En pantalla

“Misha y los lobos”: un documental donde la mentira aúlla, y la verdad muerde
Misha y los lobos

La increíble historia de una sobreviviente del Holocausto sirve de gancho en este fascinante documental que dio qué hablar en el Festival de Sundance, recién estrenado en Netflix.

A principios de los noventa, Misha Defonseca es una mujer madura en un suburbio de Boston. Su vida cambia cuando comparte testimonio en su sinagoga: con solo siete años de edad, abandonó a su familia adoptiva para ir a buscar a sus padres, arrestados por los nazis y recluidos en Alemania. Perdida en un bosque, fue protegida por una manada de lobos. La fantástica historia pronto cae en el radar de un pequeño sello editorial, que crece con las ventas. Disney está interesado en comprar los derechos para la adaptación cinematográfica. Y la presentadora Oprah Winfrey, con su influyente Club de Libros en ciernes, quiere destacar la obra. “¡Eso es un millón de copias vendidas automáticamente!”, dice Jane Daniel, la editora. Es el sueño de todo autor, hecho realidad. Y es ahí donde Misha empieza a dudar.

Proceda con cuidado, porque de ahora en adelante, los “spoilers” lo pueden morder. El principal giro de la trama es evidente en las escenas promocionales, pero yo prefiero ir más allá del deber. Queda advertido.

Es fácil ver porque Netflix compró los derechos de “Misha y los lobos”. La película se desarrolla de manera sensacional, casi en clave de suspenso. La dirección de Sam Hobkinson toma claves creativas del documental de “crimen verdadero”, con recreaciones y dramatizaciones estilizadas. También asume la entrevista frontal de Errol Morris, con el sujeto hablándole directamente al espectador, desde el centro de la pantalla. Tomando un recurso más usual en la ficción, introduce a sus protagonistas con cuadros estáticos con motivos temáticos: “la vecina”, “la amiga”, “la experta en lobos” —es como los dramatis personae que la Editorial Molino incluía sus traducciones de novelas de Agatha Christie, mezclados con Wes Anderson—.

Son personas reales, pero también personajes en una historia. Y la relación de esta historia con la verdad documental, es la materia misma de la película. Existe una tendencia que cuestiona cómo el documental fabrica una semblanza de realidad en el cine. La credulidad del espectador – las ganas de creer – se reconoce como un elemento crucial. Somos víctimas de la manipulación, pero también cómplices. En la ficción se da por descontado, pero el honorable género documental va en el bolsón de las noticias: “¡Esto que veo es verdad!”. Algunos nuevos creadores, saludablemente escépticos, quieren que cuestionemos el mecanismo. Quizás el ejemplo más poderoso sea “Stories We Tell” (Sarah Polley, 2012) – un filme indispensable, si aún no lo ha visto, corrija esa omisión de inmediato.

“Misha y los lobos” se inscribe en esa tradición, en un formato amable para la audiencia que ha convertido a series como “Tiger King” en un fenómeno cultural. Su prioridad es entretener. No puede ahondar en las sutilezas, porque se arriesgaría a desacelerar los engranajes de la máquina narrativa. En apenas hora y media de duración, empaca demasiados eventos, y un arco dramático que quita el aliento. Por un lado, esto debe agradecerse. Muchos se quejan de series documentales de Netflix que estiran su premisa para completar el número mínimo de capítulos en una temporada.

“Misha y los Lobos” es tan breve que deja una sensación de superficialidad. Sacrifica la reflexión en favor de la sensación. Por ejemplo, la aparición de la historiadora Debórah Dwork en la recta final, está pensada para funcionar como otra “sorpresa”. Sin embargo, ella se vio involucrada en la vida de Misha y Jane en una etapa primaria. Todos los documentalistas administran su materia prima apuntando a mantener interesado al espectador. Sin embargo, los puntos que Dwork expone, sobre los problemas éticos que se presentan al confrontar testimonios de sufrimiento, abren la puerta a una serie de preguntas sin resolver.

Me intriga cómo la película se inscribe en el universo femenino. Después de más de una hora de metraje, aparece la primera cabeza parlante masculina —Marc Metdepenningen, “el periodista”—. Pero claro, esto puede ser accidental. El personaje más memorable es Evelyne Haendel, experta en genealogía reclutada para investigar los antecedentes de Misha, siendo ella misma sobreviviente del Holocausto. Es ella la que acarrea la semilla de la verdad, en el bosque de engaños.

A pesar de sus limitaciones, “Misha…” tiene mucha resonancia, especialmente en un país donde la mitomanía es política de Estado.

“Misha y los lobos”
(Misha and The Wolves)
Dirección: Sam Hobkinson
Duración: 1 hora, 30 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
*Disponible en Netflix