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Manifiesto de un esquimero
Foto: EFE

El perdurable y destructivo conformismo es otro factor que no contribuye al desarrollo de mis conciudadanos.

     

Al grano: Roy Maltez, vendedor de helados del sector Bello Horizonte, casado, cinco hijos, nicaragüense, ciudadano ardido, muerto dos veces (en los ochenta y ahora con el estallido de abril) pero resucitado por gracia de Dios para manifestar los males que plagan a mi amada Nicaragua e invitar a mis conciudadanos a no desfallecer y seguir luchando, aunque tengan miedo, pues de eso están hechos los héroes verdaderos, los que aunque teniendo miedo, se enfrentan contra el enemigo, aunque lleven las de perder, pero llevan la victoria ganada con solo enfrentarse a este por que alteran el universo para bien, según la teoría del caos.

Si cambia nuestra mente, tendrá que cambiar nuestra manera de vivir, indefectiblemente. Estamos sujetos a creencias heredadas por nuestros antepasados. Estamos en la constante búsqueda de cómo debemos actuar y pensar en base a nuestros ancestros. Vivimos esclavizados al pasado, y nos cuesta descifrarlo, por tanto, no podemos digerir el presente ni afectar nuestro futuro. Nuestros hijos son el futuro, y es obligación nuestra luchar por ellos, desvincularnos de todo lo que pudimos haber sido, y vivir lo que realmente somos. Somos nicaragüenses, personas valientes, creativas, innovadoras, que no nos achantamos por nada ni por nadie, lo ha dicho la historia, no yo, por tanto, debemos pensar en grande, soñar en grande, y más importante aún, trabajar y conseguir los elementos para poder materializar esos sueños. Esto no está vinculado a algo astral o esotérico ni es teoría de la prosperidad, es simplemente que afrontando la “cruda” realidad y pensando como “cocinarla” es donde podemos deleitarnos del banquete de la vida.

Mi familia es lo que más aprecio en este mundo, y tiene que ser así, de otro modo, mis esfuerzos serían duplicados y me quemaría por satisfacer al resto de mis parientes. Todo nicaragüense debe velar por su familia inmediata. Es la sociedad más antigua y natural que ha existido desde el inicio de los tiempos. También es la base de toda sociedad, es la sede política de todo hombre y mujer, es el escudo ante los gobiernos, es la tierra fértil donde se puede gobernar, educar, instruir, redargüir, y desarrollar liderazgo. Por tanto, practiquemos en nuestros hogares pequeños hábitos (principios) para que eventualmente nuestros hijos impacten la nación. Todo el fiasco político que tenemos ahora es por la pésima educación del hogar y la paupérrima e infinitesimal educación académica.

Hemos nacido libres, y, sin embargo, somos esclavos de varios amos, y no todos son tangibles, o personas, sino como bien mencionaba, creencias erradas. Ni los nicaragüenses elitistas se salvan de esto, puesto se creen ser amos de los demás, cuando en verdad, no dejan de ser esclavos dentro de su gremio. El viejo ricachón se encuentra con otro más rico que él, el militar, se encuentra con otro de mayor rango, y así sucesivamente. Igual pasa con el pobre, cree ser libre por no poseer nada, pero también carga con sus propias cadenas que eventualmente lo hacen venderse al rico o a la clase media y compromete sus creencias hasta caer en lo más bajo. Al final ambos se ven obligados a obedecer y rendir cuentas a un amo, mas eso debe acabar, ambos deben sacudir ese yugo y ser libres.

Todos nuestros derechos han sido revocados. El orden social es un derecho sagrado y es la base de todos los demás derechos nicaragüenses. Cuando este es revocado, arrebatado impropiamente por gobernantes sedientos de poder, estos no logran nada más que el repudio de sus pueblos, y aquellos que sirven a tal Gobierno, eventualmente se suman al pueblo, porque no pueden soportar ser empleados de un Estado ladrón y asesino. Se tratan de escabullir de la vergüenza nacional, y principalmente, del castigo inminente que viene sobre ellos. La cúpula que ya queda con estos gobernantes, esos ya ni nombre tienen, si existiera un apelativo pues yo los llamaría kamikazes políticos.

El perdurable y destructivo conformismo es otro factor que no contribuye al desarrollo de mis conciudadanos. Observo en mi barrio gente que le da lo mismo comer miel y comer lodo. También, vendo helados a la clase media y en mis conversaciones con algunos que se relacionan más con la clase baja como yo, puedo entender que son personas con profunda amargura, con un fuerte de deseo de ser ricos, y al final son “pudientes” y son medio ricos, pero medio ricos endeudados hasta el tuétano. Existe un estancamiento profundo en las clases. He tenido la oportunidad de disfrazarme de payaso y amenizar fiestas para los ricos y he visto como las viejas jaiclass caen tan lowclass bailando un palo de mayo bien borrachas, y así corren sus vidas, son tan pobres que lo único que poseen es dinero.

Me acabo de llamar pobre, pero me refiero pobre de espíritu, porque en mi casa, gracias a Dios y la diligencia de mi trabajo por dar una mejor calidad de vida a mi familia, reparto el universo entero con mi esposa y mis cinco hijos. Aunque sea poco, pero para ellos es un planeta entero cada dádiva que viene de su padre. Soy soberano de mi hogar, soy jefe de mi hogar, y mi esposa es jefa y señora, como Robinson Crusoe lo fue de su isla, asegurado en su trono, enseñoreado de la Creación, no temiendo guerras ni rebeliones, ni a conspiraciones.

Estoy acá sentado en una cuneta escribiendo este manifiesto, veo que se aproxima un policía, pondré mi celular en el bolsillo, escamotearé un terrón de confituras de mi heladera, y caminaré sonando Salve a ti, Nicaragua en las campanas de mi carrito de helados. Mi patria, cuanto me duele verte destruida; mis conciudadanos, hermanos, los amo con todo mi azul y blanco.


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