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Nuestro día siguiente
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Porque el Día de la Mujer es solo un día. Veinticuatro horas nada más. Hoy volvemos a ser una estadística, un caso aislado, una chavala más que espera el bus con miedo no solo de que le roben, si no también de que la violen

     

Mi papá suele contar que cuando finalizó 1975 (proclamado Año Internacional de la Mujer por la Asamblea General de las Naciones Unidas) se publicó en un periódico de algún país cierta caricatura en la que un hombre arrastraba por el pelo a una mujer mientras le decía que su año “había terminado ayer”. La anécdota me horroriza, me molesta, me lleva a preguntarme si esa gráfica de verdad existió y cada año la respuesta llega a mí en forma de realidad: todos los nueve de marzo alrededor del mundo ocurre lo mismo que en la caricatura y quizá de formas todavía peores.

Mi mamá me transmitió desde niña una profunda fascinación por el Día Internacional de la Mujer. Para ella esa fecha tiene más significado que su propio cumpleaños entonces desde siempre fue un día especial entre nosotras y nuestro círculo de familiares y amigas. Ya saben, una ocasión para felicitarnos, abrazarnos, decirnos cosas bonitas, intercambiar mensajes de texto o de WhatsApp, desearnos fortaleza para nuestras luchas cotidianas y salir a comer. Confieso que durante un par de años hasta me hice camisetas con frases como “Y bendigo mi sexo” del poema de Gioconda Belli, pero solo las usé una vez. Porque el Día de la Mujer es solo un día. Veinticuatro horas nada más.

La cobertura mediática, los trending topics en redes sociales, los comentarios en la calle, universidades, parlamentos y empresas son una pastilla efervescente que hace ruido mientras se disipa. Piénsenlo por un minuto. Piensen cuánto oyeron, leyeron o vieron ayer acerca del Día Internacional de la Mujer y cuánto se habla, se escribe o se muestra hoy que ya pasó ese día. Porque ayer éramos cada una con su historia personal y todas juntas alzando la voz por nuestros retos y demandas colectivas, pero hoy volvemos a ser una estadística, un caso aislado, una chavala más que espera el bus con miedo no solo de que le roben, si no también de que la violen, un video viral como el de la modelo de la que nos burlamos en Facebook, una indignación pasajera como la que nos provocó esa joven quemada en la hoguera, una nota roja más en el noticiero de la noche.

Solo nosotras podemos ayudarnos a sobrevivir más de un día. Si el respeto y la solidaridad que mostramos el Día de la Mujer los mantuviéramos el resto del año, empezaríamos a vernos como compañeras, no como enemigas o competencia y por ende lograríamos organizarnos mejor para pelear nuestras batallas. Me sentí motivada a escribir este texto cuando leí a Luz Sánchez-Mellado, periodista de El País de España en su columna de ayer: “Denunciemos la desigualdad. Redoblemos la guardia. Pero digamos que sí a más retos. Digamos no, que no, ni de coña, en cuanto alguno nos dé una voz más alta que otra. No nos juzguemos las unas a las otras como ellos nos juzgan. Apoyémonos en lo innegociable sin dejar de discrepar en lo accesorio y de reírnos de todo y de todos, las primeras de nosotras mismas. Creámonoslo, hermanas. Y el mundo será nuestro”. Y es cierto, nunca como hoy fue más cierta la frase de que la unión hace la fuerza.


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