

Tradicionalmente siempre iba donde mi abuelita a ayudarle en la elaboración de rosquillas. Llegábamos un lunes a La Paz, Carazo y entre todos preparábamos cosa de horno, empanadas, boyos y luego los metíamos en unos sartenes para hornearlos. Nos quedábamos ahí y veíamos con otros primos cómo salían las panas de rosquillas y generalmente pasaba comiendo con una taza de café o leche desde ese día hasta que nos íbamos.

Ilustración: Olga Sánchez

En La Paz no hay playa, no hay una piscina y simplemente es el gusto de estar con ese olor e ir a la finca a cortar jocotes, molestar con los chavalos o jugar fútbol. Ahora, como el trabajo me lo impide, suelo quedarme en Managua pero trato de salir dos días a la playa, generalmente a Gigante y comer un pargo rojo y pasarla bien.

Franklin Villavicencio: “Los mangos me recuerdan a estas fechas”

A mí me sabe a mangos. En el patio de mi casa hay un árbol de mango que desde pequeño ha sido motivo de disfrute. El sabor de esta fruta también llega acompañado de un ruido que al principio me asustaba pero ahora me genera mucha nostalgia: los mangos que caen en el techo de mi casa y que suenan a veces como piedras inmensas.

Ilustración: Olga Sánchez

Año con año, el árbol nos da hasta dos baldes repletos de fruta que alcanzan incluso para regalar. En esos meses de estación, el mango llena la mesa de mi casa: frescos, batidos, tajadas de mango maduro o verde y todos las formas imaginables en las que se puede emplear este producto.

Dánae Vílchez: “Sabe al norte”

Ilustración: Olga Sánchez

En mi familia no son muy de seguir las tradiciones de la Semana Santa. Hasta este año probé la sopa de queso y fue un descubrimiento para mí. Mis Semanas Santas son muy variadas y me gusta viajar al norte en esta época para huir del calor y también porque me encantan las montañas. Aprovecho para comer rosquillas, güirilas y todos esos productos que son muy típicos. En otras ocasiones he hecho lo que algunos adolescentes y jóvenes hacen en Semana Santa, que es ir a la playa y comer lo que encontrás, como pescado, atún y otros productos enlatados.


Y a vos, ¿a qué te sabe la Semana Santa?

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