Pregunto: ¿Qué hace que tantas personas le teman y ataquen una posible paralización total del país para sacudirse a la dictadura, mientras aplauden tirar globos, hacer piquetes (que obviamente son de alto riesgo personal), pero no golpean económica ni políticamente al régimen?
Con lemas similares al del titular de esta nota, se ha abierto un debate, desde abril 2018 a la fecha, que si un paro empresarial es un arma democrática, cívica, pacifista de alcance efectivo. O que si es o no el momento de usarlo, etc.
Las opiniones van desde los extremos, considerando que no sirve para nada o que es el arma secreta contra la dictadura. Desde aquellos primeros días, como ciudadano de a pie, he sostenido que una huelga nacional política puede ser la cereza en el pastel de un amplio movimiento de lucha antidictatorial como clímax de una lucha sostenida firmemente, con objetivos claros de lograr un cambio político en el sistema de poder. Al respecto, voy a puntualizar algunas observaciones que son parte del debate ya abierto sobre ese tema, al menos en las redes sociales:
Es certero: Que nunca y nadie puede sostener que una dictadura caerá con una sola acción política, porque simplemente la dictadura tiene varios frentes o puntos de poder. Pero aun así, se propaga el argumento que un paro (o huelga) no bota al régimen y eso es obvio, como no lo hace una chimbomba al viento o un piquete exprés, menos comunicados o artículos como éste. La lucha política en ausencia de un Estado de derecho y en un entorno de terrorismo desde un Estado lumpenizado, es compleja y no puede simplificarse con extremismos de uno y otro lado. El paro en sí no es ninguna llave mágica para botar Gobiernos y dictaduras. Pero es seguro que sin paro o huelga nacional política, será imposible salir de una dictadura, descartando la violencia armada o un golpe de Estado militar.
¿Quién dijo guerra, sino el régimen? En lo que sí tenemos que ponernos urgentemente de acuerdo, después de fijar es que el punto de unidad debe ser la salida inmediata del poder de Ortega y Murillo, es el no alentar o especular con la lucha armada o la guerra civil, porque sería un fracaso más como nación.
No descartar herramientas cívicas. Pero eso no significa descartar y atacar cualesquiera herramientas cívicas de amplia efectividad y contundencia política, las que deben ser organizadas y planificadas por el liderazgo de la próxima rebelión nacional. El punto es: ¿cómo usar efectiva y oportunamente esas herramientas?
Organizarse. Esa salida organizada, planificada, sopesada, calculada en costos económicos, sociales, políticos, riesgos humanos, en medio de un estado de sitio de una pandilla delincuencial en el poder, es lo que debemos discutir en su globalidad.
Consenso nacional. Necesitamos un consenso nacional sobre esos puntos, que solo puede lograrse en las actuales condiciones, por un amplio diálogo nacional en el seno del pueblo y las fuerzas democráticas que ansían una nueva Nicaragua, una nueva República, un nuevo Estado, la nueva ciudadanía.
Coalición Nacional. Sería un buen inicio la formación de la Coalición Nacional por la nueva Nicaragua, con el empuje de lo que ya tenemos: Alianza Cívica, Unidad Nacional, Articulación de Movimientos Sociales y otras expresiones que garanticen presencia territorial o sectorial.
¿Hay un plan? Abrir debate, participación para lograr una visión de lucha común: cuáles son los objetivos estratégicos, los inmediatos, los de unidad en la acción, los métodos cívicos de lucha, la estrategia de esa lucha, los recursos, las responsabilidades según capacidades. El paro o huelga no es la lámpara de Aladino, pero toda lucha cívica,pacifista y bien organizada y nutrida por el pueblo, nos lleva inevitablemente al uso del paro o huelga, como herramienta decisiva en una correlación de fuerzas entre el pueblo y sus opresores.
¡Todos a una!