Leía hace unos días en el diario El País acerca de los “organizadores profesionales” y, nada más con el título del texto, pensé “necesito una persona así”, alguien que como menciona el trabajo «tiene talento para organizar tanto espacios físicos como rutinas y además se ha formado», alguien a quien llamar por teléfono o solicitar a través de una aplicación y decirle “oye, por favor, necesito crear orden desde el caos… ¡Cueste lo que cueste!”.
Sin embargo, luego de verme tentada a contratar a distancia a un experto inscrito en la Asociación de Organizadores Profesionales de España (AOPE), me dio mucha vergüenza porque la organizadora de mi existencia, desde lo mínimo hasta lo máximo de ella, debería ser yo misma. Yo, la adicta a hacer las cosas a última hora. Yo, la que escribe en el celular porque “no tiene tiempo” de sentarse frente a su computadora. Yo, la experta en dejar para mañana lo que puedo hacer hoy. Sea lo que sea que tenga que hacer hoy.
El problema: Cómo empezar. Si ya he reconocido lo grave y dañino que es ser un desorden ambulante, ¿cómo dividir el tiempo y ajustarme a mis divisiones? ¿Cómo no distraerme con el vuelo de una mosca, con los tuits más recientes, con detalles banales o con mis propios pensamientos? ¿Por qué no volver a la época de primaria y secundaria cuando la mitad de mi día se regía por un desequilibrado, pero necesario “horario de clase”? Y si tuviera un horario para todo… ¿De verdad tendría la voluntad y madurez requerida para regirme por él? Todavía estoy intentando responderme.
Lo interesante: No estoy sola. Hay una japonesa llamada Marie Kondo que es una “gurú del orden”. Ha escrito cinco libros, en 2015 la revista Time la nombró una de las cien personas más influyentes del mundo y millones de almas caóticas siguen sus enseñanzas y ponen en práctica su método para organizarse porque, seamos sinceros, ese es uno de los grandes males de la actualidad: nos cuesta demasiado organizarnos. Tanto en lo cotidiano y casero como en lo laboral y social. Que levante la mano quien nunca haya sufrido por esto.
La solución: Esta columna. En febrero del año pasado cuando empecé a colaborar en Niú fui constante, perseverante y organizada para escribir sin falta cada jueves, pero hace ya varias semanas (quizá ya meses) que empecé a fallar y no porque no tenga temas, si no porque… Inserten aquí cualquier excusa para justificar mi falta de planificación, producción y acción. Entonces sea este (y cada escrito que publique cumplidamente cada semana a partir de hoy) el primer paso en el camino de mi “ordenamiento vital”.