Turismo

Nieve en Estambul
Ohran Pamuk
Tom Godber

Presentación de la capital turca a través de varias obras del escritor Ohran Pamuk

     
  • Gonzalo Mas
  • 14 de mayo 2018

Evidentemente, el hecho de hacer una escala en el aeropuerto de una ciudad no nos permite decir que conocemos esa ciudad: ¿A partir de qué momento podemos considerar que conocemos un lugar?

Mi amigo (e infatigable compañero de viajes) Michele tiene una teoría al respecto: Él afirma que podemos suponer haber visitado un lugar desde que ese sitio «nos cause una impresión determinada».

No fui a Estambul a hacer turismo. Probablemente por eso, y a pesar de haber pasado varios días allí, siento que me voy de la ciudad algo confundido. Retomando las palabras de mi amigo Michele, abandono el lugar “sin una impresión determinada de él”… Dejar una ciudad tan grandiosa en esas condiciones me llena de tristeza.

Hablar de Estambul y de tristeza es hablar del premio Nobel de literatura Ohran Pamuk. En efecto, tras concederle el premio en el año 2006, la academia sueca le definió así: “Un escritor que en búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal (Estambul), ha encontrado nuevos símbolos para reflejar el choque y la interconexión de las culturas».

En uno de los pocos momentos libres que dispongo, me paseo por la plaza Taksim de la ciudad turca. Allí soy partícipe del «choque» mencionado por la academia sueca: Como en todas las ciudades musulmanas que conocí, los barrios de Estambul están llenos de gatos callejeros, aquí también las mezquitas emiten periódicamente llamadas al rezo… ¿Por qué entonces tengo la impresión de estar en Europa cuando camino por las calles de Estambul?

Todo es confuso. Los ciudadanos europeos comentan: «¡Cómo se nota que estamos en una ciudad musulmana!» mientas que los musulmanes exclaman: «¡Cómo se nota que estamos en una ciudad europea!».

Ya que con mi visita no la encontré, busco el alma de Estambul mediante la lectura de las novelas de Pamuk. Varios años atrás leí su novela «Nieve», la historia un literato turco que viaja hasta la ciudad de Kars. Allí investiga el polémico suicidio de varias chicas. Lo ambiguo del asunto es que estas jóvenes se suicidan por la prohibición de llevar velo (y, por tanto, de obedecer las instrucciones definidas por el Corán)… cuando el suicidio está prohibido por el Corán.

Recuerdo que la novela me gustó. La apaciguadora forma de escribir de su autor me animó a leerle más. Nunca lo hice… Hasta hoy. Empiezo, como no, por el libro de Pamuk que comparte nombre con esta ciudad turca: «Estambul». Leo esto en la primera página del libro: «La belleza de un paisaje reside en su tristeza». La frase me lo confirma: Tristeza + Estambul = Ohran Pamuk.

La novela es un retrato de Estambul. Pero es también una autobiografía. Y todo narrado, inexpugnablemente, con infinita melancolía.

No puedo dejar de hacerme la pregunta: ¿Cómo se explica tanta tristeza en una ciudad tan magnífica como esta? Como Viena o Lisboa, Estambul ya no es la capital del gigantesco imperio que fue. Y esta es la respuesta más probable a mi pregunta.

En efecto, la historia de esta ciudad, por grandiosa, es impresionante (Wikipedia): Fue capital del Imperio romano (330-395), del Imperio bizantino (395-1204 y 1261-1453), del Imperio latino (1204-1261) y del Imperio otomano (1453-1922). Además, a lo largo de la Edad Media fue la mayor y más rica ciudad de Europa y en el año 350 (aproximadamente) había alcanzado el medio millón, convirtiéndose en la ciudad más grande del mundo: «Perder tanto justifica la nostalgia» concluyo.

Aclarado el tema de su tristeza, continúo buscando los secretos que encierra esta gran ciudad. Me zambullo en la lectura de otra de las novelas de Pamuk: «El libro negro». Es la historia de un hombre, Galip, que es abandonado misteriosamente por su mujer. El libro narra las peripecias de su protagonista para encontrar a su mujer perdida. Pero la búsqueda se torna tan extraña que el lector, con frecuencia, se pierde. Y lo hace en el mejor de los sentidos: No necesitamos entender para disfrutar del mágico ambiente creado por Pamuk.

En este libro Estambul, más que un telón de fondo, es un protagonista más. Aquí va un extracto  de la novela: «Oriente y Occidente se repartían las dos mitades del mundo: se oponían completamente el uno al otro, eran lo contrario, lo opuesto, como el bien y el mal, lo blanco y lo negro, el ángel y el diablo. Era absolutamente imposible que, como creían algunos soñadores, esos dos universos se entendieran y vivieran en paz. Uno de los dos universos sería siempre superior, sería el amo, y el otro se vería obligado a ser su esclavo».

La lectura de «el libro negro» me ayudó a comprender mejor este lugar mágico: Estambul no es ni oriente ni occidente… sino todo lo contrario. Estambul no refleja la integración entre oriente y occidente (esa integración es imposible), lo que realmente evidencia Estambul es la imposibilidad de esa integración.

Empezaba mi texto afirmando que abandoné esta ciudad sin comprenderla, es decir, sin llevarme una idea clara… Tras analizarla mediante la lectura de Pamuk me doy cuenta que dejar Estambul de esta manera es, de alguna forma, haber entendido muy bien la esencia de la ciudad: Estambul es una gran contradicción, es el reflejo de que la integración entre oriente y occidente es imposible. Y no hay nada que imposibilite más la comprensión de una ciudad que las contradicciones y las utopías… Por mucho que se trate de unas contradicciones y unas utopías tan maravillosas como las que encierra la genial ciudad de Estambul.

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