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Pequeñas cegueras y pequeñas cobardías

La población bajo una dictadura se divide entre los que obedecen las órdenes, por las motivaciones que sean (convicción o miedo) y los “rebeldes” que se resisten de mil formas cívicas a este poder.

     

Ninguna dictadura es normal. Su esencia es, precisamente, la anormalidad.

La dictadura es una patología de lo social. Es un fenómeno complejo donde el antagonismo entre pueblo-aparato de poder es una simplificación. Descontando los golpes de Estado, se requiere no solamente un transcurrir de tiempo y hechos entre una situación medianamente democrática, hasta la plena manifestación del poder autoritario y excluyente, sino de una explícita complicidad de al menos una parte del pueblo.

La dictadura no se limita sólo a los dictadores, sino a los “dictados”, los ciudadanos sometidos, de voluntad o de hecho, a la dictadura.

Así, someramente, la población de un país bajo dictadura puede dividirse en dos grandes grupos: los “dictados” que OBEDECEN las órdenes, disposiciones, represiones y opresiones de la dictadura, por las motivaciones que sean (convicción o miedo) y los “rebeldes” que se resisten de mil formas cívicas a este poder.

Un núcleo central de los “dictados” pueden obedecer hasta la criminalidad atroz, absolutamente irracional, al dictador. Eso es el “núcleo duro” de la dictadura. Para entender los mecanismos de esa obediencia ciega a la “autoridad”, podemos recordar las conclusiones, por ejemplo, del experimento de Milgran.

Hay otra parte de seguidores y cómplices que pueden ocasionalmente dar el paso fatal hacia la aberración extrema o bien limitarse a tareas menos directas con la represión, como espiar, delatar, acosar, hacer turbamulta, vandalismo, propagandizar. Este sería el centro social de la dictadura, oscilando entre ese núcleo duro y una periferia, base algo incierta pero alineada a los dictados del poder.

Y podemos derivar que hay un sector más amplio de seguidores que en el caso específico del fenómeno autoritario sandinista yo le llamo “periferia permeable“, aunque me interesa también el concepto de la autora Géraldine Schwarz con el término alemán “Mitläufer“.

¿Qué es “Mitläufer“? Ella lo explica así en una entrevista: “Mitläufer es quien, por ofuscación, por indiferencia, por apatía, por conformismo o por oportunismo, se convierte en cómplice de prácticas e ideas criminales (…). Ella afirma: ”He querido mostrar que lo que está en el origen de los peores crímenes de la humanidad es la indiferencia. Los verdaderos perseguidores, los verdugos, los monstruos en general son pocos. Y siempre nos interesamos por los monstruos, o por los héroes, o por las víctimas”. Pero la mayoría de las personas no se identifican con ninguna de estas tres categorías, que sólo conciernen a una minoría. Los Mitläufer son una masa de personas que, por su número y de manera más o menos pasiva, pueden consolidar un régimen criminal”.

Un típico Mitläufer es aquel torturador y verdugo que apresado en una rebelión o cambio de Gobierno contesta desfachatadamente: “yo sólo seguía órdenes“; es decir, OBEDECER se argumenta como un atenuante de la criminalidad, activa o pasiva.

OBEDIENCIA e indiferencia son entonces insumos necesarios en la gestación, pero también en el paroxismo de una dictadura: Hitler no llegó al poder mediante una insurrección o golpe militar: Lo hizo pacífica e institucionalmente, esa fue su base para su dictadura. Muchos miraban a otro lado, mientras él iba ascendiendo hacia el poder, pero dejando claro lo que iba a pasar si lo lograba. ¡Y pasó!

No podemos justificarnos en esa indiferencia o seguidismo, puesto que ya nos habían advertido desde diversos sectores: “Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”, dice por allí La Biblia. Y Gramsci: “La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. (…). Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia”.

Resumiendo, en el caso del sandinismo, yo lo veo así como en la imagen adjunta.

Esa masa de “periferia permeable” en el caso del sandinismo en Nicaragua, equivaldría a los “Mitläufer” de los nazis en Alemania al que se refiere Géraldine Schwarz . Esta masa popular se maneja a nivel de pensamientos cortos,  consignas de unos pocos caracteres pero repetidas al infinito. Se observa esta metodología del adormecimiento para lograr indiferencia mediante repetición indefinida de las literales letanías diarias de la “impaciente” esposa del “paciente”, como letal, dictador.

Obediencia ciega en el núcleo duro del sandinismo y en el otro extremo, pero haciendo la balanza, la obediencia acrítica y la indiferencia entre los que simulan ingenuidad o falta de información, que al decir de la citada Schwarz son en realidad “una acumulación de pequeñas cegueras y de pequeñas cobardías que, sumadas unas a las otras, habían creado las condiciones necesarias para el desarrollo de los peores crímenes de Estado organizados que la humanidad haya conocido jamás”.

En Nicaragua aún no hemos superado esas masivas pequeñas cegueras y pequeñas cobardías, la indiferencia que en realidad, es el alimento más efectivo para toda dictadura y que en palabras del Dr, Martin L. King, “no duelen tanto los actos de la gente mala, sino la indiferencia de la gente buena”.


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