Perfiles
La doctora Tatiana Terán es especialista en cirugía de manos. Médica y madre, sobresale en un gremio competitivo
A Daysi un mosquitero en llamas le cayó encima y le quemó el pecho. El fuego destruyó sus manos y fundió su piel. Por eso le decían «mariposa». Daysi, en esa época, tendría unos siete años y fue paciente de Tatiana Terán.
Terán es una de las pocas especialistas en cirugía de manos en Nicaragua y se encargó, junto a una brigada de médicos, de reconstruir lo que Daysi había perdido. Después de varias operaciones, –la niña que hoy es una joven– recuperó los dedos de la mano izquierda y la movilidad en las muñecas.
La rama de la medicina a la que esta doctora nicaragüense se dedica, busca arreglar miembros que, a veces, parecen irreparables. Se trata de microcirugías para enmendar una lesión o evitar una amputación. Algunas veces, por ejemplo, –ante un accidente o pérdida– implica ingeniárselas para colocar un dedo del pie en la mano y lograr que luzca y funcione bien. Tatiana Terán tiene más de 17 años de experiencia en ello.
Nacida en Masaya el 13 de julio de 1972, Terán empezó con la Ortopedia. Escogió su carrera, pese a que su papá que también es médico, se oponía. Graduada de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Unan) luego se entrenó en Francia. La oportunidad llegó cuando cursaba su especialidad en el Hospital Lenin Fonseca, y gracias a una cooperación entre Francia y Nicaragua, fue becada para entrenarse en el país europeo.
Se fue con la promesa de que al regresar pagaría con trabajo el apoyo recibido. Volvió en diciembre de 2001 y poco después –sin explicación— su plaza fue requerida.
Desde entonces, cuenta Terán, buscó en hospitales o clínicas privadas. Así llegó a Salud Integral y, con una brigada médica, consiguió que se estableciera una colaboración con el Hospital Vélez Paiz. Allí conoció a Daysi.
“Eran casos muy especiales, casos que a todos nos tocaron el corazón, gente que te impresionaba. Se hizo un esfuerzo grande”, cuenta.
En México
Por motivos personales, en 2005, decidió irse con su hija a México. Estuvieron ocho años allá y para poder ejercer en ese país, debió estudiar nuevamente la sub especialización en cirugía de manos.
“Fue beneficioso porque aprendés de la escuela europea y de la escuela de los Estados Unidos”, afirma Terán.
Tuvo un entrenamiento remunerado, se integró a un reconocido hospital privado de México y afianzó sus conocimientos de microcirugía.
“Estaba profesionalmente muy satisfecha”, reconoce, pero “me entró la nostalgia y la angustia. De repente me puse a analizar, a pensar que estaba sola, mi hija estaba creciendo”. Si quería regresar a Nicaragua debía hacerlo pronto, pensó.
Cada año visitaba su país por vacaciones y de paso realizaba un par de operaciones. Sondeó con otros médicos cómo estaba la situación en Nicaragua y estos le ofrecieron apoyo.
“Cuando te regresás y comenzás a tocar puertas te das cuenta que no existían tales oportunidades o apoyo”, lamenta.
Volvió y se encontró sin trabajo. Luego de un par de años en clínicas y hospitales privados hoy atiende en Estelí y en Managua. Está al llamado de sus pacientes. Ella es una de los diez médicos (según sus cálculos) especializados en cirugía de manos en Nicaragua.
Casos desafiantes
Desde una joven que casi pierde un dedo por culpa de un anillo, hasta un paciente al que una podadora de jardín por poco le amputa un brazo, los casos que esta especialista recibe son un desafío.
En México, por ejemplo, trató a un joven cuya mano quedó destruida en un accidente. Pudo salvársela construyendo arterias, uniendo nervios, tendones y huesos. Ahora él es cirujano veterinario.
“Entre más difícil es el caso, es un reto para repasar la experiencia”, explica, pero su carrera también implica sacrificios. El tiempo que no dedicó a su hija (hoy de casi 22 años) es lo que más añora.
“Me perdí de muchas cosas, si me preguntas cómo aprendió a orinar, yo no sé, le enseñaron en el colegio. Yo no podía por la Medicina, por los turnos…”, admite.
Tatiana Terán es menuda y de carácter fuerte.
Lo ha necesitado.
“Trabajar, querer sobresalir, hacer más de lo que se supone que en tu rol como mujer está estipulado. Si ya un día pegaste un grito quedaste marcada como histérica, como nefasta, lo que sea, no se te está permitido, pero si el hombre viene y grita ´es que el doctor es bien exigente´”, asegura.
Confiesa que es más romántica y tímida de lo que parece. Cuando no está operando, se le encuentra en la cocina experimentando. Es la mayor de tres hermanas y en su quirófano no falta la música: desde heavy metal, a Juanes, pasando por canciones de Carlos Vives y The Doors.
Muchos la conocen por su naturaleza franca. Le ha ayudado a sobrevivir en un gremio competitivo. “Se supone que (como mujer) no tenés que andar con taladros, tornillos, martillos”, explica.
Fue tan «terca» que al hacer el examen para entrar a la universidad marcó Medicina como su única opción. «Me gustaba el área reconstructiva porque podés ver resultados inmediatos, es más apasionante”, admite.
Uno de sus pacientes, por ejemplo, fue un guarda de seguridad a quien le dispararon. La mano que no podía usar fue reparada y hoy la ocupa para trabajar.
Ver a un paciente recuperarse y recuperar su vida es la mejor parte, concluye.
Los médicos franceses que a ella la entrenaron, Daunois y Sassoon, continúan llegando voluntariamente a Nicaragua para preparar a otros especialistas con quienes Terán, un día, espera unirse para crear una asociación nacional.