Cientos de vendedores ambulantes en Managua encontraron una oportunidad de trabajo en las protestas, entre ellos Luis Manuel Ortiz, asesinado el 30 de junio en la Marcha de las Flores
A Nohelia Pavón, de 23 años, le entregaron las cintas y pañuelos que Luis Manuel Ortiz vendía. En el hospital, desesperada, ella le reclamó: «Le dije que qué fue a hacer ahí, sabiendo que estaba mala la venta nos hubiéramos regresado ¡Él estuviera con su niña! Hubiese querido que él me hablara, pero ya no podía contestarme».
Querían conseguir al menos 500 córdobas. Eso cuesta el tarro de leche para su hija de un año. Esa mañana, Luis Manuel sacó su carretón para recoger basura y ganó lo suficiente para el transporte de él, su pareja y su suegra a la Marcha de las Flores. Había gastado mil córdobas en productos y se afligió cuando se canceló la actividad el 23 de junio. El sábado 30 esperaba recuperar su inversión.
Desde que empezaron las manifestaciones en abril, la joven pareja iba a las protestas a vender distintos artículos. En la Marcha de las Flores se dividieron para abarcar más espacio y así ganar más dinero. Nohelia encontró a Luis Manuel al menos tres veces en el trayecto de la caminata. «Ese día nos fue mal en la venta, apenas yo había vendido 90 pesos cuando lo miré por última vez», recuerda. En la rotonda Jean Paul Genie la pareja se separó. Poco después comenzaron los disparos.
Así lucía la «Marcha de la Flores» antes del ataque de tomatierras armados contra los manifestantes. Foto: Bienvenido Velasco. EFE
Nohelia corrió y encontró a su madre. Juntas esperaron a Luis Manuel por dos horas. A la gente le preguntaban si habían visto a un vendedor. «Yo creyendo que él ya estaba afuera, pero no. Nunca me imaginé que él iba a ir hasta ahí (en la balacera) tal vez él se fue a querer seguir la marcha para querer vender más y sacar lo de la leche de su niña«, lamenta la joven. Al no hallarlo, regresaron a casa. Luego lo reconocerían en una foto en la que aparece con el bluyín ensangrentado, una mochila en la espalda y los ojos cerrados. Varios muchachos lo cargan en una moto rumbo al hospital. Tenía 23 años y dos disparos en la cabeza.
«A veces nos iba malo, nos quedaban ventas, buscábamos nuestra vida. Él era mi ayuda, él era mi segunda mano, el que me ayudaba con la niña y ahora no está. Yo no pienso volver a vender, ya a las marchas ya no», asegura Nohelia. Antes de la rebelión de abril, Luis Manuel botaba basura en el Mercado Oriental y ella vendía verduras y frutas. Lo que podían. «Era una persona cariñosa, obligado, responsable, muy trabajador. Las cositas yo las tengo guardaditas», dice. Son las cintas y pañuelos que él ya no pudo vender.
Así como ellos, al menos mil trabajadores informales en Managua encontraron una oportunidad de subsistencia en las protestas. La venta de banderas y artículos patrióticos en plantones o marchas fue la salida para familias como la de Nohelia y Luis Manuel que quedaron desempleados. «Ellos compran de mil a cinco mil córdobas en productos, andan banderas, andan pitos, andan pañoletas, cintillos, máscaras. En un día excelente los que invirtieron mil córdobas le queda de ganancia 500 córdobas«, explica Irlanda Jerez, odontóloga y comerciante del Mercado Oriental. Aquí algunas historias:
A través de Facebook él sigue las convocatorias de las marchas. Tiene 27 años y por temor no da su nombre, pero explica que empezó a vender en las protestas desde mayo. Asegura que se siente orgulloso cuando ve tanta gente con las banderas que él carga, aunque afirma que «queremos que pare esto, aunque ya no podamos vender nuestras banderitas, son vidas las que se pierden y nosotros por ganar, no queremos más muertos». Foto: Franklin Villavicencio. Niú
Él es vendedor ambulante desde hace ocho años. «Toda vaina vendo yo», dice. «Tengo que meterle talón aunque ya no aguante mis pies, tengo que meterle ganas, más cuando uno tiene un propósito en la vida», afirma. Foto: Franklin Villavicencio. Niú
«Gracias a Dios estamos comiendo, porque somos del mercado y en el mercado no hay nada, vendíamos tomates, cebollas, chiltomas y en verdad que con esto no se puede», asegura Janerica de 34 años. Foto: Franklin Villavicencio. Niú
Ella y su familia, a mediados de mayo -cuando la entrevistamos- invirtieron cinco mil córdobas en productos. «Lo más que hemos vendido son dos mil córdobas pero todo el día, yendo a los semáforos, si hay marcha venimos a las marchas», aseguró.
Foto: Franklin Villavicencio. Niú
Las banderas salen del Mercado Oriental: «Son rollos de tela que son impresos y cortados», explican comerciantes. También los pañuelos y cintillos son telas serigrafíadas y sublimadas en talleres independientes que mantienen un bajo perfil por temor. Las banderas tienen precios desde 20 hasta 150 córdobas. Foto: Bienvenido Velasco. EFE
«Todos estos vendedores ambulantes, son la gente que vendía cocos, que vendía agua helada, gaseosas, gente que de una manera u otra ha encontrado una manera de subsistir», asegura Irlanda Jerez, comerciante del Mercado Oriental. Foto: Franklin Villavicencio. Niú
«Una de las mujeres autoconvocadas recién acababa de comprarle una cinta al muchacho que decía Nicaragua. Eso es lo que más nos impactó, es terrible porque él andaba trabajando», lamenta Irlanda. «Es un dolor muy grande, es algo que no se puede ni explicar», confesó Luis Manuel Loásiga, padre de Luis Manuel Ortiz, vendedor asesinado en la Marcha de las Flores. Foto: Jorge Torres. EFE
La bandera de Nicaragua, símbolo nacional, se empuñó en esta nueva lucha. En el ataúd de los caídos, en la mano del que protesta, en la ropa de un niño, cubriendo las trincheras, está una bandera. Por ella, apodaron a los manifestantes nicaragüenses los «azul y blanco». Por cargar una bandera o algo con sus colores, ahora pueden apresarte o dispararte. Por venderlas, también. Foto: Carlos Herrera. Niú
Los vendedores usualmente son los primeros en llegar y los últimos en irse. Muchos compraron mercadería que no han podido vender porque, desde la masacre del 30 de mayo, las marchas y plantones no se dan con tanta regularidad. Foto: Carlos Herrera. Niú
«Ha habido un rescate increíble de la bandera, aunque le ha costado al pueblo la vida. La gente sigue con su bandera aunque la ande escondidita. Tenemos que proteger a los vendedores que también han sido amenazados por los paramilitares y los policías», asegura Ia comerciante. Foto: Franklin Villavicencio. Niú