Ana Vivas, fundadora de "Siembras y Cosechas"
Vivió en La Carpio como migrante nicaragüense en Costa Rica, regresó a Nicaragua a consolidarse como empresaria
Ana Vivas, fundadora de "Siembras y Cosechas"
Vivió en La Carpio como migrante nicaragüense en Costa Rica, regresó a Nicaragua a consolidarse como empresaria
“Me siento orgullosa: le he dado trabajo al país»
Para entender el éxito que Ana Vivas tiene como empresaria hay que remontarse más de una década, a la mesa en la que todo inició en La Carpio. Después de vender cuajada con tortillas a los trabajadores de las construcciones en San José, decidió montar un puestecito de comida en su casa. Migrante desde los 11 años en Costa Rica, hizo de todo en aquel país, pero en especial de ayudante de cocina. “Me fascinaban los restaurantes. Soñaba tener uno”, cuenta mientras da un suspiro hondo.
Vivas, una mujer vivaracha al hablar, pasó de esa mesa en La Carpio ––que fue el primer ensayo de restaurante– a fundar una cadena de comidas típicas en Costa Rica llamada “Sabor nicaragüense”. Abrió cinco sucursales en las principales provincias costarricenses, siendo el más grande el de San José, que la obligó a tomar un reto, quizá el más decisivo y fructífero de su vida hasta ahora.
En aquel entonces conseguir mil dólares para pagar alquiler era un sueño para esta migrante. Había visto un local en la capital: allí donde quería fundar el restaurante. ¿Cómo conseguir el dinero para, tan siquiera, probar un mes aquel experimento? “Sabía que debía hacer comida nicaragüense, porque los nicas en Costa Rica no tenían un lugar donde encontrar todo: vaho, nacatamal, sopa, gallo pinto… entonces dije: voy hacerlo. Creí en mí”, recuerda hoy en Estelí.
Vivas buscó entre los amigos los mil dólares de la renta. Consiguió apoyo, pero hubo uno que le dijo: “Yo no me meto, ni creo en cosas de mujeres, en cosas de cocinas y licuadoras. Me subestimó. Pero ya ve”, dice Vivas, señalando la nueva cafetería que ha abierto en Estelí, en la carretera Panamericana contiguo a “Sabor nicaragüense”.
La emprendedora trasladó los enseres de su pequeña casa de La Carpio al local rentado, entre ella la mesa del puestecito de comida. “El primer día toda la comida se acabó en una hora. Tuve que cocinar más. Fue un éxito. Al siguiente día llegó más gente. Pasamos de tener más de cien comensales diarios”, relata Vivas con maravilla.
Pagó los mil dólares. Invirtió en mobiliario. Amplió el menú y el personal. Y retó a su esposo Bismark Espinoza: “¿O el grupo o el restaurante?”. Espinoza era cantante. Con melodía enamoró a Vivas. “Pero él se comprometió a apoyarme 100 por ciento y, es la hora, y sigue aquí”.
Con el éxito de “Sabor nicaragüense”, el esposo le regresó el reto a Vivas: “Si pudiste tener éxito en Costa Rica, ¿por qué no lo podes tener en Nicaragua?”. En 2009 regresaron a la tierra de origen. Aunque “Sabor nicaragüense” siguió siendo el centro de los negocios, una idea inspirada en sus hijos se convirtió “en la joya de la corona”. Mientras trabajaba, criaba a sus hijos. Cuando los pequeños volvían del kínder traían de regreso en la lonchera todas las frutas que su mamá les aliñaba. No les gustaba esa merienda. Vivas convirtió las frutas enteras en batidos. Vio que sus hijos los engullían y pedían más. “Le propuse a mi esposo montar una venta de batidos. Vi que en Nicaragua no había nada parecido. Habían licuados, pero no les añadían frutas exóticas”, relata la empresaria.
Vivas montó «Siembras y Cosechas» en otro pequeño local sobre la carretera Panamericana en Estelí. El día de la inauguración invitó a todos los compañeros de clases de sus hijos como catadores. El resultado siguió siendo el mismo: encanto en los paladares. Vivas diseñó varias recetas de batidos y el pequeño negocio comenzó a crecer día a día. Como el paso por Estelí es concurrido, los viajeros paraban en «Siembras y Cosechas» y comenzaron a exigirle a Vivas sucursales en Managua, Masaya, Rivas, Granada.
Y así comenzó, primero en Managua y luego en más de 35 municipios de Nicaragua, como un referente de los batidos en Nicaragua. A la sombra de su popularidad han nacido otros negocios iguales, sin embargo, su marca sigue siendo líder en el mercado.
“Mi restaurante me dio todo lo que tengo. Empecé con una mesita en La Carpio y logré superarme junto a mi familia”, afirma con orgullo. Ella cree en compartir. “Le he dado trabajo al país. Le compramos las frutas a los productores locales, porque creo en la cadena de la economía, en las oportunidades. Me siento feliz y orgullosa”, agrega la mujer que a los 11 años dejó Nicaragua por esa misma falta de “oportunidades” de las que habla.