“Quiero que sepás que hice, al menos, lo que querías. Me preparé hasta donde pude y le eché ganas para que un día te sintieras orgullosa de que criaste una mujer de bien (…), pero por los principios que vos y Dios me inculcaron, no podía quedarme callada al ver todo lo que sucedía con los estudiantes”, escribió en una hoja María Guadalupe Ruiz Briceño, una universitaria de 22 años, a su madre, Dulce Briceño.
María Guadalupe es la última rea política que permanece en las cárceles de la dictadura de Daniel Ortega, y le pide perdón a su madre porque, para visitarla la cárcel de mujeres La Esperanza, en Tipitapa, ella tiene que ausentarse de su trabajo en una zona franca, y dejar solo a su padre enfermo en el municipio de Belén, del departamento de Rivas, a casi cien kilómetros de la capital.
“No tengo nada que perdonarle a mi hija, la verdad es que yo estaba adormecida, yo decía que había que estar imparcial desde que iniciaron las protestas, y que me la hayan metido presa ha hecho que despierte y abra mis ojos”, responde la madre.
María Guadalupe se involucró en las protestas contra la dictadura desde el principio. Ella estudiaba dos carreras: Banca y Finanzas, en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Unan-Managua), e Ingeniería Electrónica, en la Universidad Nacional de Ingeniería. Lo dejó todo al ver cómo la dictadura asesinaba y reprimía a estudiantes.
“Yo quiero una Nicaragua diferente”, respondía siempre que le insistían que saliera de la Unan-Managua, donde estuvo atrincherada hasta que los sacaron a balazos en la denominada “Operación Limpieza”.
Un secuestro y captura ilegal
El 13 de julio de 2019, María Guadalupe fue capturada por la Policía mientras participaba en un piquete exprés en la Catedral de Managua. Ese día precisamente conmemoraban un año del ataque a la Unan-Managua y a la iglesia Divina Misericordia, donde murieron dos estudiantes. Desde entonces, es la única mujer presa política de la dictadura de los más de 139 nicaragüenses que permanecen en las cárceles por manifestarse.
“Busquen a Eva, se la llevaron”, le dijo una joven por teléfono, a las diez de la noche de ese día, recuerda Dulce. De inmediato supo que se trataba de su hija, porque horas antes ella le había mandado un mensaje a una de sus hermanas en el que le decía: “Mi nombre es Eva, recordalo”.
Su padre, Vicente Ruiz, asegura que ese momento fue terrible. Pasaron días de estación en estación, preguntando por su hija, y la Policía no les quería decir donde estaba. Fue hasta trece días después que supieron que estaba detenida y acusada de robo agravado.
“Es horrible lo que hemos vivido, nosotros seguimos exigiendo que liberen a nuestra hija porque ella no es culpable de nada de lo que la acusan, nosotros formamos a una joven de bien y su único pecado ha sido salir a protestar”, lamenta.
Una joven luchadora
Nacida en Belén, Rivas, María Guadalupe creció en un ambiente familiar cristiano “con mucha mano dura”.
“Creo que la sobreprotegí demasiado, no quería que le pasara algo malo”, recuerda Dulce Briceño. Tanto que, cuando cumplió quince años, le pidió más libertad, y cuando cumplió 18 años se fue a estudiar a Managua.
Siempre buscó salir adelante. Ha hecho cursos de lo que puede. Además de estudiar sus dos carreras, ha hecho cursos de inglés, de belleza, de caja, de computación, recuerda.
“Al comandante Daniel (Ortega) yo le digo que está cortando los sueños de una joven de seguir estudiando, y aunque él hable de paz, es un mentiroso que lo único que hace es encerrar a jóvenes que decidieron protestar por un país mejor”, reclama el padre de María Guadalupe.
Su última plática “desde la libertad”
Sus padres la describen como una chavala tímida, apartada, pero terca. “Cuando ella se propone algo, lo cumple”, afirma Vicente.
La última vez que se encontraron antes de su encarcelamiento fue para su cumpleaños, el 30 de junio. “Me la fui a traer a Managua, para que pasara aquí con nosotros, en Rivas. Hablamos de todo, le pedimos que se cuidara, pero siempre nos decía que no nos preocupáramos, que ella estaría bien”, explica su padre.
Organizaciones feministas, estudiantes universitarios y excarcelados de la dictadura han emitido comunicados para denunciar la violación a sus derechos humanos, y advertir el riesgo que corre en la cárcel “La Esperanza”.
“Ella está sola ahí y muchas presas vinculadas al sandinismo la han golpeado, pero además la misma Policía la ha torturado física y psicológicamente, le han pedido que diga nombres de líderes de la protesta, cuando ella solamente ha alzado su voz, ella no es ninguna delincuente. La amenazan diciéndole que le van a hacer algo a sus hermanas, que a su papá le van a quitar la pensión y que no le harán las diálisis para la insuficiencia renal crónica que padece”, denuncia Dulce Briceño.
La madre agradece la solidaridad de muchas mujeres. “Me siento acuerpada, y ahora sé que las mujeres podemos unirnos en un solo grito de libertad”, opina.
Además, está sorprendida por la fuerza de su hija.
“A veces se pone triste y llora, pero está fuerte, porque ella cree que su lucha será valiosa para el futuro de Nicaragua. Ya quisiera yo tener la valentía que tiene mi hija”, reflexiona.
En otra carta que escribió desde prisión, María Guadalupe pidió a los universitarios unirse y seguir protestando por la liberación de los presos políticos. “Ya me quiero ir de aquí”, suplicaba.
“Yo acá protesto de una manera pacífica, ya me quitaron mi ropa por rayarla y ponerle: rea política. La rayé así porque mucho me tratan y dicen que no hay presos políticos, y como una forma de protesta rayé mis camisas, mi uniforme, para que quedara claro. Como represión me los quitaron, pero no me van a callar”, denunció desde la cárcel.