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El apego a la verdad y a la objetividad de los hechos, es el legado de Pedro Joaquín Chamorro para las nuevas generaciones
Horas antes del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro la mañana del 10 de enero de 1978, Ernesto Aburto, periodista de La Prensa, pasó escondido en la sala de revelado porque no había terminado un reportaje que Chamorro –en aquel entonces director de uno de los diarios más críticos de la dictadura somocista– le había asignado.
Aquel martes, Ernesto Aburto debía entregar un texto como él lo sabía hacer, “con elegancia e interés” –según le había dicho Pedro Joaquín Chamorro—, sobre los accidentes de tránsito que ocurrieron a lo largo del año en Managua.
–Llegué ese día con el temor de que me reclamara y que me pegara la sacudida que le pegaba a todo el mundo… a los periodistas—, cuenta para el programa televisivo Esta Noche, 40 años después del asesinato de su “amigo y mentor”.
Al entrar al cuarto oscuro de la redacción para revelar unas fotos, el jefe del área le dijo:
–Parece que jodieron al hombre… Parece que le dispararon en la calle.
—Pero eso es grave, –alcanzó a decir Aburto–. Eso va ser grave.
–Pero es un rumor… Ahí andan con eso.
El periodista salió del cuarto de revelado del diario y en los pasillos de la redacción se topó con Nidia Gurdián Solís, otra periodista que se encargaba de la página social de La Prensa en aquel entonces. Ella lloraba y le preguntó a Aburto compungida:
—¿¡Qué sabés vos!? ¿Es verdad que balearon a Pedro?
–No me doy cuenta– contestó Ernesto.
En ese instante, Danilo Aguirre, jefe de redacción del diario y maestro del periodismo, salió apresurado de su oficina y le ordenó al joven que trajera su cámara. Además de redactor, Ernesto tenía su propio equipo de fotografía que utilizaba cuando debía realizar crónicas de viajes sobre los pueblos de Nicaragua.
Aburto tomó la cámara de rollo y mientras iba en el vehículo con Danilo Aguirre hacia la Segunda Calle Sur-Oeste de la vieja Managua, lugar donde se cometió el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, le preguntó al jefe de redacción sobre lo que pasaba:
—¿Es grave?
— Es grave, –contestó Aguirre— preparémonos para lo peor porque es grave.
Cuando llegaron ambos al sitio del asesinato, encontraron el carro de Pedro Joaquín Chamorro “lleno de sangre en los asientos y los vidrios desbaratados”, recuerda Ernesto. Danilo Aguirre golpeaba el techo de su vehículo mientras decía con frenesí: “lo mataron, lo mataron, lo mataron…”, junto a una serie de insultos contra la dictadura somocista.
Minutos después, la gente empezaba a aglomerarse en los alrededores del Hospital Oriental de Managua, donde el cuerpo de Pedro Joaquín Chamorro yacía sin vida en la morgue.
–Lo vi en calzoncillos con el cuerpo lleno de… Y como hombre que lo amaba y lo admiraba… Lleno de balas. Reparé en cada detalle de su cuerpo. En los pies y en las manos. Tenía una mano casi dislocada porque parece que él intentó detener los escopetazos del asesino que llegó a su ventana. Fue un momento muy doloroso para mí—, cuenta Ernesto Aburto con voz entrecortada.
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A pesar de los años, la narración de los hechos sigue siendo vívida para el periodista que trabajó junto a Pedro Joaquín Chamorro en los últimos años de la dictadura, superando los cierres, la censura y la privación de fuentes informativas que cada vez más se cernían producto de la opresión del último de los Somoza que gobernó Nicaragua.
La Prensa de los 70
Ernesto Aburto es un cúmulo de historias llenas de descripciones y fieles detalles. Recuerda, por ejemplo, el día que quedó desempleado a los 29 años cuando quebró el semanario La Nación Nicaragüense y fue a las oficinas del diario La Prensa a solicitar trabajo. Le contó a Pedro Joaquín Chamorro su situación y le dijo que podía escribir y que además era fotógrafo.
Chamorro, “condescendientemente”, como describe su actitud Ernesto Aburto, lo condujo por toda la redacción de La Prensa y al final del recorrido le dijo:
–Te fijás, no hay nada para vos. Todo está lleno, sin embargo, vamos a ver qué hacemos con vos. Mandame una hoja de vida sobre lo que podés hacer en periodismo y yo te voy a tener en cuenta.
El joven periodista salió un poco decepcionado, pero a la vez agradecido:
–Ese gran hombre que era para Nicaragua Pedro Joaquín Chamorro se tomó la molestia de andar conmigo entre los escritorios, explicándome cosas del periódico– comenta hoy Aburto.
En la carta que Ernesto le escribió a Chamorro, le aseguró que tenía un vehículo en buenas condiciones “mecánicas y estéticas” y además su propio equipo fotográfico y “todo el tiempo del mundo para andar viajando por Nicaragua, para escribir sobre pueblos que nadie conocía y así presentarlos en el periódico”.
Después de aquella misiva, Ernesto Aburto empezó a trabajar en el diario La Prensa, en 1977, e inició el ambicioso proyecto de escribir crónicas viajeras, acompañadas de fotografías, descripciones y personajes curiosos pertenecientes a los pueblos que visitaba.
La prensa nacional antes y después de PJCH
Trabajar en el diario La Prensa en aquel entonces, era “una de las máximas distinciones que podía recibir un periodista joven”, a tal punto que te volvías alguien “importante” para tu comunidad. “Todos querían darte noticias”, recuerda el veterano reportero.
Esto era, en parte, a que el diario era un “gobierno de papel”, donde su agenda ejercía cierta influencia en la forma de gobernar de aquella Nicaragua convulsa.
–Claro, nunca pudo derrocar por sí misma la dictadura de Somoza, pero muchas veces la obligó a cambiar funcionarios y ministros por las denuncias del periódico—, recuerda Aburto.
Antes de La Prensa como la constituyó Pedro Joaquín Chamorro, los diarios del país eran elaborados de forma anticuada “con textos larguísimos y títulos tremendamente aburridos”, rememora Ernesto.
–Pedro vino de México ungido con la idea del periodismo que se hacía ahí. Vino enamorado de los títulos cortos y los impuso en el periódico, de los textos cortos, de los temas bandera para pasar la semana hablando y de las fotografías. Empezó a editar las fotos y les cambió el tamaño y los títulos fuertes que se podían leer a seis metros de distancia, con efectos de vender el periódico. En fin, él le dio a La Prensa un modernismo que después toda la prensa plana lo asumió.
Pero el gran legado que dejó el Mártir de las Libertades Públicas, y que en las escuelas de periodismo sigue siendo un faro para las nuevas generaciones, es “el apego a la verdad y la objetividad de los hechos”, finaliza Aburto.