Antes de ser asesinada cerca de un río en una comarca de Mulukukú, la niña de 12 años ya había sido violada en dos ocasiones. La primera cuando aún no cumplía los ocho años, la segunda a los diez. “Yo ponía denuncia y no me escuchaban”, relató la madre, al contar cómo encontró el cuerpo de sus dos niñas siguiendo el rastro de sangre hasta el río donde habían ido a bañarse y recoger cangrejos.
La más pequeña, de 10 años, fue degollada y tenía signos de violación. La mayor fue asesinada a machetazos. El asesino, Rosario Soza Centeno, era conocido de la familia, y minutos antes de cometer el crimen estuvo en casa de las pequeñas conversando con su mamá, a quien le dijo que tenía prisa porque “iba a cobrar un dinero que le debían por la venta de unos cerdos”.
En el juzgado Sexto de Distrito Especializado en Violencia de Managua, Soza Centeno se declaró culpable, para evitar un juicio oral y público y espera la lectura de la sentencia el próximo 25 de septiembre.
Con las niñas de Mulukukú son diez las niñas asesinadas en lo que va de 2020. Cada asesinato conmociona e indigna al país, pero los casos siguen aumentando. Los diez casos en los primeros nueve meses de este año son tres más que las siete asesinadas en 2019, según datos del observatorio de Católicas por el Derecho a Decidir. El registro incluye a una menor de cinco años, asesinada en Matagalpa.
Adilia Amaya, del Consejo de la Federación Coordinadora Nicaragüense de ONG que Trabajan con la Niñez y la Adolescencia (Codeni), afirma que en Nicaragua las niñas se encuentran en situación de vulnerabilidad simplemente por su condición de niñas.
A la sociedad “nos asusta cuando llegamos al hecho máximo, que es el femicidio, pero no llegamos a captar cómo se va generando ese ciclo de la violencia y se va aumentando. Eso es una realidad…”, lamenta Amaya.
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El último boletín del Instituto de Medicina Legal (IML), de diciembre 2019, detalla que de 4343 peritajes a mujeres, 991 corresponden a menores de 18 años.
«Me quitaron una parte de mi corazón»
Diana Raquel Gutiérrez tenía 12 años cuando desapareció en el barrio La Primavera, al norte de Managua. Era 25 de mayo de 2018 y la capital estaba cercada por barricadas, en medio de la peor crisis sociopolítica de las últimas cuatro décadas. Sus parientes asociaron su desaparición con las protestas. Un año después, el 23 de mayo de 2019, el cuerpo de Dania Raquel fue encontrado en un sumidero del vecino que la asesinó. El mismo que junto con la familia había “colaborado” con la búsqueda de la menor.
“Dianita estaba en tercer grado (de primaria) porque tenía un retraso en el aprendizaje”, relató su abuela materna, Nora Hernández, en una entrevista con NIÚ en 2019, tras recordar cómo la buscó en los barrios cercanos a la vivienda, los hospitales de la ciudad y estaciones policiales. La desaparición de Diana Raquel también fue denunciada ante organismos de Derechos Humanos y medios de comunicación, y su hallazgo conmocionó al país.
Los femicidios como máxima expresión de la violencia hacia a la mujer también afectan a las niñas y adolescentes. La Codeni detalla que de 284 femicidios registrados entre 2014 y 2018, treinta de las víctimas tenían menos de 17 años de edad y 235 menores de edad quedaron en situación de orfandad.
Las víctimas más jóvenes de los femicidios en Nicaragua son niñas que al igual que Diana Raquel todavía “jugaban con sus muñecas”, “les gustaba bailar folclore en el colegio” y “ponían ojitos tiernos” cuando querían que su abuela le cumpliera sus caprichos. Nora Hernández, la abuela de Diana Raquel, describe el asesinato de su nieta “como si me quitaron una parte de mi corazón”.
La acusación del Ministerio Público dice que el crimen de la niña ocurrió a eso de las 4:30 de la tarde del 25 de mayo de 2018 y tipifica el hecho como un “asesinato agravado”, aunque la organización Católicas por el Derecho a Decidir y Codeni reclaman que se trata de un femicidio.
Según la Fiscalía, Diana Raquel salió de la casa de su mamá en el barrio La Primavera y se dirigía a la casa de su abuela, ubicada a pocas cuadras de distancia. La niña iba caminando sobre la calle principal y al pasar frente a la casa de Víctor Moisés Ortiz Moraga, este la jaló del brazo haciéndola cruzar la puerta y una vez en ese lugar la golpeó en la cabeza con un objeto desconocido causándole una muerte inmediata. El asesino fue condenado a 25 años de prisión.
El riesgo que implica ser niña en Nicaragua
A Yesbeling Espinoza, de 11 años, la violaron, golpearon y asesinaron. Y su cuerpo, atado con alambres de púas a una piedra de 60 libras, fue lanzado al fondo de un pozo en la comarca Los Llanos, de Estelí, al norte de Nicaragua. La hallaron el 20 de febrero de 2018, casi tres meses después de que sus familiares la vieran con vida por última vez, el 24 de noviembre de 2017.
En la fotografía que usaron para buscar a Yesbeling vestía su uniforme escolar. Cursaba el quinto grado de primaria y sus asesinos fueron Rommel Jiménez y Yorvin Calderón, hoy condenados a 30 y 20 años de prisión respectivamente. Jiménez, de 27 años, acosó a la niña hasta que ella lo aceptó como “novio” y controló que se lo ocultara a su madre. Los familiares de la menor se enteraron del noviazgo e iban a interponer una denuncia en la Comisaría de la Mujer y la Niñez y Yesbeling alertó a Jimenez, quien la citó en un potrero cercano al pozo donde la arrojó. La acusación detalla que Jiménez manoseó a la niña e insistió en tener relaciones sexuales hasta que ella empezó a resistirse. “En el momento en que la víctima intentó escapar fue sometida por ambos acusados”, continúa la acusación.
Amaya, de Codeni, estima que “las niñas y adolescentes mujeres necesitan mayor información real de cómo protegerse frente a situaciones de violencia, de cómo denunciar y tener la certeza de que se les va a creer y se les va a proteger” y sostiene que “falta esa respuesta institucional organizada para que tengamos la certeza de que si vamos a la institución garante podamos nosotros sentir protección”.
Saña en crímenes contra niñas
Rachel Rostrán Obando, de 16 años, fue enterrada viva después que su victimario la golpeó hasta dejarla inconsciente, el 20 de enero de 2017, un día después de que escapó de su casa. El cadáver de la adolescente fue encontrado el 29 de junio de 2017 en una vivienda ubicada en el barrio Sol de Libertad, en Managua.
Según la acusación de la Fiscalía, Rachel se reunió junto con una amiga en casa de Milton Mendoza Jiménez, con quien tenía una relación y murió tres meses después, en un accidente de tránsito. En casa de Mendoza, Walter Darbelles presuntamente le propinó diez golpes en el rostro hasta desmayarla y creyendo que la había matado la sepultó en una fosa que cavó con ayuda de Guillermo Cuarezma y Maykel Prado. Tres años después, nadie ha sido juzgado por el crimen, y el principal sospechoso solo guarda prisión preventiva.
Martha Flores, del observatorio de Católicas por el Derecho a Decidir, considera que la saña de los asesinatos contra niñas y adolescentes “nos dice cómo está desprotegida la niñez nicaragüense”. Además, lamenta que a pesar de la supuesta protección establecida en el Código de la Niñez y Adolescencia, en la práctica están expuestas a la violencia de género por el simple hecho de ser niñas.
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“Siempre es la misma situación, utilizan el mismo modus operandi, el violador, el machista, aprovechándose de la inocencia de las niñas, de las niñas y de las mujeres”, afirma Flores, para quien las mujeres no tienen seguridad en la calle, ni tampoco en casa. “Ese odio atroz hacia las mujeres empieza desde que nacemos –sostiene– por el hecho de ser mujer”.