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Luto y dolor en el Día de las Madres
Ilustración: Juan García | Niú

El 30 de mayo dejó de ser de alegría para cientos de madres de presos políticos y de asesinados. “No tenemos nada que celebrar”, dicen con dolor.

     

Para Juana de la Rosa Lesage Guadamuz los días y las noches desde el once de julio del 2018 han sido interminables. Desde que el régimen de Daniel Ortega se llevó detenidos a sus tres hijos, ha llorado y ha sentido que su cuerpo no puede más. Recuerda el dolor en el pecho que sintió cuando le dijeron que Harvin, el menor de los hermanos, había sido golpeado durante una brutal de represión desatada por las fuerzas del sistema penitenciario La Modelo.

Anduvo de hospital en hospital buscando a su hijo y preguntando por los otros dos también «porque la información era escasa y no sabía que había pasado con ellos». Dentro de la prisión, Luis Miguel y Jean Carlos también estaban desesperados por saber qué había pasado con Harvin.

«Me fui a la cárcel y exigí que me dejaran verlos», dice. Me dejaron verlos porque mis hijos estaban desesperados. Me dolió ver a mi hijo menor golpeado, pero fue tranquilizante saber que estaban vivos, confiesa.

Juana de la Rosa junto a sus hijos Luis Miguel y Jean Carlos exigen la liberación de Harvin Esteban Lesage. Foto: Yader Luna | Niú

Luis Miguel de 28 años, Jean Carlos de 25 y Harvin Roberto de 20, son presos políticos por haber participado en marchas cívicas en su natal Jinotepe. Los dos mayores fueron excarcelados el pasado 20 de mayo. Aunque esta madre siente «un poco de alivio», todavía le angustia saber que uno de ellos sigue en prisión.

Sus hijos dicen que les ha dolido verla sufrir todo este tiempo. «En prisión sufríamos por verla llorar, pero también por imaginarnos cómo la estaba pasando», asegura Jean Carlos.

Un dolor compartido

– ¿Sabe qué? Me quiero morir. Quisiera salir a la carretera y que un vehículo se sirva de mí- le dijo una mujer jinotepina a Juana de la Rosa Lesage Guadamuz, cuando hacían fila para entregar paquetería a sus hijos detenidos por el régimen de Daniel Ortega.

-¿Por qué dice eso?- le cuestionó a la mujer que apenas conocía, a pesar de que eran de la misma ciudad.

– Porque mi hijo nunca va a salir de aquí- le respondió desconsolada la señora.

-No diga eso. Usted está hablando con una madre que tiene tres hijos detenidos y no es posible que usted se ponga así. Por su hijo, tiene que sobrevivir. ¿Usted lo ama?- le cuestionó.

-Sí.

-Entonces sea fuerte y no agache la cabeza, porque su hijo, como mis hijos, no ha matado a nadie, ni ha cometido ningún crimen del que tenga que avergonzarse- agregó.

Para Juana de la Rosa todo esto ha sido una pesadilla. Es un calvario. Viajar a la cárcel para poder dejarles comida, en distintos días a cada uno de sus hijos. «Ha sido un desgaste físico y emocional terrible», insiste.

Dice que, sin embargo, ha podido conocer a muchas otras familias que comparten ese mismo dolor. «Nos tratamos de ayudar entre todas las madres», asegura.

Un año duro

Johanna Alonso ha estado tranquila durante toda la entrevista. Ha contado con detalles cómo ha sido la lucha que emprendió hace un año para exigir la libertad de su hijo, Fernando Ortega, quien fue condenado por el asesinato de Carlos García, hijo adoptivo de Francisco López, tesorero del Frente Sandinista. Su voz no ha titubeado en ningún momento, pero cuando hablamos sobre el día de la madre, sus ojos se humedecen y sin reparos dice: “El día de las madres no significa nada para mí”.

Su dolor se resume a la ausencia de sus dos hijos varones. Al mayor lo perdió hace dos años cuando fue asesinado en la puerta de su casa y al menor, en abril del 2018, cuando fue detenido junto a otros jóvenes del barrio. Ellos se convirtieron en los primeros presos políticos de las protestas cívicas. Alonso, quien trabaja lavando y planchando ajeno, ha vivido el año más duro de su vida. Y este 30 de mayo será el segundo que pasará lejos del único hijo varón que le queda vivo.

“Yo le digo a Dios que, si estas son pruebas, se las acepto. Renegué en un momento, pero después pedí perdón”, dice mientras baja la mirada.

Esta fotografía fue tomada el 30 de mayo de 2017. El último Día de las Madres, que el periodista Ángel Gahona celebró con su mamá. Cortesía | Niú
Johanna Alonso, madre del preso político, Fernando Ortega, de 20 años. Claudia Tijerino | Niú

Para Amanda Gahona también es el segundo año que no celebrará el Día de las Madres. A ella le asesinaron a su hijo mayor, el 21 de abril de 2018. Se llamaba Ángel Gahona, era periodista y murió de un tiro en la cabeza mientras transmitía en Facebook, un en vivo sobre las protestas de Bluefields. Este jueves, doña Amanda ni siquiera podrá visitarlo en su tumba, pues a mediados de junio del año pasado tuvo que exiliarse por la persecución.

En Nicaragua hay cientos de madres que tampoco celebraran este día, ya sea porque les arrebataron a sus hijos, porque tuvieron que huir del país para sobrevivir o se solidarizan con el dolor de aquellas madres que hoy no tienen el privilegio de estar con aquellos que aman.

La marcha que se tiñó con sangre

Esta fotografía fue tomada el 30 de mayo de 2017. El último Día de las Madres, que el periodista Ángel Gahona celebró con su mamá. Cortesía | Niú
Esta fotografía fue tomada el 30 de mayo de 2017. El último Día de las Madres, que el periodista Ángel Gahona celebró con su mamá. Cortesía | Niú

Al finalizar la noche del 30 de mayo de 2018, Día de las Madres nicaragüenses, 19 personas se sumaron a la lista de asesinados durante las protestas cívicas, que para entonces superaba los 80. Ese día miles de personas marcharon junto a las Madres de Abril, quienes a una sola voz pedían justicia por sus hijos. Amanda Gahona fue una de ellas y a un año de esa fecha, recuerda con claridad que ese día estaba convencida de que la dictadura no se atreviera a atacar a las madres.

“Fue algo increíble. Algo que no esperábamos. Nunca creímos que iba a llegar a ese máximo de crueldad. Nosotros creíamos que quedaba algo de humanismo en esa gente, pero no fue así”, dice entre lágrimas.

Amanda iba junto a otras madres de abril a bordo de una camioneta. Iban casi al frente porque querían llegar antes al lugar donde culminaría la marcha y darían unas palabras. Pero cuando pasaban por el sector de la Universidad Centroamericana, escuchó y vio el ataque que sufrieron los manifestantes.

“Yo creo que para todas las madres que hemos perdido a nuestros hijos nunca habrá un 30 de mayo. Y pienso que, en un futuro, ese día se va a quedar como un recuerdo de la masacre. Tendrá que haber otro día para celebrar a las madres para que ya no tengamos que vincularlo con el dolor de ese día”, dice.

Dos semanas después de esa tragedia. La mamá de Ángel Gahona y su esposo decidieron exiliarse porque el asedio y la persecución que se desató en su contra. Según recuerda en ese corto período estuvieron refugiados en varias casas de seguridad y aun así llegaban motorizados a vigilarlos, los perseguían cuando salían, en las madrugadas hacían disparos al aire e incluso en una ocasión dispararon hacía la casa. Fue así como doña Amanda perdió hasta el privilegio de llevarle flores a la tumba de su hijo.

El duro camino de las madres

La principal demanda de las madres de los presos políticos y de los asesinados es justicia, pues no confían en las instituciones estatales. Franklin Villavicencio | Niú
La principal demanda de las madres de los presos políticos y de los asesinados es justicia, pues no confían en las instituciones estatales. Franklin Villavicencio | Niú

En el último año, Johanna Alonso, Juana Lesage y Amanda Gahona han emprendido un duro camino para exigir justicia por sus hijos. Alonso ha tenido que aprovechar cada oportunidad que se le presenta para denunciar su caso, ha soportado abusos en el sistema penitenciario y ha tenido que gastar hasta el último centavo que gana en su hijo.

“El que no lo ha vivido, no tiene ni idea de lo que es esto. Porque cuando andamos en visitas hacemos filas, aguantamos sol, aguantamos hambre. A veces hasta tratadas (regaños) de los policías y no podemos contestarles porque si lo hacemos nos suspenden la visita o los castigan a ellos. Nos tocas los senos, nos golpean nuestras partes. Eso es horrible. Pero por mi hijo paso lo que tenga que pasar”, cuenta.

En una ocasión recuerda que gastó los únicos 700 córdobas que se había ganado lavando y planchando, en comprar un par de libras de arroz, frijoles, aceite y otros productos que le llevó a su hijo en la paquetería y que nunca le fueron entregados. Alonso, espera que pronto toda esta pesadilla acabe y su hijo pueda recuperar su libertad.

Para Juana de la Rosa Lesage, aquellas tardes y noches ruidosas de música en la que sus tres hijos se ponían a componer y cantar son solo un recuerdo. «No estaré en paz hasta tener a mis tres hijos verdaderamente libres, porque ellos no han cometido ningún delito», insiste.

«Me duele no tener conmigo a mi hijo menor (Harvin) y que los tres no puedan llevar una vida normal como jóvenes que son, porque todo el país está secuestrado por esta dictadura», explica.

Hoy, a más de 400 kilómetros de Managua, Amanda Gahona recuerda el último 30 de mayo que vivió al lado de su hijo, Ángel Gahona. Fue en el 2017 y recuerda con detalles que ese día, Ángel llegó a su casa, la abrazó, le dio un beso y la felicitó. Después se fueron a la iglesia y al regresar ella se sentó en el comedor y él la abrazó por la espalda y le dijo que saldrían a comer fuera. Ese momento quedó retratado en una fotografía en el que se le ve la sonrisa que siempre lo caracterizó.

“Mi hijo era tan especial. Era tan amoroso. La relación entre nosotros era muy cercana. Era muy apegado. Nunca tuvo secreto con nosotros. Recuerdo que él nos contó que se sentía amenazado y nosotros tratamos que él alejara esos malos pensamientos”, dice consternada.

El camino para todas las madres de los presos políticos y de los asesinados en último año ha sido duro. Algunas han sufrido depresión por la ausencia y la impunidad que prevalece en Nicaragua y hoy, que se conmemora su día, todas coinciden que ellas no tienen nada que celebrar.


 Las madres que murieron sin ver a sus hijos

El día que enterraron a la mamá del preso político, Chester Membreño, él fue sentenciado a 30 años de cárcel. Cortesía | Niú
El día que enterraron a la mamá del preso político, Chester Membreño, él fue sentenciado a 30 años de cárcel. Cortesía | Niú

Aura Palacios, de 68 años, murió si poder ver a su hijo, Chester Membreño, en libertad. Un mes antes de fallecer supo que lo habían declarado culpable por los supuestos delitos de “terrorismo”, robo agravado, entorpecimiento al servicio público y lesiones psicológicas. El destino con ella y él, fue tan cruel que el día de su entierro la jueza, Adela Cardoza, lo condenó a 30 años de cárcel.

Ese día después de escuchar su sentencia, Chester regresó al penal y fue hasta entonces que supo, que mientras oía su sentencia, su madre, a quien no veía desde hacía dos meses por problemas de salud, estaba siendo enterrada.

“Yo lo que quisiera saber es que si mamá habló, quisiera saber cuáles fueron sus últimas palabras”, clamó en un video desde la cárcel.

Y no ha sido el único. Los presos políticos Francisco Pérez, Alfonso Morazán y Misael Escorcia tampoco pudieron despedirse del cuerpo de sus madres, pues les negaron el derecho de asistir a sus funerales. Lo mismo ocurrió con los reos de conciencia Miguel Mora y Bryan Pérez Ampié, quienes no pudieron asistir ni a la vela ni al entierro de sus abuelas.