Cultura
Una exposición fotográfica de la vieja Managua "íntima, doméstica y, a la vez, pública y política".
A través del mágico hueco que es el pasado, Margarita Isabel Montealegre se ha sumergido en Sajonia. No en la Sajonia de Alemania donde cinco siglos antes de Cristo ya contaban con templos monumentales, sino la del barrio de Managua, la capital de Nicaragua, que ni bien se había repuesto del terremoto de 1931 cuando el de 1972 la redujo a escombros y a polvo y que encontró a la fotógrafa adolescente estudiando cerca de las cataratas del Niágara, en los Estados Unidos de América.
El viaje de Margarita también puede ser como el de Alicia, un viaje que la traslada al centro de su niñez. Una niñez desaparecida como las cabezas que cortaba la reina roja. Un mundo rescatado gracias a los álbumes de fotografías que, milagrosamente, su madre logró salvar de entre los escombros del terremoto. Con esas instantáneas, como si fuera el conejo que acompaña a la heroína de Lewis Carroll, Margarita recupera un vecindario donde la señora de la pulpería y los dueños de grandes almacenes se codeaban con diplomáticos y embajadores.
Esta exposición de fotografías de Margarita Montealegre es íntima, doméstica y, a la vez, pública y política. El presente interviene el pasado y por el rasgado que abre la memoria, se escurre la historia patria. No hay fotos en la exposición de este hecho, pero la misma ha despertado esa memoria que Silvia Rivera llama memoria larga. Y es que allí, en la iglesia El Perpetuo Socorro durante una misa, en el momento en que el sacerdote daba la comunión a Salvadora Somoza, la matrona de la estirpe del mismo apellido; la mama de los Báez Bone asesinados en la rebelión de abril de 1954, le grito a la mujer, “ni que te tragues el copón te salvas”.
Y así, entre pasado y presente transcurre la Nicaragua provincial pero fascinada por Europa. En Managua hay un reparto Altamira, con el nombre de las cuevas situadas en la región española de Cantabria, un hotel de montaña, Selva Negra, nombre de la región montañosa del suroeste alemán y, Sajonia, el barrio que Margarita Montealegre retrata y que fue el centro de aquella Managua desaparecida, habitado por familias acomodadas y otras empobrecidas.
Los recuerdos, como en Alicia en el país de las maravillas, se engrandecen. La cámara recuerda a la autora patinando ruidosamente sobre los ladrillos de la acera de la residencia del embajador de Guatemala, quien después fue presidente de su país. La fotógrafa también recupera la vida del sofá de junco en el cual fue fotografiada con su hermana y que hoy permanece en su residencia; a su madre vestida de geisha japonesa, a una niña repetidamente fotografiada en una espectral casa sobreviviente del terremoto de hace casi medio siglo y, a sus padres, en las calles de esas avenidas de Sajonia y que hoy solo son historia y recuerdos.
Al fin, estas fotografías de ayer y hoy, imágenes en blanco y negro y a color unidas en un mismo formato, nos sumergen en un mundo que misteriosamente funde un pasado ya vivido y reimaginado con este presente ausente de risas y juegos en las calles, en medio de escombros y donde se cuelan memorias reinventadas. Unas fotografías que nos conducen a la metafísica pregunta que se hacía el insigne poeta Alfonso Cortés:
“Tiempo, ¿dónde estamos tú y yo, yo que vivo en ti y tú que no existes?
Esta colección de fotografía de Margarita fue presentada en Costa Rica hace unas semanas y se expuso recientemente en Galería Códice en la muestra titulada Habitando la Memoria, organizada por Enredadas y Puntos de Encuentro, con el patrocinio de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude). Participan Illimani de los Andes, Aida Castil, Milena García, Darling López, Candelaria Rivera y Margarita Montealegre.