En pantalla
“Parásitos” se experimenta como un ‘thriller’, pero en el fondo es una ácida crítica social que reta nuestras expectativas.
La película que definió el año 2019 llega a los cines de Nicaragua. “Parásitos” ganó la Palma de Oro en Cannes, batió récords en la taquilla internacional para el cine surcoreano, y cerró con seis nominaciones al Óscar —y un buen chance a ganar Mejor Película—. Además, es especial de otra manera: un filme en el que críticos y audiencias pueden coincidir.
La familia Kim pertenece a los de abajo. Literalmente. Viven en un apartamento de sótano, en la parte más pobre de la ciudad. Son tan pobres, que tienen que robar conectividad del módem de la vecina de arriba —un cambio de contraseña desencadena una pequeña crisis—. Pronto, la suerte parece cambiar. El adolescente ambicioso Ki-woo (Choi Woo-sik) es recomendado por un amigo que emigra, para ocupar su posición de tutor de inglés para la hija de una familia rica. Así, el joven asciende, con credenciales falsificadas, a un enclave de la alta sociedad. Literalmente. Los Park viven en una mansión de lujoso minimalismo, en la cima de una colina. Desde sus paredes de vidrio panorámico, los Park ven un paisaje monumental. Desde su ventana, los Kim ven los pies de los transeúntes, y el miembro de uno que otro borracho aliviándose en la calle.
Revelar más detalles de la trama sería injusto. Parte del impacto del filme depende de las maneras en que esta artera alegoría sobre la lucha de clases construye nuevos niveles de significado con revelaciones y complicaciones, que incrementan la tensión hasta extremos insoportables. La virtual invasión que los pobres ejecutan en el territorio de los ricos es gratificante porque superficialmente, se experimenta como una especie fantasmal de justicia. Pero nuestras emociones se complican a medida que el engaño se profundiza, o genera daños colaterales. ¿Hasta qué punto se justifican los métodos de los Kim?
“Parásitos” se experimenta como un ‘thriller’, pero en el fondo es una ácida crítica social que reta nuestras expectativas. Por supuesto que nuestra simpatía reside con los desposeídos Kim, pero a medida que avanza el metraje, privilegio y privación se revelan cómo dos caminos hacia un estado común de deshumanización. Los Park se presentan, en principio, como superficiales y caricaturescos. Yeon-kyo (Cho Yeo-jong) es la clásica esposa-trofeo. Bella y de pocas luces, es el blanco perfecto para unos geniales estafadores, pero es imposible no empezar a verla cómo otra prisionera de sus circunstancias. “Son buena gente a pesar de ser ricos”, dice el padre, Kim Ki-taek (Song Kang-ho). “Son buena gente porque son ricos”, le corrige su esposa, Kim Chung-sook (Jang Hye-jin).
- Te puede interesar: «Once Upon a Time in Hollywood» y «1917» vencen en los Globos de Oro 2020
La película es perfecta como puerto de entrada a la obra de Bong, uniendo obsesiones recurrentes en su cine. Primero, su consideración de estructura familiar como una especie de sistema de protección ante una amenaza exterior. Véase la comedia de horror “The Host” (2006), en la cual Song, su actor fetiche, interpreta al padre de una familia trabajadora que se enfrenta a un monstruo mutante. En “Mother” (2009), una madre solitaria (Kim Hye-ja) va a extremos insospechados para salvar a su hijo de una acusación criminal. La segunda preocupación de Bong tiene que ver con las asimetrías del capitalismo moderno. Véase “Snowpiercer” (2013), pieza de ciencia ficción que imagina un mundo posapocalíptico, donde los sobrevivientes viven separados por castas en un tren de alta tecnología. Esta película supone que un cambio revolucionario es posible. En “Parasite”, el director es menos optimista, pero su dominio de las herramientas del cine es tan astuto, que uno sale de la película flotando en el aire.
El sentido de descubrimiento se extiende a los actores. Song Kang-ho ha aparecido en casi todas las películas de Bong desde “Memories of Murder” (2003) — “Okja” (2017) es la excepción de la regla—. Su estatus de estrella internacional viene cimentado por trabajos con Chan-wook Park y Lee Chan-dong, otros dos cineastas surcoreanos de alto perfil. El resto del reparto está a su altura. De hecho, no podrá sentir más que curiosidad ante la crueldad de las barreras comerciales y culturales, que nos privan de talentos tan vitales como estos —el acceso a cine de calidad, otro síntoma de desigualdad—. Corra al cine a ver “Parásitos”. Y si ya la vio vía internet, véala de vuelta, en la pantalla grande. Será una revelación.
“Parásitos”
(Gisaengchung)
Dirección: Bong Joon Ho
Duración: 2 horas, 12 minutos
Clasificación: (Muy Buena)