Después de escapar de la última emboscada, Escobar llega a una finca remota. Pero esta no es una casa de seguridad cualquiera. En medio de la noche oscura y lluviosa, el dueño, un hombre mayor, lo encañona. Al verlo de cerca, baja la guardia. Lo reconoce. Ya adentro, conversan tensamente sobre las visitas de la policía. El hombre, sin necesidad de mentir, les ha dicho que no ha visto al narco en años. El campesino es el padre de Pablo Escobar.
Un mes, catorce días y 7 horas lleva Pablo escondido, cuando el gobierno decide finalmente ir contra Los Pepes. Aunque la pandilla anuncia su retiro, los Castaño no piensan volver a la Sierra. Quieren llenar el vacío que Pablo dejó. Judy sabe en que dirección sopla el viento, y contempla la posibilidades con Berna. Ella sugiere que entregar a los Castaño a cambio de la recompensa. A Berna no parece gustarle la idea. Los Rodríguez Orejuela le dan el espaldarazo a los Castaños, cediéndoles toda la droga que encuentren. También les dan carta blanca para resolver el problema de Judy.
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Messina esta preocupada porque los medios norteamericanos rondan la conexión entre las autoridades y los Pepes. Judy, tratando volver a sus operaciones rutinarias, sufre un atentado. En su propia casa, su propio vehículo, convertido en bomba, estalla segundos antes de que se monte en él. Berna convoca a Peña. Sabe que a los americanos les conviene proteger a Judy.
Judy amenaza a Peña con ir a los medios, para contarles como un agente federal le filtró información a una organización criminal. Le pide arrestar a sus enemigos y ejecutarlos. Peña mas bien le propone convertirse en informante de a DEA. El “honor de narco” de Berna se manifiesta. Para él, no hay nada peor que convertise en “una rata”.
Apoyado en imágenes de archivo, Murph recuenta la trágica historia de intervencionismo norteamericano en Latinoamérica, remarcando como un solo golpe de éxito sepulta a toda la corrupción que lo hizo posible. Entonces, para que la conexión CIA-DEA-PEPES sea ignorada, deben acabar de una vez por todas con Escobar.
En el hotel, Tata espera a De Greiff. Hermilda sigue viviendo en un castillo en el aire. No entiende que ya no tienen dinero, y que si el gobierno les quita la protección, quedarán en el desamparo. Tata trata de comunicarse con Pablo via radio, pero es imposible. No sabe que uno de los guardaespaldas la observa a través de una puerta entrebierta. En la finca de su padre, Pablo también trata de conectarse. Limón trabaja en el campo al lado de Papa Escobar. Obeso y barbudo, Pablo se les une.
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Los Rodríguez barajan su juego. Quieren mantener controlados a los Castaño para aprovechar sus conexiones con los gringos. Pacho llega con noticias del atentado fallido contra Judy. Y trae a un invitado: Don Berna. Quiere hablar sobre Judy. El directo Andrés Baiz corta la escena para no revelar más. ¡Maldito! Sea lo que sea, no debe ser bueno para la tigresa de Montecasino.
Trujillo conecta a Murph con una fuente que tiene información que solo entregará a un norteamericano. Es el guardaespaldas que vió a Tata hablar por radio, que le entrega la lista de frecuencias radiales que ella esta usando. Para sorpresa de Murph, el hombre no quiere nada, sólo que la familia cese de sufrir. Nadie lo dice, pero esta claro que para que eso suceda, Pablo debe morir.
Peña esta en Bogotá para convencer a Messina de darle protección a Judy, a cambio de que esta se convierta en informante. Pero no es tan fácil. La jefa sabe que dependiendo de con quien hable, Judy puede destapar la conexión DEA-PEPES. Bill Stechtner intercepta a Peña en el ascensor. Parece que sí es cierto que la CIA conoce todos tus movimientos, y quiere ponerle una zancadilla a la DEA.
Papa Escobar se sorprende al descubrir que Pablo esta mejorando en sus labores campesinas. Pero la luna de miel es corta. Pablo no puede huir de su pasado. Una tarde familiar de televisión se interrumpe por un anuncio de recompensa por la entrega de Escobar ¡2,700 millones de peso! La posibilidad de retirarse a una vida tranquila de campesino desaparece en un segundo. Igual, Pablo fantasea sobre como le gustaría a los niños la finca, y comprar una parcela al lado de su padre. Interpelado directamente sobre esa posibilidad, el viejo calla.
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Pablo tiene un flashback a una conversación con su madre, en la cual queda en evidencia su complejo de Yocasta. Endiosando al hijo, anuló al padre. Mientras tanto, Martinez confirma que los códigos de radio son funcionales. Solo les falta interceptar la señal en el momento en que hablen. Si Pablo está en Medellín, podrán ubicarlo.
Papa Escobar va a destazar un chancho. Una acción bastante simbólica para la confrontación por venir. Iracundo, Pablo quiere saber que piensa sobre la posibilidad de que él vuelva al campo. El padre, intencionalmente, lo baña de sangre. “¡Que extraño que no le guste la sangre!”. Pablo le contesta, “Sabe lo que es chistoso, que mi papa no tenga ni puta idea de quien soy yo”. El narco caido le saca sus credenciales, pero Papa no esta empresionado. La discusión sube de tono. En el fondo, Pablo quiere la aprobación de su padre, pero no la tendrá. “¿Quiere saber lo que pienso de usted? Que me da verguenza. Pienso que usted es un asesino”. Escobar sabe que no puede quedarse ahí. Manda a Limón a buscar una plata que tiene enterrada a la sombra de un árbol cercano.
Los peores temores de Tata se vuelve realidad. De Greiff llega para notificarles que la protección del estado se acabó. Y el gobierno tampoco les ayudarán a encontrar asilos. El fiscal le recomienda sugerirle a su esposo entregarse. Las están usando para que Pablo salga de su escondite.
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La misión de Limón es un fiasco. La humedad de la tierra ha destruido los billetes. El tesoro escondido de Escobar es inservible. Pero no todo esta perdido. Limón sabe donde encontrar plata. Resulta que Maritza vive cerca de la finca de Papa Escobar, y el sicario va ahi para saquear el tesoro de su ex novia. Maritza lo sorprende en el acto. Le dice que ya no tiene dinero. Ella trata de acostar a su niña, pero el gesto solo sirve para dirigir la atención de Limón a la cuna. Debajo del colchón encuentra la bolsa, aún con un fajo de dinero. Forcejean. Cuando ella le dice que debería entregarlo a cambio de la recompensa, él pierde los estribos, y la mata a quemarropa. En un gesto de infinita crueldad, le tira unos cuantos billetes en la cara, mientras agoniza.
Limón le enseña los billetes podridos a su jefe. Para suavizar el golpe, le da el fajo que recuperó de la casa de Maritza. Son 100 mil dólares. Tendrá que bastar.
Peña coordina los detalles del traslado de Judy a una casa de seguridad. Don Berna la recoge, pero nunca la llevará al destino acordado: “¡Yo no puedo proteger a una rata!”. La deja en un avión sin marca, en manos de la CIA, y no de la DEA. Bill Stechner le jugó sombra a Peña y Messina, y les robó su informante. A estas alturas, Messina ya ha sido purgada de su puesto, y la CIA le ha programado una cita entre Judy y un reportero del Miami Herald. Para Peña, Bill esta protegindo al Cartel de Cali. “Vamos a atraparlos algún día, pero no a tu manera”, le dice.
Escobar abandona la finca de su padre. Deja el fajo de dólares bajo una foto de su padre con él, cuando era un bebé. Es una última imposición sobre el padre orgulloso. En una colina aledaña a la ciudad, Escobar contacta a Tata: “Me tocó hacer una cosa muy importante, pero ya estoy en casa mi amor”. No los vemos, pero sabemos que Martinez Jr. y sus compañeros están escuchando.
De música, periódicos y asesinatos
- El tóxico ambiente familiar que origino a Pablo Escobar se vislumbra en la comparación entre Hermilda y su marido. La madre ha decidido disfrutar del fruto maldito de los crímenes del hijo, el padre es la antí-tesis, asiéndose celosamente a su honestidad. Que Pablo le deje el dinero al final no es un gesto de conciliación. Es un último intento por salpicarlo con su corrupción. No vemos su reacción, pero apuesto que los quemó.
- El cuadro de Judy con un tigre blanco es superado por un retrato de ella en rojo, a la par de un león. ¡Grrrrrrr!
- El artículo que pone a Messina en alerta está en una edición de la revista New Yorker.
- La cercanía de la finca de Maritza con la del padre de Escobar es demasiada coincidencia, y atenta contra la complicidad del espectador. Sin embargo, lo chocante de su muerte anula la incredulidad.
- La corrupción de Limón ha completado su arco dramático. Ahora que ya matado a la mujer que supuestamente amaba, ya no le queda más razón de ser que ser carne de cañón para su patrón.
- Aparte del mortal desenlace de la relación Limón-Maritza, el vínculo Don Berna- Judy termina mal. Adios, Tigresa de Montecasino. Extrañaremos tu narco-glamour de pesadilla.
- En lugar de usar irónicamente una canción reconocida, los créditos finales se despachan con una composición original de tono fúnebre. Muy apropiado, si consideramos lo que viene en el último capítulo.
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