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“Mindhunter 2”, cuando los detectives se quedan sin pistas

La tesis principal de la serie es una pregunta difícil de responder: ¿La maldad se nace o se hace? Y si se hace, ¿la crea el entorno o el individuo?

     

Los agentes Holden Ford (Jonathan Groff) y Bill Trench (Holt McCallany) vuelven a sus andanzas en la segunda temporada de Mindhunter, la serie de Netflix que muestra cómo piensa un asesino. Junto a la psicóloga Wendy Carr (Anna Torv), los investigadores analizan el comportamiento de nuevos criminales seriales, entre ellos el mítico Charles Manson (Damon Herriman), la joya de la corona para la Unidad de Ciencias de la Conducta del FBI.

Manson es solo una pieza en la trama de “Mindhunter 2”, y es una que brilla por luz propia. Herriman personifica a un Manson carismático, conversador y muy cínico. Su actuación fue alabada por la crítica especializada y las audiencias. En su primera aparición, cuando Ford y Trench lo entrevistan, entra esposado a la habitación y saca la lengua. Esa era su icónica pose en la realidad.

Ed Kempler (Cameron Britton) no se queda atrás. Puede no tener la misma fama que Manson, pero su personaje es impecable, frío, calculador y muy inteligente. La actuación de Britton se acerca al verdadero Ed, el asesino de colegialas. En esta ocasión no es la estrella, pero la conexión que desarrolló con Ford en la temporada pasada permite que los agentes lo entrevisten una vez más. En la entrevista Kempler les plantea una pregunta fascinante: ¿Podrán ellos entender la psique criminal si no han estudiado a aquellos que evadieron la ley?

El equipo se topa en esta temporada con verdades que deben aceptar. Una de ellas es que no tienen el mejor trabajo del mundo y tampoco pueden dar con todas las pistas. Trench se da cuenta que su hogar se rompe y que su hijo adoptado merece atención. El trabajo lo absorbe. Ford se recupera de sus ataques de pánico provocados por meterse de cabeza en las mentes criminales. Wendy se ve retada a demostrar que puede salir de la oficina y ser tan talentosa como los hombres de saco y corbata.

La nueva temporada de “Mindhunter” está ambientada a finales de los setenta, poco tiempo después de la primera. En esa época, “asesino serial” era un término apenas conocido. Nadie solía investigarlos desde un enfoque psicológico ni ahondar en cómo sus móviles son impulsados por sus conductas, o problemas en la infancia u hogares destruidos. La tesis principal de la serie es una pregunta difícil de responder: ¿La maldad se nace o se hace? Y si se hace, ¿la crea el entorno o el individuo?

Hasta que los agentes entrevistaron a asesinos seriales en la primera temporada, con el fin de crear un manual de psicología criminal, descubrieron unas mentes complejas y fascinantes. No se toparon con monstruos, sino con hombres comunes que podían llevar una vida normal de día y asesinar de noche.

En esta nueva parte todo ha madurado. La recién fundada Unidad de Ciencias de la Conducta donde trabajan Carr, Ford y Trench es la mimada del FBI. Los agentes tienen más experiencia y destilan un poco de ego. Gracias a una nueva dirección, la UCC toma vuelo. Los más veteranos al fin reconocen que entender la psique de un asesino es tan importante como capturarlos.

También en esta temporada la UCC apoyará a la Policía local de Atlanta para desvelar una serie de asesinatos a niños afroamericanos de barrios marginados. Los policías creen que son crímenes raciales, pero los agentes tienen otras hipótesis. Al inicio de cada episodio y en paralelo se desarrolla la evolución de Dennis Rider, un asesino conocido como BTK —Bind, Torture and Kill (“Atar, torturar y matar”, en español)—. Todo indica que su trama será transcendental en las siguientes temporadas.

David Fincher, director “Se7en” y “Zodiac”, deja su sello en “Mindhunter 2”. Fincher dirigió los tres primeros capítulos y el resto de episodios se repartieron entre Andrew Dominik y Carl Franklin.

Si algo es verídico en la serie —además de cómo nació la psicología criminal en el FBI— son las excéntricas personalidades de los asesinos seriales que se personifican en la trama. El parecido físico del verdadero Manson, Kempler o Rider con sus actores en la serie es simplemente destacable. Los guionistas estudiaron sus ademanes, gesticulaciones y formas de expresión. Otro aspecto a favor de Netflix es la enigmática fascinación de las audiencias a las series de asesinos. O más bien, a cómo piensan y sienten.