Icono del sitio Revista Niú

«Los siete magníficos» cabalgan en un regreso sin gloria

Nadie estaba esperando una nueva versión de “Los 7 Magníficos” (John Sturgess, 1960), el Western que iluminó las pantallas de muchos matinées. Mucho menos una nueva versión del clásico “Los 7 Samurai” (Akira Kurosawa, 1954), el filme que Hollywood adaptó con impunidad. Cualquier nivel de tracción que pueda tener la nueva película de Antoine Fuqua depende de su complicidad con Denzel Washington.

El gran actor consiguió su segundo Óscar, y el primero por un rol protagonista, gracias a “Training Day” (2001). Juntos, en el 2014, reinventaron la serie de TV “The Equalizer” (1985-89) como incipiente franquicia, con un filme del mismo nombre. La secuela se estrenará el año que viene. El dúo está en un momento de sus carreras donde pueden hacer lo que quieran. Y lo que quiere, es esto.

La acción arranca en un pequeño pueblo asediado por un magnate de la minería. El perverso Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard) da un ultimatum en una asamblea popular: vender sus tierras a un precio irrisorio o morir. Para aclarar la seriedad de sus intenciones, ordena a sus matones ejecutar a algunos cuantos y quemar la iglesia. Entre los muertos está Cullen, interpretado por Matt Boener. El actor es tan reconocido como para que su muerte prematura se registre como un shock.

El sheriff local está en la nómina del villano, por eso, la joven viuda Emma Cullen (Haley Bennet) se toma la tarea de buscar justicia. Contrata a Chisolm (Washington), un estoico oficial de corte y cazador de recompensas. Él se encarga de reclutar a los seis mercenarios del título, que en un inusual arranque de decencia, se jugarán la vida por hombres, mujeres y niños indefensos. Hay dinero de por medio, pero no lo suficiente como para quitarles mérito.

La presencia de Washington en el papel principal acarrea consigo la agenda racial. Sin embargo, “Los 7 Magníficos” parece desarrollarse en un mundo alternativo, donde todos los conflictos sociales se reducen a una lucha entre el bien y el mal, la codicia y la mansedumbre. Cualquier tensión que se manifiesta entre Chisolm y los hombres blancos que enfrenta antagónicamente tiene más que ver con la relación de poder entre ellos que con los prejuicios. Aunque la película no se involucra con el tema, si está consciente de él, cuando de taquilla se trata.

La pandilla incluye representantes de otras culturas, que no accidentalmente, representan los mercados más importantes para su salud taquillera. El sud-coreano Byun-hun Lee (Terminator: Genisys) sirve de imán para audiencias asiáticas. A falta de un nuevo Antonio Banderas, el mexicano Manuel García-Rulfo (Cake) tendrá que bastar a la hora de atraer latinos. Su duelo de bromas raciales con Ethan Hawke no tiene filo, y apunta a camaradería pasiva-agresiva. Chris Pratt es el galán de turno, y simplemente repite su actuación de “Guardianes de la Galaxia”, bajándole el volumen a la caricatura. A él le toca asegurarle a los blancos norteamericanos que todavía son el tipo más simpático y heroico en este nuevo mundo multicultural.

La película está competentemente producida – véase la hermosa fotografía de Mauro Fiore -, pero no tiene razón de ser. Se siente escenificada en un parque de diversiones. Entre los engranajes de la trama, los actores compiten por ofrecer la actuación más excéntrica. Quedamos atrapados en un duelo a muerte entre Sarsgaard, asumiendo la apariencia de una calavera malévola con ojos ahuecados, y Vincent D’Onofrio. En el bando de los buenos, él canaliza el espíritu de Orson Wells en el ocaso de su carrera, con una vena de demencia latente. Podría florecer en una película de David Lynch, pero en este campo yermo, es una simple distracción. La sobreactuación se agradece en un producto tan genérico como este. Tiene mucho valor de entretenimiento.

El único elemento extraordinario del filme está conectado con una tragedia de la vida real. El compositor James Horner falleció durante el proceso de producción, víctima de un accidente aéreo. Su trabajo inconcluso fue completado por Simon Franglen. El tema original de Elmer Bernstein, automáticamente reconocible, es citado en algunos momentos. Los tres crean música memorable, pero insuficiente a la hora de justificar una película entera.

Clasificación

“Los 7 Magníficos”
(The Magnificent 7)
Dirección: Antoine Fuqua
Duración: 2 horas, 13 minutos
Clasificación: * * (Regular)